El viento gélido, procedente del Báltico, nos acaricia el rostro y enseguida entendemos cómo se siente un verdadero invierno nórdico. Estamos en el corazón histórico de Helsinki, la capital finlandesa, y hemos venido dispuestos a empaparnos, y así entender, la esencia de esta ciudad cuyos valores y modo de vida nos recuerdan más al futuro que al presente.
Porque sí, los finlandeses se hallan a la cabeza a escala mundial, no solo de todo lo referente al diseño y a la vanguardia, sino también en lo que al bienestar de su ciudadanía se refiere. Una cultura social que empieza por la organización de sus barrios —que evita las diferencias sociales—, pasa por el acceso a todo tipo de servicios públicos, y acaba en una apuesta por un estilo de vida sostenible, aderezado con naturaleza por doquier y espacios verdes para el disfrute. Por algo Finlandia ha sido declarado, en infinidad de ocasiones, el país más feliz del mundo.
Paseamos por la amplia plaza del Senado y enseguida agradecemos el buen abrigo y las botas calentitas que decidimos incluir en la maleta. El zar ruso Alejandro II nos contempla desde su pedestal en el centro de este espacio que fue proyectado por el arquitecto Carl Ludvig Engel a comienzos del siglo XIX. A un lado, unas elegantes escalinatas llevan hasta Tuomiokirkko, la catedral de Helsinki, cuyas cúpulas verdes claman ser fotografiadas. El templo luterano no es, sin embargo, el único edificio de corte neoclásico en la zona: al lado quedan también el Palacio del Gobierno e incluso la Universidad. No muy lejos, cerca del Puerto de Pohjoissatama, el contrapunto: un imponente edificio de ladrillo visto acoge la otra catedral de la ciudad, la ortodoxa, Uspenski.
CON EL DISEÑO HEMOS TOPADO
No tardamos demasiado en comenzar a darnos de bruces con rincones y lugares que demuestran que, desde hace décadas, Helsinki en particular —y Finlandia en general— ha apostado fuerte por hacer especiales los momentos más cotidianos de la vida. En otras palabras, ha logrado democratizar el diseño provocando que hasta el más común de los mortales le dé el valor que merece. Por eso es una realidad que nombres tan icónicos como Alvar Aalto, Marimekko, Arabia o Artek se hallan presentes en gran parte de los hogares del país.
Lo descubrimos en cuanto paseamos por Friedrikinkatu, arteria principal del 'Design District' o barrio del diseño. Más de 200 establecimientos, desde tiendas a restaurantes, cafeterías, hoteles o galerías, desplegados a lo largo de 35 calles de Helsinki, se han unido en esta asociación. Será complicado no caer en la tentación de llevarnos alguna pieza o prenda de diseño al adentrarnos en negocios como Lovia. En la vecina Kämp Galleria, dedicada a marcas de diseño tanto escandinavas como internacionales, nos topamos con el flagship store de Klaus Haapaniemi, un universo de fantasía plasmado en tejidos, kimonos, alfombras o cerámicas en los que figuras de gatos, seres mitológicos o la naturaleza finlandesa son los protagonistas.
Para entender un poco más acerca de por qué el diseño es algo tan importante e intrínseco a la cultura del país, nada como hacer una pequeña incursión al Design Museum, donde se exponen alrededor de 75 mil piezas. Para finalizar la ruta temática, otra tienda que no podemos obviar: Artek 2nd Cycle, la verdadera cueva de los tesoros, que se encarga de recopilar piezas de segunda mano de la marca finlandesa para demostrar que, en este rincón del mundo, la funcionalidad, el diseño y la calidad son tres conceptos que van unidos.
Para descubrir el lado más cool y canalla de la ciudad tendremos, eso sí, que acercarnos a Kallio, antiguamente un barrio obrero que dejó de serlo para convertirse en el lugar preferido de bohemios y artistas. Hoy la escena más alternativa se despliega en sus calles, dando como fruto garitos, restaurantes y tiendas que las generaciones más jóvenes no quieren perderse. De hecho, gran parte de la vida nocturna de Helsinki se concentra aquí. Disfrutarlo como se merece nos lleva, primero, a tomarnos un café de especialidad en Way Bakery —Finlandia, por cierto, es el país que más café consume en el mundo, con una media de 12 kilos por persona al año—, donde podemos darnos el capricho de acompañarlo de un pastel.
Un paseo por el Hakaniemi Market, diseñado por Karl Hård af Segerstad y abierto en 1914, para tomarle el pulso al vecindario, también puede funcionar. Aunque siempre habrá que dejar hueco para un par de copas de vino en Wino, una apacible cena en Harju8, o una sesión de cine en Riviera, una sala ubicada en un histórico edificio que cuenta con tan solo 59 butacas y una coctelería con propuestas inspiradas en clásicos del cine.
