La pequeña vereda que transcurre paralela al imponente edificio histórico del siglo XIX, el Balneario Castilla Termal Solares, esconde un secreto. Hasta su pequeña fuente de aguas medicinales los lugareños acuden de 10 a 12 de la mañana para llenar sus particulares cántaros, o lo que es lo mismo, dos garrafas de 5 litros por vecino. Un ritual intergeneracional que heredan orgullosos, les permite hidratar su cuerpo y cocinar con mucha salud. Un pretexto para charlar con los huéspedes y contarles las bondades del manantial de Fuencaliente, origen de una vida líquida indicada para tratamientos digestivos, antiinflamatorios, diuréticos y antiestrés.
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BORBOTEO SOSTENIBLE CERCA DE SANTANDER
A tan solo 18 kilómetros de la capital cántabra y su revoltosa cornisa marina, las aguas del balneario son calmadas e históricas. Aunque sus beneficios ya se conocían en el siglo XIII, fue en 1828 cuando fueron declaradas de utilidad pública y abrieron el apetito de la que se convertiría en la primera estación balnearia de lo que hoy conocemos como Cantabria Infinita. Lo hizo en 1902 con un estilo refinado, como marcaba la arquitectura Belle Époque del momento.
Un siglo después, el agua (y un estudiado sistema eficiente y sostenible de reciclado) sigue hilando las experiencias wellness del balneario y alimentando los árboles centenarios que se observan desde los ventanales de alguna de sus 113 habitaciones. Lo cierto es que tiene mucho de terapéutico pasear entre sus cuidados jardines, pararse a fisgonear su elegante fachada, que conserva las columnas del edificio original, leer un libro de algún autor realista y mágico, o curiosear entre el huerto que abastece parte de la materia prima de El Manantial. Un restaurante coqueto en el que se puede disfrutar de una exquisita cocina tradicional cántabra con sugerencias estacionales. Slow food de verdad, como sus deliciosos desayunos, porque la sabia combinación de mar y montaña resultar ser una medicina para el paladar.
850.000 litros de relax
Tras una corriente de fotografías antiguas, un curioso relato en blanco y negro que refleja cómo eran los cuidados de entonces, es el momento de zambullirse en el presente. Puede ser en la piscina termal interior de 849 metros y 850.000 litros de agua mineromedicinal que conviene inspeccionar desde el bordillo, ya que cuenta con chorros inesperados para masajear cada rincón del cuerpo. Si se prefiere un regusto clásico, la 'Experiencia Balnea Romana' se inspira en la estética monumental de los antiguos baños de las villas del imperio, su protocolo de contrastes de pozas frías y calientes, saunas varias y zona de inevitable descanso. Más complicado es elegir el diamante en bruto que se esconde en la carta Spa&Wellness, donde no faltan exfoliaciones de cacao y naranja, rituales tailandeses (con terapeutas procedentes de Asia) o el masaje Solares: un tributo de 85 minutos para relajarse y no olvidar en qué localidad reside el principio de la tranquilidad. Además, los pequeños a partir de 3 meses cuentan con una balnea infantil independiente, con monitor y diversas actividades, también esta Navidad (castillatermal.com).
Taller de cerámica entre árboles
El balneario ofrece una extensa lista de experiencias para disfrutar dentro y fuera de sus edificios. Sin salir del hotel termal, el recién inaugurado Bosque de Solares, una suerte de invernadero acristalado en el que también se celebran bodas y eventos, es la isla versátil en la que disfrutar de una actividad ideal para ahuyentar cualquier atisbo de estrés. Ana Crespo, licenciada en Farmacia y en ADE, y con una dilatada trayectoria profesional, descubrió hace tiempo los beneficios del barro. Una paz que comparte (y se imparte) en sus refugios ceramistas de Valladolid, Zaragoza, Sevilla, Madrid y, ahora, en Santander. Sobre un mantel de cuadros en el que no faltan punzones, vaciadores o un rodillo, es muy relajante crear formas a partir de cada molde, que requiere de un buen masaje y varios pellizcos. Durante el mes de diciembre y las fechas navideñas, la experiencia es perfecta para elaborar y pintar dos piezas inspiradas en esta época del año, que posteriormente se cuecen y esmaltan en el horno de Appétit. Un momento creativo que gusta a todas las generaciones y a quienes persiguen ese deseado impás zen (appetitceramics.com).
