Desde que las redes sociales existen, no es fácil, claro que no, encontrar sorpresas en ciudades nuevas. Pero maneras de viajar hay tantas como uno quiera imaginar, y conocer un lugar tiene mucho más que ver con tratar de habitarlo, que solamente de visitarlo.
Sabido es, que hay ciudades, como Roma, que cuentan con paradas imprescindibles (no hay duda que valga: la capital italiana es, en sí misma, todo un imperativo), pero en los últimos años ha surgido como tendencia una corriente viajera cuyo foco de interés consiste en ir más allá en cada destino que pisamos para empaparse de la cultura local, y conocer esos escondites y sabores que difícilmente encontramos en una guía de viajes.
Para ello, la mejor manera de sentirse en una ciudad es alojándose muchos días en ella: un fin de semana no vale. Sin embargo, más importante es, en cambio, pedir recomendaciones de gente nativa (o casi), y observar los hábitos de sus lugareños.
Porque, ver el Coliseo, la Plaza de España, el Circo Máximo o la Fontana di Trevi siempre es apetecible y uno nunca termina de acostumbrarse a tal belleza, pero la ciudad eterna ― denominada así porque su poder y expansión era tan amplia que parecía que duraría siempre ― , como su apodo indica, es infinita.
Romanos e italianos que residen en Roma también lo piensan: es un lienzo vibrante donde la historia y la modernidad se entrelazan en cada esquina, no solo en los lugares cuyos nombres ya conocemos. Al preguntarles por recomendaciones para señalarlas con la chincheta de Google Maps antes de pisar Roma, muchos coinciden en un mismo nombre para desayunar: Regoli Pasticceria, que, dividido en dos locales (uno al lado del otro), se ha convertido en toda una meca de la ciudad para comenzar el día.
Cierto es que ya pocos italianos pasan por allí por estar repleta de gente debido a la fama de la goza desde hace años (nació en 1916, por lo que ha tenido tiempo para ganársela), pero eso no le quita mérito. Tanto en su zona de cafetería, como en la de pastelería, su venta estrella es el maritozzo, un bollo esponjoso relleno de crema que convierte cada bocado en un placer absoluto y que puedes pedir para llevar.
Hay quién también recomienda la Fiorentina, sobre todo, si el plan es visitar el Vaticano, ya que su ubicación le sitúa en un punto estratégico para recargar energía antes de sumergirse en las horas de visita que requiere tal espacio religioso. Aquí puede que sí que te encuentres a más italianos, ya que es todo un clásico donde un café y un dulce marcan el inicio de la jornada.
Con permiso de Francia y Portugal, Italia tampoco se quedan corta en la producción de croissant. Basta con pasarse por Severance para darse cuenta. Allí, la tradición y la creatividad se mezclan en un menú que cambia la forma de entender el desayuno en la ciudad, ofreciendo una amplia variedad de dulces, entre los que destacan estas piezas de panadería y, su panettone.
Más allá del Coliseo y la Fontana di Trevi
En una de las canciones más emblemáticas del país, Roma capoccia, Antonello Venditti realiza una oda a la belleza romana cantando a monumentos como el Coliseo. No le falta razón en admirarlos, pero hay otros muchos rincones fuera del circuito turístico habitual que merecen atención.
Villa Ada es una joya oculta. Este enorme parque, uno de los más grandes de la ciudad, es un refugio de tranquilidad donde los romanos van a correr, pasear o simplemente desconectar. Su pequeño lago, hogar de tortugas y patos, le da un aire bucólico perfecto para un picnic o una tarde de lectura bajo los árboles. En verano, además, acoge conciertos al aire libre, convirtiéndose en un punto de encuentro cultural. Eso sí, si lo que buscas es un atardecer espectacular, apunta: Giardino degli Aranci. Cuenta con una panorámica 360º de la ciudad.
Otra visita imprescindible es la Basílica de San Pablo Extramuros, una de las cuatro basílicas papales de Roma, menos concurrida que San Pedro, pero igualmente majestuosa. Sus mosaicos dorados y su imponente claustro sorprenden a quienes se aventuran hasta allí.
También merece la pena pasear por el barrio judío, un rincón con siglos de historia, donde se pueden probar especialidades como los alcauciles a la judía.
Y para sumergirse en la Roma nocturna más auténtica, nada como perderse por Monti, un barrio de calles adoquinadas repletas de bares con encanto, música en directo y un ambiente vibrante hasta bien entrada la noche.
Muchos de los escenarios de Roma con amor (2012), de Woody Allen, nos presentan Trastevere, Porta Portese, y un barrio apenas frecuentado por el turismo: Garbatella. Es uno de los barrios más auténticos de Roma, un rincón con alma popular y un fuerte sentido de identidad. Y, aunque carece de grandes monumentos turísticos, su encanto radica en sus calles, su gente y su ambiente vibrante, especialmente entre los seguidores de la AS Roma.
Decir que se trata de uno de los barrios más reivindicativos no es novedad. Garbatella nació en el periodo de entreguerras, cuando Roma experimentaba un importante crecimiento urbanístico. Desde sus inicios, se convirtió en un bastión de la resistencia antifascista y un barrio tradicionalmente ligado a la izquierda política (y se aprecia en sus grafitis). Construido siguiendo el modelo de las garden cities inglesas, Garbatella nació como un barrio obrero con casas rodeadas de pequeños huertos, lo que le dio un aire casi rural. Todavía hoy se pueden ver estas construcciones con espacios verdes privados que contrastan con la ciudad que lo rodea.
Gracias a su cercanía con las estaciones de metro Piramide y Garbatella, este barrio es un punto clave para la vida nocturna. Sus bares "de toda la vida", y discotecas ofrecen ambientes variados y música para todos los gustos. Algunos locales emblemáticos son Barone Rosso, Distillerie Clandestine y Goa.
