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Vista panorámica de la playa de Estoril con una mujer paseando en una soleada tarde de invierno© Alamy Stock Photo

Portugal

Ruta por los pueblos costeros de Lisboa donde ahora viven los jóvenes: qué ver y por qué están de moda

Cada vez más, los millennials y la generación Z buscan viviendas en la costa lisboeta. He aquí los atributos y qué ver en los lugares que ya son una vía de escape contra la precariedad y las condiciones de vida desfavorables de las grandes ciudades.


25 de enero de 2025 - 12:00 CET

Hubo un tiempo donde todos queríamos vivir en una capital. El sueldo era más alto que en cualquier otra ciudad, había más oportunidades laborales, más actividades culturales, ambiente, e instituciones educativas que prometían elevar nuestro currículum de inmediato. Pero ahora la situación es distinta: en un momento en el que la precariedad laboral está a la orden del día, en el que el teletrabajo parece instalado en la mayoría de las empresas y ya muchas empresas dirigen sus miradas a los nómadas digitales, y también donde hemos aprendido que para estar bien, necesitamos desconectar del barullo de vez en cuando (o mucho), los pueblos y las ciudades pequeñas comienzan a recibir nuevos habitantes y, por ende, a llenarse de más movimiento y vida. 

Las villas costeras cercanas a Lisboa están viviendo este fenómeno. Estos enclaves, que más allá de ser bellísimos para visitar, comienzan a contar con reclamos que satisfacen también las necesidades de los más jóvenes, empiezan a ser la primera búsqueda en el mapa de muchos de los miembros de la generación Z y millennials. 

La subida de precios en la ciudad, las habitaciones cada vez más pequeñas y el ritmo frenético de la vida urbana de la gran urbe han llevado a muchos a fijar su mirada en las localidades que llevan al Tajo a desembocar en el Atlántico. Y no sorprende, pues estas zonas ofrecen un equilibrio perfecto: proximidad a Lisboa, alquileres más asequibles, casas y habitaciones más amplias y una conexión con la naturaleza que invita a un estilo de vida más relajado, al mismo que también más justo. 

Allí, combinar el trabajo con la pasión por el mar y las actividades al aire libre parece ser la preocupación mayoritaria. Y, spoiler: en los siguientes destinos, es posible. Ya sea para vivir o solo para visitar, estos son los lugares de moda de costa que rodean a la capital portuguesa. Si sigues leyendo entenderás porqué. 

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playa carcavelos© Getty Images

Carcavelos, donde todo pasa 

Lugares como Santos o Alcántara también están siendo algunos de los más buscados en plataformas como idealista o Airbnb por su cercanía con Lisboa. Sin embargo, a poco menos de media hora en tren desde la estación de Cais do Sodré se encuentra Carcavelos, una freguesía portuguesa que, cuando llega el buen tiempo, se convierte en una de las más transitadas también por todo el que vive en el Lisboa. 

Más allá de su extensa playa de arena dorada y sus olas perfectas, es un lugar vibrante con una gran oferta de chiringuitos, escuelas de surf y un ambiente joven y dinámico que se junta en coworkings y termina sus jornadas en los bares. Su fortaleza de San Julián da Barra es un punto de interés histórico que merece una visita. Además, por si la desconexión del mar no pareciera suficiente, Carcavelos cuenta también con el Jardim da Quinta da Alagoa .

El Jardim da Quinta da Alagoa pertenecía a la Compañía de Jesús y fue una importante quinta productora de vino de Carcavelos. Actualmente, es un lugar clave para la comunidad de Carcavelos, donde aún se pueden encontrar restos del bosque original, jardines esculpidos, ruinas y sistemas hidráulicos históricos que siguen abasteciendo la laguna central con agua subterránea. Pero hay más, pues Carcavelos también cuenta con parques infantiles, campos de tenis y rincones que invitan tanto al ocio activo como al descanso.

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Praia do Peixe y el Passeio Dom Luís I en Cascais, Portugal© Alamy Stock Photo

Cascais, noble y aristócrata  

Pensar en Cascais es sinónimo de pensar en glamour y sofisticación, y no es erróneo hacerlo, pues Cascais tiene un pasado aristocrático que se remonta al siglo XIX, cuando la familia real portuguesa la eligió como destino de verano, transformando lo que antes era un tranquilo pueblo de pescadores en un sofisticado refugio para la nobleza y la alta sociedad. 

Con la llegada del rey Luis I, quien estableció su residencia de verano en la Ciudadela de Cascais (ahora una fortaleza con galerías de arte y un hotel de lujo), la élite comenzó a construir elegantes mansiones y palacetes a lo largo de la costa, un legado aristocrático se refleja en la arquitectura de edificaciones como el Palácio Seixas o el Museo Condes de Castro Guimarães.

Durante el siglo XX, Cascais atrajo a familias nobles exiliadas durante la Segunda Guerra Mundial, así como a artistas y escritores en busca de inspiración. Y, hoy en día, esta historia aristocrática sigue viva en sus calles, con elegantes cafés, clubes náuticos y hoteles que evocan aquella época dorada. Una propuesta por la que ya hay quien le llama la Costa Azul portuguesa.

Esta famosa zona, también presenta paisajes espectaculares, como la icónica Boca do Inferno, un acantilado donde las olas del Atlántico chocan con fuerza. Y para los amantes del mar, las playas como Praia da Rainha o algunas más lejos, como la espectacular playa do Guincho (ideal para el surf y el windsurf), ofrecen opciones para relajarse o practicar deportes acuáticos. 