Tras el enigma del sobao
Los valles pasiegos se pueden descubrir pedaleando entre el sinfín de caminos que transcurren entre prados mullidos y ese característico aroma a vaca, humedad y libertad. Sin ellos no podría entenderse uno de los productos más esponjosos y deliciosos de Cantabria. Parada recomendable es el Museo del Sobao, en Selaya Entre vitrinas y ventanales, los secretos de la elaboración de los sobaos pasiegos, y las 700.000 quesadas que producen al año, dejan de ser un enigma. En honor al abuelo Joselín, quien repartía a pie sus célebres sobaos hasta que se hizo con una moto roja, y el impulso emprendedor de su mujer Antonia, la segunda y tercera generación han amasado juntas este particular enclave repleto de sabor e historia familiar. Además de la visita guiada por su interesante colección etnográfica, merece la pena apuntarse a una cata comentada de sus productos si se desea diferenciar la textura de una quesada, la esponjosidad de un sobao de arándanos o las diferencias entre el 'antiguo de masa', el que se elabora con margarina o el que se hornea con mantequilla. Si se prefiere sentir el tacto de una mezcla en la que no faltan huevos, harina o un poco de miel, el taller de elaboración y horneado de estos dulces pasiegos es una experiencia inolvidable (sobaosjoselin.com).
Anclas y aires indianos
¿A quién no le gusta recibir una carta por Navidad? Si el sello estampado del sobre contuviera, por casualidad, un QR sonoro, la reproducción de la hermana pequeña de la Puerta de Alcalá y un cañón de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada (museolacavada.es), tendría entre sus manos un episodio histórico de suma importancia. La fuerza del Río Miera fue el motor para construir los primeros altos hornos de España, únicos durante 160 años y necesarios para abastecer el vasto imperio español allende los mares y la Península. Aquí se fabricaron 30.000 cañones de hierro y se abasteció cualquier necesidad de la corona española, la Marina y las baterías costeras de los puertos de todo el mundo, tal y como se puede consultar en uno de los mapas del museo. Impresiona la maqueta, a escala real, de un fragmento de la segunda batería del navío San Juan Nepomuceno y dos cañones frente a un espejo infinito que dan fe, y altura, de aquellas bodegas claustrofóbicas de los galeones. El 'Día de la Real Fábrica' se celebra la cuarta semana de agosto y ha sido declarada como Fiesta de Interés Turístico Regional.
Antes de volver al sosiego de Castilla Termal Solares, sería imperdonable no cruzar el umbral de la Finca y Museo del Marqués de Valdecilla, en Medio Cudeyo, el indiano por excelencia que, si bien aparecía de perfil en la mayor parte de las fotografías antiguas que cuelgan en las paredes de La Casa Blanca, sigue mirando de frente, cada mañana, al Cantábrico. A él le debemos la elegante arquitectura del Paseo Pereda de Santander y el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, cuya construcción por pabellones y especialidades siguió un modelo americano que don Ramón supo personalizar con sus ideales: un sanatorio accesible, incluso para aquellos que no disponían de recursos. Entre sus 15 hectáreas de jardines refinados, donde no falta una fuente del escultor Benlliure rodeada de alegorías de cuatro continentes, perdura el legado fascinante de aquel joven que cruzó el Atlántico rumbo a Cuba. Cada mes de julio se revive, entre conciertos, obras de teatro y trajes de época, el halo de Ramón Pelayo de la Torriente. El indiano que creó más de 50 escuelas cuando regresó a la tierruca y que, como buen benefactor, incluso supervisaba personalmente los menús diarios de aquellos estudiantes. Un visionario que también es fuente de inspiración.