El bosque del Valle de Ambroz vive estos días en su plenitud, con sus árboles teñidos de tonos ocres y amarillos, las setas brotando por doquier y el recién estrenado reconocimiento de su Otoño Mágico como fiesta de interés turístico internacional. Son 27 años ya los que tiene este festival que se celebra, durante los fines de semana y hasta el próximo 9 de diciembre, con rutas de senderismo, visitas guiadas, jornadas gastronómicas, teatro y música (visitambroz.es).
La estrecha carretera que parte del vecino valle del Jerte en dirección al puerto de Honduras y serpentea entre castaños, robles y piornales es un buen inicio para descubrir la naturaleza de estas tierras extremeñas. Su punto más alto espera a 1440 metros de altura, desde donde se divisa una panorámica excepcional de la Vera y el macizo de Gredos al fondo. En una finca ganadera cercada, pero accesible, está el monumento a los montañeros, con una campana que todo aquel que alcanza el puerto debe hace sonar.
Al final de la carretera está el pueblo de Hervás, que tiene uno de los barrios judíos mejor conservados de España. Paseando por las calles empedradas de su bonito conjunto histórico de arquitectura tradicional se ven casas de piedra y de adobe con madera de castaño, fachadas con flores y también rincones singulares, como la travesía del Moral, la calle más estrecha de España, con apenas medio metro de anchura y el puente medieval de la Fuente Chiquita, sobre las aguas del río Ambroz.
Los amantes de las motos disfrutarán en el Museo de la Moto Clásica (museomotoclasica.com) y los senderistas haciendo una de las excursiones más conocidas y bellas del valle, la que lleva, en 6 kilómetros, a La Chorrera, un salto de agua de casi 30 metros de altura.
Y de la esencia judía a la herencia romana de Baños de Montemayor, porque a 7 kilómetros de Hervás se encuentra esta parada de la Vía de la Plata, la que se extendía desde Emérita Augusta hasta Astúrica, y de la que se conservan dos tramos en las salidas del pueblo. Un centro de interpretación en la calle Castañar permite conocer la historia de sus termas del siglo II a.C., cuyas aguas tienen propiedades mineromedicinales.
También es una buena parada el pueblo de Abadía, rodeado de dehesas y con un palacio, el de Sotofermoso, con patio mudéjar y jardines renacentistas, que sirvió de lugar de descanso a importantes escritores del Siglo de Oro, como Lope de Vega. Pero hay que seguir todavía un poco más, 9 kilómetros, para alcanzar Segura del Toro, la localidad más antigua del valle, de lo que da fe el verraco vetón del siglo V a.C. que adorna la plaza del Ayuntamiento. Este pequeño y encantador pueblo (apenas tiene 200 habitantes) está enclavado sobre un risco del macizo de Tras la Sierra, lo que hace de él un mirador excepcional al valle.
Lo que no hay que perderse en Segura del Toro es la excursión que lleva a los castaños del Temblar. La ruta, de 4 kilómetros (ida y vuelta) discurre por un camino bastante accesible que sobrevuelan gavilanes y águilas calzadas y sigue el curso del Arroyo del Temblar. En una finca cercada están cinco robustos castaños catalogados como árboles singulares por su antigüedad. Hondanero es el más valioso y mejor conservado de Extremadura; Del Arroyo, el más viejo, con 800 años de vida; mientras que Retorcío, Bronco y Menuero rondan los 25 metros de altura y el perímetro de sus troncos alcanza los ocho metros de diámetro. La finca permanece cerrada desde octubre hasta enero por la recolección de las castañas, pero se pueden ver bordeándola.
LA FIESTA DE JARANDILLA DE LA VERA
En otoño también La Vera se viste de fiesta, la que se celebra cada mes de diciembre en Jarandilla en honor a la Virgen de la Concepción: Los Escobazos. De interés turístico nacional y de origen pastoril, tiene sus raíces en la tradición de los pastores que bajaban de la sierra alumbrándose con escobones encendidos, elaborados a modo de antorcha con un arbusto llamado ‘escobera’.
Al atardecer del 7 de diciembre, las calles del pueblo se inundan de luz y fuego mientras los vecinos esperan la llegada del Mayordomo, que porta el estandarte con la imagen de la Virgen. La procesión, iluminada por las escobas encendidas, recorre el pueblo con caballerías, ofreciendo todo un espectáculo visual. La fiesta continúa durante toda la madrugada, con hogueras de familiares y grupos de amigos que aprovechan la ocasión para tomar vinos de pitarra y productos típicos.