ARQUITECTURA QUE FASCINA
Caminamos envueltos en nuestra gruesa bufanda por delante de la Estación de Ferrocaril de Helsinki sin poder evitar que la vista se nos vaya hacia las cuatro enormes figuras de piedra que flanquean la entrada al edificio. 'Los portadores de lámparas', como se les conoce popularmente, forman parte de este magnánimo proyecto, obra del arquitecto Eliel Saarinen, inaugurado en 1919. La torre del reloj de la enorme construcción puede verse ya desde la lejanía, indicando a viajeros y locales el punto exacto —y la hora, claro— de dónde se halla el mítico edificio.
Contrasta absolutamente este enclave de nuestro recorrido con la siguiente parada: cuando el pasado 2018 Finlandia celebró sus 100 años como nación, inauguró algunos edificios que se han convertido ya en referentes de su capital. Uno de ellos fue Oodi, la biblioteca pública, una auténtica obra de arte surgida del talento del estudio ALA Architects y concebida como un espacio de socialización para los habitantes de Helsinki. A lo largo de tres plantas descubrimos un universo paralelo en el que la cultura en todas sus variantes, accesible de forma gratuita a todos los ciudadanos, conquista cada rincón.
Cuenta el edificio con salas de música y todo tipo de instrumentos, con estudios de grabación, equipo tecnológico de última generación, impresoras 3D o incluso máquinas de coser. Cafetería, restaurante, salas de reuniones o cómodos espacios para jugar a videojuegos... ¿Lo mejor? Lo encontramos en la última planta, el denominado 'Cielo de los libros', donde varios robots-operarios se encargan de organizar y clasificar todos los ejemplares de manera autónoma por los pasillos. Lo dicho: el futuro ya está aquí.
Sin embargo, a escasos minutos alcanzamos otro enigmático edificio, uno de los enclaves culturales más rompedores de la ciudad. Se trata de Amos Rex, un lugar de lo más especial en el que se llevan a cabo rompedoras exhibiciones de arte contemporáneo. Ocupa tanto el mítico edificio del Lasipalatsi, originario de 1936 y protegido por su valor histórico, como los Turku Barracks, símbolo de la presencia rusa en la ciudad durante el siglo XIX. Gozamos de lo lindo visitando su exhibición principal, dando un paseo por las tiendas de diseño que ocupan sus bajos y dejándonos sorprender por las fascinantes cúpulas de su zona exterior. Por supuesto, también nos animamos a catar los que dicen que son los blinis más deliciosos de toda la ciudad en su elegante restaurante.
Para rematar la experiencia arquitectónica nos acercamos hasta dos templos religiosos: Kamppi, conocida como la Capilla del Silencio, ganó el Premio Internacional de Arquitectura en 2010 y se encuentra abierto a todo tipo de confesiones y religiones. Temppeliaukio, conocida como el Templo de la Roca, es otra parada incuestionable.
HORA DE DISFRUTAR DE LA SAUNA EN HELSINKI
Parte importantísima de cualquier viaje que se precie, decidimos que es hora de darnos un capricho. Y, como ya sabemos de qué va aquello de 'donde fueres, haz lo que vieres', nos lanzamos de cabeza a la inmersión: vamos a probar el noble arte de la sauna. ¿Lo mejor? Que el área metropolitana de Helsinki cuenta con una oferta inmensa para todo tipo de usuarios. Nos decantamos por la popular Löyly, una de las más famosas de todo el país y ubicada en la antigua zona industrial del paseo marítimo de Helsinki. Allí nos damos de bruces con el hermoso edificio de madera donde se aloja, que cuenta con tres saunas de leña, una piscina exterior y un restaurante, todo con vistas al Báltico. Una experiencia relajante, sorprenderte y, a la vez, evocadora.
Y DE LA COMIDA...
Pero si hay algo más que nos vuelve locos, es el buen yantar. Y de eso, resulta que Helsinki va también sobrada. No dudamos en reservar una mesita en Wellamo, un coqueto restaurante en Katajanokka cuyos orígenes se remontan a 1975. Una cena de al abrazo de sus tenues luces y del atento servicio de Minna Tuomela, encargada de sala y directora del restaurante, nos permite disfrutar, aún más, de la propuesta gastronómica del chef ejecutivo Dani Hänninen. En el plato, cocina moderna e innovadora basada únicamente en ingredientes locales, orgánicos y de temporada para la que trabajan directamente con pequeños productores. La perfecta velada.
CUANDO LUJO, HISTORIA Y DISEÑO SE UNEN
No escatima Helsinki en opciones de alojamiento. Nosotros nos decantamos, sin embargo, por uno de sus icónicos hoteles, el St. George, que se inauguró en 2018 aunque ocupa un edificio de 1840 diseñado por el arquitecto Onni Tarjanne que, un día, albergó una imprenta. El lujo y la elegancia se dan la mano para ofrecer aquí una estancia inolvidable, poniendo en valor aquellos detalles que hacen que un viaje sea perfecto. 148 habitaciones —además de 5 suites—, 300 obras de arte y, cómo no, mobiliario de diseño, se complementan con un fascinante Wintergarden en el que pasar las tardes escuchando música de piano, cóctel mediante. Un colofón inigualable a la ciudad que nos dejará claro que, sin duda, siempre habrá motivos para regresar a Helsinki.