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ericeira lisboa© Getty Images

Ericeira, paraíso de surf

La comunidad internacional en Ericeira ha crecido considerablemente en los últimos años, especialmente entre nómadas digitales, surfistas y emprendedores creativos que valoran su ambiente bohemio y su oferta de ocio. Sin embargo, aún a pesar de su creciente popularidad, aún es posible encontrar alquileres más económicos y espacios con mejor calidad de vida.

Ericeira frece un entorno natural impresionante, con un litoral protegido y playas de renombre mundial. La comunidad local es acogedora y se ha desarrollado una vibrante escena social con cafés, espacios de coworking y eventos culturales que hacen de este pueblo un lugar ideal para aquellos que buscan un equilibrio entre trabajo y ocio.

Destaca su Praia dos Pescadores, en pleno centro, ideal para relajarse, así como Ribeira d’Ilhas, perfecta para los amantes del surf. También Praia de São Lourenço, con un ambiente más tranquilo, y el mirador de Ribeira d’Ilhas, ideal para disfrutar de impresionantes puestas de sol. 

Lo tiene todo, y sus actividades más populares lo dejan claro: numerosas escuelas de surf para todos los niveles y campeonatos, así como rutas de senderismo por acantilados con vistas al Atlántico.

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Portugal, Lisboa, Almada, restaurante portugués tradicional Ponto Final junto al río Tajo, con el Puente 25 de Abril al fondo.© Alamy Stock Photo

Al otro lado del puente: Almada

Otra de las localizaciones que está recibiendo a un aluvión notorio de personas debido a las desfavorables condiciones de vivienda que existen en Lisboa, es Almada. Muchos visitan esta otra zona al lado del río cuando hace buen tiempo: paran a comer en Ponto final (ese restaurante de manteles de cuadros blancos y amarillos que, seguro, has visto en fotos de Instagram o en vídeos de TikTok) o en los restaurantes que hay alrededor frente al Tajo, y disfrutan del atardecen desde el Jardim do Rio viendo caer el sol sobre el puente y bajo el Cristo Rei. 

Los que viven allí, en cambio, disfrutan de la vida típica de pueblo. Hay tiendas locales, establecimientos donde comer platos típicos portugueses a muy buen precio, eventos e instituciones culturales, como el Festival de Almada, que aúnan varias temáticas, como el cine, el teatro, música o la danza, y muy buena proximidad a las playas de la Costa da Caparica

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cafeteria tipica portuguesa© Getty Images

Tascas portuguesas asumibles y restaurantes exclusivos

La proximidad al mar garantiza productos más frescos y a menudo a precios más competitivos que en Lisboa, donde la demanda turística ha inflado los costos. En estos pueblos y en todos los que se encuentran de camino a ellos o próximos, aún es posible encontrar restaurantes donde se mantiene la autenticidad de la gastronomía portuguesa, menos afectada por la globalización y la adaptación a los gustos turísticos. 

De las sardinas, pasando por el arroz de marisco, hasta llegar a un bitoque. En estas localidades arrasan las "tascas", es decir, esos restaurantes pequeñitos donde la cocina se basa en la sencillez, los ingredientes frescos y las recetas tradicionales transmitidas de generación en generación.

En Cascais, Casa da Guia es un rincón con encanto donde se pueden probar platos como las sardinas asadas, todo ello con vistas espectaculares al océano. En Ericeira, O Gafanhoto ofrece un ambiente sencillo, y platos que merecen la pena probar, como sus calamares a la plancha. En Carcavelos comerás bien en espacios como A Tasquinha dos Lobos, y en Estoril puedes probar en sus marisquerías a pie de playa, o si no, Taska Lusa Estoril es siempre una opción a la que recurrir. 

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Edificios de Ericeira, Portugal.© Alamy Stock Photo

Casas blancas y azules o amarillas

Aunque en Lisboa es precioso ver el abanico de colores de las fachadas de sus edificios, así como esas que se encuentran plenas de azulejos, en los pueblos es más habitual ver casas pintadas de blanco y azul, o blanco y amarillo; indicador que nos señala que nos encontramos en territorio auténtico. De todos estos pueblos, donde se ve mejor es en Ericeira.

Portugal adoptó el azul como un color simbólico asociado al mar y a su conexión con la navegación.  Aunque no hay estudios que certifiquen las teorías, sí que hay leyendas que cuentan que en el caso del amarillo, se cree que su popularidad está ligada a influencias religiosas, ya que representa la riqueza y la luz divina, además de haber sido un color vinculado a la monarquía y la iglesia.

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lisboa paisaje castillo© Getty Images

Buena comunicación con Lisboa

Llegar a esta zona es sencillo, ya que el aeropuerto más cercano es el de Lisboa, desde donde se puede tomar un tren directo desde la estación de Cais do Sodré hasta cualquiera de estas localidades, excepto en Ericeira, que requiere ir en autobús o, en su defecto, optar por un taxi o un transporte privado para mayor comodidad. Si los trenes salen a su hora, el trayecto hasta Cascais es de 35 minutos solo, a Parede de 25, y a Carcavelos de 20. Para ir a Ericeira, en cambio, se requiere un poco más de paciencia: una hora y cuatro u hora y media.

Hacer una escapada a Portugal es siempre una buena opción. A estas localidades puede irse en cualquier temporada del año, pero viven su esplendor a principios de la primavera, cuando los lisboetas todavía no acuden a ellas para disfrutar de sus playas, y hay hueco tanto en las mesas de los restaurantes, como en la arena. 

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