Cada vez que planificamos huir unos días del bullicio de la ciudad, hay que tener dos requisitos en mente: que sea un lugar que nos aporte esa paz que buscamos, y que cualquier plan gastro allí sea una experiencia única. Es aquí cuando comenzamos a pedir recomendaciones entre nuestros amigos y familiares —o por TikTok— para saber qué sitios merece la pena ver, la lista imprescindible de restaurantes a los que ir, los mejores spots para la puesta de sol… Sin embargo, si lo que queremos es encontrar un lugar que sea un reclamo directo de paz y tranquilidad y que presuma de su buen sabor, hay una región en España que lo cumple en cualquiera de sus facetas.
No es en vano que La Rioja es una de las comunidades autónomas más irresistibles, sobre todo si lo que buscas es degustar buen vino —y de proximidad—. De hecho, las posibilidades para hacerlo son infinitas. Sin embargo, hay una forma de vivir el enoturismo en La Rioja que va más allá de su popular calle del Laurel de Logroño o de sus visitas guiadas por bodegas o pueblos. Hay un lugar en el corazón de La Rioja Alta que nosotros recomendaríamos tanto a aquellos que ya han estado en esta región, como a quienes la visitan por primera vez. Más allá de la tradición vitivinícola de este territorio, existe un paraje en el que puedes dejar atrás el ruido de la carretera, los días llenos de prisas y las largas colas de gente esperando. En medio de unos viñedos, tenemos una de las mayores fincas de la comunidad autónoma —nada menos que 101 hectáreas— que guarda en su interior tres villas. En concreto, se trata de la Finca La Emperatriz, que debe su nombre a su primera propietaria, la Emperatriz Eugenia de Montijo.
El enoturismo como nunca antes lo habías conocido
Aunque esta finca lleva más de un siglo de tradición, desde sus inicios, sus vinos han sido reconocidos por su calidad — en concreto, en el concurso de vinos de la Exposición Universal de 1878—. Tal ha sido el éxito de estos vinos hasta hoy, que sus actuales propietarios, la familia Hernáiz, quisieron que quienes visitaran La Emperatriz tuvieran una oportunidad única de adentrarse en su esencia. De ahí nacieron las tres exclusivas villas que son un reflejo de la exquisitez y buen gusto que caracterizaron a Eugenia de Montijo. Con vistas a los viñedos y a las sierras de Cantabria y Demanda, visitar La Emperatriz y alojarse aquí se puede definir como una experiencia holística.
El buen gusto llevado del alojamiento a la mesa
Si eliges pasar una noche en La Emperatriz, vivirás una experiencia 360. Lo primero que llama la atención nada más entrar es la paz que se respira en el entorno, pero no solo eso, sino que cada detalle refleja la esencia de La Rioja. Empezando por cada una de las villas, que nacen de las estancias que en los años 60 sirvieron para alojar a los trabajadores de la finca. Ahora, se han restaurado de forma minuciosa y se han convertido en pequeños oasis de relajación y belleza, y situadas en plena naturaleza.
Instalaciones totalmente equipadas, que te reciben con la máxima comodidad y productos para disfrutar de primera mano las bondades de esta tierra, como sus kits de aseo BIO —procedentes de cultivos ecológicos—, embutidos de proximidad y, como no, sus icónicos vinos de la Finca La Emperatriz. Eso sí, elige bien tu compañía, porque cada villa tiene una personalidad única, pensadas para familias, grupos de amigas o parejas, y adaptadas a personas con movilidad reducida.
Por si la ubicación de La Emperatriz no fuera privilegiada solo por sus vistas, debes saber que a menos de media hora en coche tienes algunas de las ciudades más bonitas de La Rioja, como Santo Domingo de la Calzada, Haro, Ezcaray y Logroño. Es el punto de encuentro perfecto para conocer esta maravillosa región, las bondades de su tierra y de su gente, y vivir la experiencia del enoturismo desde una perspectiva distinta.