¿Te gustaría viajar a la luna? Tienes dos opciones: opción 1: hacerte astronauta y cruzar los dedos para que Elon Musk, la Nasa, los chinos o quien sea te lleve a la Luna. Posibilidades: casi cero. Precio: astronómico. Opción 2: leer lo que sigue y visitar alguno de estos cinco parajes naturales de España. Posibilidades: todas. Precio: barato, de andar por casa.
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LA GERIA (LANZAROTE): LOS VIÑEDOS DE LA LUNA
La erupción de 2021 en La Palma duró 85 días. La de Timanfaya, en Lanzarote, 2.055: del 1 de septiembre de 1730 al 16 de abril de 1736. En casi seis años asoló 12 pueblos, cubrió de lava 200 kilómetros cuadrados –la cuarta parte del territorio insular–, mató todo el ganado y hubiese dejado desierta la isla si Felipe V no obliga a los pocos que aún no habían huido a permanecer en ella so pena de muerte. ¿Y qué hicieron aquellos pocos para subsistir en la Luna, porque su isla era de golpe un páramo gigantesco lleno de cráteres, cero apropiado para apacentar ganado y cultivar cereales? Pues lo que hicieron en La Geria: darse al vino. Es decir, cavar hoyos en aquella oscura inmensidad volcánica y plantar vides de malvasía que no se morían de sed gracias a la humedad de los alisios y al rocío que absorbía el negro lapilli o picón. Eso, más los muros circulares con que se protegía y se protege del viento incesante cada cepa, da un paisaje alunizante, como de viñedos en la Luna, y un vino alucinante, valga la aliteración.
¿No dicen los entendidos que los grandes vinos deben saber a terroir, a terruño? Pues este es como meter las narices en el centro de la Tierra: de una Tierra que se parece mucho a su satélite. Para catar este paisaje y estos vinos extraordinarios, como de otro planeta, hay que dirigirse de Mozaga a Uga por la carretera LZ-30 y hacer tres paradas: la Casa-Museo del Campesino, en Mozaga, un homenaje de César Manrique a los esforzados agricultores; las bodegas El Grifo (elgrifo.com), en San Bartolomé, que son las más antiguas de la isla, de 1775; y las bodegas Rubicón (bodegasrubicon.com), en La Geria, que tienen una terraza donde no se puede estar más a gusto a mediodía, saboreando un malvasía seco y un guiso de carne de cabra con la mirada perdida en los viñedos circulares. Es como estar en la Luna, pero bebiendo y comiendo mil veces mejor que un astronauta.
GEBAS (MURCIA): BARRANCOS BLANCOS Y AGUAS TURQUESAS
Badlands. Tierras malas. Así denominan los geólogos a los paisajes áridos que el agua y el viento erosionan sin cesar debido a la falta de vegetación, hasta dejarlos en los huesos. Y así es el paisaje protegido de los Barrancos de Gebas, en la falda oriental de sierra Espuña, un paraje lunar de cárcavas y ramblas blanquecinas y descarnadas donde apenas arraiga alguna que otra matuja de esparto. A dos kilómetros del pueblo que le da nombre, al final de una pista de tierra abierta al tráfico, se encuentra el mirador de Gebas, desde donde se contempla a vista de pájaro este enclave fantasmal, en el cual aflora, como una inmensa gema en medio del desierto, el embalse de Algeciras, cuyas aguas adquieren, dependiendo de la hora y del día, las más fantásticas tonalidades, del verde menta al azul turquesa. Los mares secos y plomizos de la Luna no son tan fotogénicos, ni vistos con el mejor telescopio. Un sendero de cuatro kilómetros permite bajar del mirador al embalse y subir por el mismo camino en tres horas, que pueden ser las últimas de nuestra despreocupada existencia si no vamos bien protegidos con sombrero, manga larga y crema solar de factor 50+, porque aquí el astro rey golpea como una piedra.
A 10 kilómetros de Gebas, en El Berro, se halla la Hospedería Bajo el Cejo (bajoelcejo.com), que es la mejor base de operaciones para explorar este pedazo de la Luna en la Tierra. Está en la ladera de un barranco tan escarpado, que el arquitecto, al verlo la primera vez, dijo que allí no podía construirse lo que Rosa y Andrés deseaban. Pero se pudo. ¡Vaya si se pudo! Las 12 habitaciones de Bajo el Cejo ocupan tres casitas que antaño fueron de carboneros y que están arriba del todo, y un antiguo molino que está abajo, junto a la fuente del Chorrico. El club de calidad Rusticae (rusticae.es) avala la excelencia de esta hospedería rural frecuentada por senderistas, ciclistas y escaladores –cerca están las famosas paredes de Leiva, un murallón de 200 metros de altura con 170 vías–. Y también por pajareros que vienen a observar desde un hide al águila real.