Roma desde el paladar
Hablar de comida con italianos puede ser un tema altamente controvertido. Pocas sociedades están tan orgullosas de su gastronomía como ellos, y pocas, todo sea dicho, cumplen tan bien con ese buen hacer del que presumen en sus cocinas. Es así: son defensores del producto fresco, y de las recetas hechas con mimo. Por eso, en Roma cada plato tiene su templo.
En la capital italiana hay dos propuestas que hay que probar sí o sí: la pizza romana y la carbonara. Si el propósito es buscar un lugar donde degustar las primeras, la Pizzeria Montecarlo es una parada obligatoria. Un apunte que comentan quienes ya han pasado por allí: antes de lanzarte a por la pizza, prueba sus flores de calabacín fritas.
Dependiendo de la zona, puede que haya otros nombres en dónde te convenga más reservar. La pizzeria da Baffetto no ofrece antipasti, pero su pizza es de las mejores de la ciudad. Además, toparse con Alice Pizza es recurrente. Que no te engañe el encontrártela tanto, como al igual que sucede con las straciatellas de All’Antico Vinaio en Florencia (ya instaladas también en Roma), su pizza está buena. Entre las recomendaciones, destacan la pizza al taglio, y su pizza blanca.
Para street food, y esos momentos en los que uno se debate entre comer y pasear, Trapizzino emerge como la opción adecuada. Reinventa la comida rápida con su fusión entre pizza y sándwich en una especie de pizza blanca cerrada por los lados hecha con una masa de harina de trigo blando y levadura.
Eso sí, si algo no puede faltar en tu visita a Roma es Roscioli. Más allá de contar con una de las mejores pizzas rojas de la ciudad, su ambiente estilo mercado, a los españoles nos resulta familiar, pero la comida es diferente, pues más allá de pizzas, allí también se pueden degustar platos de pasta, panes y carnes, así como un sinfín de especialidades locales.
En cuanto a la carbonara, hay tres sitios, de muchos, que no te puedes perder para olvidarte, de una vez por todas, de la nata. Antica Osteria di Pietra (dicen los romanos: no confundir con la Hostaria Da Pietro), la borda con una receta auténtica e impecable. Flavio al Velavevodetto tiene una carbonara de fama merecida; y, aunque su nombre sugiera otra cosa, en Da Cacio e Pepe también saben cómo hacer una carbonara que hace la boca agua.
Entre otras opciones de pasta, Enoteca Corsi ofrece una combinación espectacular de trufa, y además allí hay otro plato típico romano que triunfa: la alcachofa. Por su parte, Fraschetta di Castel Sant’Angelo destaca por su amatriciana y su carbonara, mientras que en Impiccetta la pasta alla pajata es una experiencia única.
¿Y si solo tienes gula o necesitas algo rápido que te quite el gusanillo? Si buscas algo diferente, el Mercato Testaccio Box es el sitio ideal para un panini inolvidable, Casa del Supplì tiene algunos de los mejores supplì de la ciudad, y la ensaladilla del Pampín Bar, convierte cada bocado en una experiencia digna de recuerdo.
Alojamientos que completan el viaje
En Roma, mires a donde mires, encuentras arte. Y, te sientes donde te sientes, cerca habrá siempre una cocina dispuesta a ponerte un plato sobre un mantel de cuadros. Por eso, una ciudad tan acostumbrada a deleitar al turismo, cuenta con un gran listado de alojamientos en los que quedarse.
La mejor experiencia para entrar en contacto con la cultura local es alquilar siempre un Airbnb compartido, o hacer couchsurfing. Sin embargo, estas opciones no son siempre plato de buen gusto para todo el mundo, ya que hay veces en las que garantizar el descanso pasa por escoger sitios sin apenas ruido y calma.
Aunque este año Roma promete batir récords de visitas por el Jubileo 2025, por norma general suele disponer de suficiente alojamiento, con una oferta tan amplia que hay para todos los gustos y bolsillos. Desde hoteles lujosos donde no falta ni una sola comodidad, como el Hotel De Ruisse, de la prestigiosa compañía hotelera Rocco Forte Hotels, hasta hostales mucho más asumibles, como el Ostello Bello o el Yellow Square (dos de los mejor valorados en Hostelworld), donde se puede reservar tanto habitaciones individuales como compartidas.
Hay que destacar que, escogiendo hostels, siempre resulta más fácil entrar en contacto con otros italianos que estén allí de viaje y puedan dar un visto bueno a tu agenda, ya que suelen ofrecer siempre un ambiente juvenil y dinámico, con multitud de espacios comunes y actividades.
La noche romana te espera
El aperitivo es un ritual sagrado en Roma, la excusa perfecta para relajarse antes de que la ciudad se llene de energía nocturna. Por eso, a partir de las seis de la tarde la ciudad vive en bares como las Enotecas l’Antidoto, Il Piccolo y L’Angolo Divino, a donde acuden los amantes del vino. Para quienes están cerca de los Museos Vaticanos, cuentan los romanos que Fischio es un refugio chill donde desconectar con una copa en la mano.
Si la idea es empezar la noche con buen ambiente o Spritz en mano, Campo D’Fiori envuelve en un ambiente con mucho encanto, aunque un poco turístico. No falla, nunca, la opción de cruzar el río e ir al Trastevere. Allí, el mítico Bar San Calisto es el punto de encuentro por excelencia: siempre lleno, con precios asequibles y un aire que recuerda a los bares de toda la vida en España.
Para una experiencia diferente, Bibliobar, junto a Castel Sant’Angelo, ofrece un ambiente más tranquilo donde tomar un vino, jugar al ajedrez o simplemente disfrutar de un buen vino.