Sudáfrica es uno de esos lugares del planeta donde, en cada rincón, la naturaleza aprovecha la mínima oportunidad para mostrar su rostro más puro, sorprendente y salvaje. Y Madikwe, la quinta reserva natural más grande del país, ofrece una experiencia inolvidable para aquellos que se atreven a escuchar su llamada. Esta reserva, situada en la provincia del Noroeste, cerca de la frontera con Botsuana y el desierto de Kalahari, es un santuario de 750 kilómetros cuadrados donde el paisaje de la sabana se despliega con todo su esplendor.
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Bajo un cielo infinito y la mirada vigilante de las distintas especies que la habitan, Madikwe es mucho más que un espectacular destino turístico, es una oportunidad única para adentrarse en el corazón del continente africano. Y es que, a diferencia de su famoso vecino, el Parque Nacional Kruger, Madikwe ofrece una experiencia más íntima y exclusiva, pues sigue siendo un enclave relativamente desconocido para el turismo internacional.
Nada más atravesar una de las cinco puertas de entrada a la reserva, la experiencia en África comienza a bordo de un enorme todoterreno descubierto. Mientras el vehículo avanza, es imposible escapar a la sensación de estar inmerso en un documental de National Geographic. Durante los game drive (safaris), que se realizan al amanecer y al atardecer, los colores dorados de la sabana se llenan de vida con la aparición, a cada paso, de jirafas, impalas, cebras, licaones (la reserva es uno de los mejores lugares de Sudáfrica para contemplar esta especie en peligro de extinción) y un sinfín de animales.
Aquí la vida salvaje aparece en cada giro del camino, entre arbustos y acacias, pero, sin duda, el mayor premio para cualquier visitante es lograr el avistamiento de los llamados Big Five: león, elefante, rinoceronte negro, búfalo y leopardo. Estas criaturas, conocidas por ser las más imponentes y peligrosas para el ser humano, simbolizan el espíritu indomable de África.
Los safaris a bordo de los todoterreno son, sin duda, momentos cargados de emoción. Pero nada se puede comparar a la experiencia de participar en un bush walk, un recorrido a pie atravesando la sabana. Nosotros nos aventuramos por la reserva una mañana a primera hora, cuando el sol apenas ha comenzado a despuntar por el horizonte. “Pase lo que pase, no corráis”, nos advierte Ernie, nuestro ranger, un momento antes de mostrarnos cómo manejar el rifle que lleva al hombro. “Es solo una precaución, por si a mí sucediera algo”, añade.
Su sonrisa pretende ser tranquilizadora, pero es difícil no sentir cierta inquietud sabiendo que, por esos mismos parajes por los que caminamos ahora –a cada paso encontramos huellas y excrementos de todo tipo de especies–, han pasado, hace poco, temibles depredadores que estarían encantados de convertirnos en su desayuno. Caminamos en fila, en absoluto silencio, mientras solo se escucha el sonido amortiguado de nuestras pisadas en el aparente silencio de la sabana. El aire está cargado de expectativa, y la recompensa no se hace esperar: una manada de elefantes está alimentándose a apenas unas decenas de metros. Es una visión tan majestuosa que deja sin palabras.
En la inmensidad de la sabana, los momentos más impactantes se producen, casi siempre, de forma inesperada. Otra tarde, de nuevo a bordo del todoterreno, Ernie nos conduce hasta un lugar donde, según advierten otros rangers por radio, un león ha cazado un kudú. Al llegar, el rey de la sabana descansa junto a los restos de su presa, vigilando de cerca mientras varios chacales y una gran hiena manchada aguardan con cautela y paciencia una oportunidad. La presencia imponente del felino, con su característica melena y el instinto depredador que transmiten sus profundos ojos amarillos, nos recuerdan que en Madikwe el ser humano es un mero invitado, testigo de un ciclo natural tan bello como brutal.
Pero Madikwe no es solo sinónimo de vida salvaje. Además de los game drives y los safaris a pie cargados de adrenalina, la reserva cuenta con alojamientos de lujo que permiten disfrutar del entorno con todas las comodidades modernas. Madikwe Safari Lodge, por ejemplo, ofrece en sus cuarenta plazas una experiencia única con sus lujosas suites y piscinas privadas, donde los huéspedes pueden relajarse y observar la fauna desde la comodidad de sus habitaciones. Este espléndido establecimiento también permite descubrir una de las tradiciones culinarias más características del país, la barbacoa Boma (o braai, como se conoce más popularmente entre los locales), en la que se cocinan a la brasa distintas carnes de pollo, cordero o cerdo, y en la que destacan las boerewors, unas sabrosas salchichas.
Otro establecimiento que destaca por su exclusividad es el Mateya Safari Lodge, un refugio enclavado en las colinas rocosas de Gabbro, desde donde se disfruta de unas vistas impresionantes de la sabana. Este lodge cuenta con solo cinco suites de lujo, equipadas con todas las comodidades, y capacidad para un máximo de diez huéspedes. Esta limitación garantiza una atención personalizada y una privacidad absoluta, en un entorno rodeado de elegantes zonas comunes decoradas con un gusto impecable y enriquecidas con una magnífica colección de obras de arte.
Por su parte, el Royal Madikwe Luxury Safari Lodge ofrece una combinación de sofisticación y cercanía a la naturaleza, ideal para quienes buscan una experiencia inolvidable de lujo y aventura. Este alojamiento está dirigido por el matrimonio formado por Cherie y Adam Whitfield, dos apasionados de la naturaleza que viven allí desde 2011 con sus tres hijos. Con capacidad para 17 huéspedes, el Royal Madikwe ofrece la posibilidad de alojarse en alguna de sus tres suites dobles o en una de sus dos exclusivas villas (con capacidad para cinco y seis personas, respectivamente).
Desde la seguridad y comodidad de la terraza privada de una de estas suites, con una bebida refrescante en mano y la piscina al alcance, se puede observar, a cualquier hora del día, el fascinante desfile de animales –elefantes, búfalos, cebras, entre otros– que se acercan, casi en una especie de peregrinación, a saciar su sed en la gran charca situada frente a las suites y villas privadas.
Al final del día, cuando el sol se oculta y los grandes felinos se disponen a salir en busca de alimento, el tiempo parece detenerse en Madikwe. Sin embargo, esta quietud es solo una ilusión; bajo el manto de oscuridad, la lucha por la supervivencia apenas comienza para muchos habitantes de la sabana. A lo lejos, resuena el rugido de un depredador, y aunque estamos resguardados en la seguridad de nuestro lodge, es inevitable no sentir un escalofrío. Es una respuesta primitiva, la llamada de lo salvaje, un recordatorio de que, en el fondo, también somos parte de este planeta indomable, increíblemente bello.