Fue la ciudad que la empujó al estrellato, el puente que conectó sus modestos orígenes en Pensilvania con las mieles del éxito universal. Apenas era una adolescente cuando Taylor Swift llegó a Nashville, una mañana soleada, con la guitarra bajo el brazo. Estaba decidida a comerse el mundo. El resto fue hacer historia.
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Mucho tuvieron que ver estos inicios con la que luego ha sido una carrera meteórica. Porque, aunque hoy está considerada la reina del pop universal, el gran acierto de esta muchacha que componía y escribía su repertorio fue el de revitalizar el género country, que parecía pasado de moda. Y lo hizo con aquellas canciones, por entonces desconocidas, entonadas en estos garitos de madrugada.
SOMBREROS DE COWBOY
Taylor Swift no es, claro, la única estrella a la que la capital del estado de Tennessee agració con su varita mágica. Antes de ella, miles de músicos han venido a probar suerte a la ciudad que recoge la herencia de lo más genuinamente americano. Aquí donde la noche hierve en los honky tonks entre botas puntiagudas de cuero y sombreros de cowboy, la vida se mueve al ritmo de la energía creativa.
La ciudad del country es el séptimo cielo para los peregrinos de este estilo que resuena a todas horas en Broadway Street. Es esta la calle en la que todo pasa, incluidas las jam sesión en las que, de pronto, puede haber una leyenda del mañana. Especialmente al caer la noche, cuando se encienden los neones y las aceras son un bullicio perpetuo de perseguidores de sueños.
DONDE TODO EMPEZÓ
Pero fue en el legendario Bluebird Café donde la autora de Shake it off fue descubierta por el fundador de Big Machine Records. Un local épico, situado en las afueras de la ciudad, en el que cualquiera que se defienda con un instrumento puede presentar sus canciones ante cazatalentos ocultos entre el público.
Cuentan que Swift regresó en 2018 al Bluebird para actuar por sorpresa ante un público maravillado. También cuentan que Fido era su café favorito en el tiempo que pasó en esta ciudad. Un lugar conocido por sus espressos y sus brunchs, en el que la cantante siempre pedía un café con leche sin grasa y con caramelo.
PARA LOS ‘SWIFTIES’
Como la ciudad de la música que es, a Nashville se viene a revivir mitos. Por eso nadie debe perderse The Country Music Hall of Fame, donde, además de descubrir uno de los doscientos Cadillacs que llegó a comprar Elvis Presley, se pueden contemplar algunos vestidos y guitarras de Taylor Swift. Tan familiarizada está con este museo que hasta ha donado algunos millones para la apertura de un Centro Educativo que incluye aulas, espacios de exhibición y actividades interactivas.
A pocos pasos, el Ryman Auditorium, al que se conoce como Mother Church of Country Music, se jacta de acoger espectáculos en los locos años 20, con protagonistas como Katharine Hepburn, Charlie Chaplin o Mae West. Fue aquí donde tuvo lugar el Gran Ole Opry, la transmisión semanal de radio por la que pasaron las estrellas del country. Entre las actuaciones míticas que ha acogido este templo de la música, no puede faltar, claro, la de Swift, incluso en varias ocasiones.
ELVIS PREYSLER Y DOLLY PARTON
Visitar Nashville también pasa por conocer alguno de los sellos discográficos que se suceden en la Music Row, el distrito en el que se concentran las oficinas de la industria musical. Y aunque nuestra protagonista nunca ha trabajado en él, el más legendario es RCA Studio B, donde Elvis grabó más de 200 canciones y donde cuentan que Dolly Parton llegó tan nerviosa a registrar las suyas que chocó su coche contra la fachada.
Más allá de la música, hay otros rincones que permiten escapar del asfalto y la nocturnidad para respirar aire puro. Por ejemplo, los Cheekwood Botanical Gardens, que son doce jardines temáticos en los que empacharse de paz. Pero el pulmón verde de la ciudad será siempre Centennial Park, donde se erige una delirante réplica del Partenón de Atenas. Es el hermoso parque al que canta Taylor Swift en su canción Invisible Strings: “Green was the color of the grass / where I used to read at Centennial Park” (El verde era el color de la hierba / donde solía leer en Centennial Park”).