PAISAJE LUNAR DE VILAFLOR DE CHASNA (TENERIFE)
El caminante que sube desde Vilaflor por el sendero PR-TF 72, siguiendo el antiguo Camino Real de Chasna –que en su día recorría toda la isla de Tenerife de sur a norte y de norte a sur–, se tropieza con el Pino Gordo, cuyo tronco de 9,70 metros de perímetro requiere de siete personas para poder ser abrazado. Frente a él se alza el Pino de las dos Pernadas, que dicen los expertos que es el árbol endémico de España –no una especie introducida– más alto: ¡56,70 metros! El caminante –por si alguien, aparte de él, no se había dado cuenta ya– está atravesando el parque natural de la Corona Forestal, un fabuloso bosque de pinos canarios que rodea toda la isla entre los 300 y los 2.700 metros de altura. Pero no ha venido a ver árboles.
Al llegar al mirador de los Escurriales, se abre el pinar y aparece el llamado Paisaje Lunar, una pandilla fantasmal de figuras larguiruchas, como torres de una catedral modernista, que la erosión ha cincelado durante miles de años sobre una ladera de infinitas capas inclinadas de fina ceniza volcánica de color crema. Es como la Luna, pero decorada por Gaudí. El sendero circular PR-TF 72, –el único medio de llegar al Paisaje Lunar– mide 13 kilómetros, tiene una duración de cinco horas largas, está bien señalizado y se describe con todo detalle en tenerifeon.es.
AGUARALES DE VALPALMAS (ZARAGOZA): ‘PIPING’ Y POEMAS
Yendo por la carretera CV-613, entre Valpalmas y Piedratejada, se ven campos de cereales y poco más. Árboles, prácticamente ninguno. Tampoco se ven, pero se huelen, las matas de tomillo, de romero y de ontina. A los dos kilómetros, un letrero que reza “Aguarales” invita a desviarse a la izquierda y a seguir conduciendo otro tanto por un camino de tierra hasta llegar a una hondonada grande como un estadio, erizada de pináculos arcillosos, como estalagmitas llovidas del cielo azul.
Buen lugar para tumbarse, si uno fuera un faquir gigante, pero malo para alunizar, si esto fuera la Luna, que es lo que a la mayoría de la gente le viene a la cabeza al verlo. Otros, los más viajados, dicen que les recuerda al valle de Göreme, donde viven en sus chimeneas las hadas de la Capadocia. Otros, los más estudiados, lo comparan con las cárcavas del Marchal, en la Hoya de Guadix (Granada), donde el mismo proceso erosivo del piping ha disuelto el terreno como si fuera un azucarillo, al filtrarse el agua de lluvia por las grietas de las arcillas y agrandar los conductos subterráneos hasta que finalmente colapsan. Y otros, los más sabios, callan, observan maravillados y repiten en silencio los versos de Félix Landa Otal: “Silente multitud estática, encantada; / fantásticas tangibles imágenes reales; / onírico tumulto de iconos verticales / de abigarrado molde en turba uniformada”. Los Aguarales de Valpalmas están a una hora de Zaragoza, en la comarca de las Cinco Villas. Hay un sendero vallado que sobrevuela el espacio, otro que lo recorre por el interior y paneles informativos que explican cómo apareció la Luna en Aragón.
PISKERRA (NAVARRA): UN PLANETA EN RUINAS
Donde acaba Aragón y empieza Navarra, en el sureste de la Comunidad Foral, están las Bardenas Reales. Y en la Bardena Blanca, la zona más desértica de este parque natural y reserva de la biosfera, está Piskerra, cumbre de 466 metros que domina un asombroso laberinto de montes arruinados. Este paraje lunar no lo han creado 73 años de bombardeos aéreos –desde 1951 lleva funcionando el polígono de tiro de las Bardenas, ahí al lado–, sino la lluvia y el viento incesante, que han moldeado las arcillas, los yesos y las areniscas hasta darles unas formas difíciles de creer.
A veces la capa superficial del terreno, más dura, permanece casi intacta, mientras que la subyacente, más frágil, se desmorona dejando en precario equilibrio columnas delgadas y cabezonas. Cabezos les llaman a esas formaciones, precisamente por eso. Caminar alrededor de Piskerra es como hacerlo sobre dunas petrificadas o entre pirámides a medio derruir. Y es como andar por el peligroso mundo de los Dothraki, porque aquí se rodó la sexta temporada de Juego de tronos.