Primero será el sonido, atronador, el que nos advertirá que nos hallamos más cerca de lo que imaginamos del gran tesoro. Un estruendo que aumentará poco a poco de magnitud conforme avancemos por los sederos que, ya sea del lado de Zimbabue, o el de Zambia nos conducirán entre la densa vegetación hasta alcanzar la revelación.
-Así son las cataratas y cascadas más insólitas, majestuosas y casi desconocidas
Las cataratas Victoria, aquellas que los locales denominaban Mosi-oa-Tunya (“el humo que truena”) y que Livingstone descubrió al mundo occidental allá por 1855, aparecen ante los ojos del viajero esbeltas e imponentes, deslumbrantes y únicas, para demostrar que el poder y la belleza de la naturaleza es insuperable. Descubrir su espectacularidad, no importa de qué manera se haga, supone una experiencia irrepetible que jamás se podrá olvidar.
Un poco de contexto
Hacer de barrera natural entre dos países del sur de África hace que esta maravilla declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1989 sea visitable desde ambas fronteras. En el lado de Zimbabue forma parte del Parque Nacional de las Cataratas Victoria, mientras que, en Zambia, el parque que las acoge es el de Mosi-oa-Tunya. La brutalidad de la escena es de tal calibre que, hasta la simple intuición de su presencia, al oírlas en la distancia, pone ya los vellos de punta.
Las cataratas Victoria, como las bautizó el misionero y explorador escocés Linvingstone en honor a la reina Victoria tras contemplarlas por primera vez en 1855, son un milagro paisajístico que se despliega a lo largo de 1,7 kilómetros de ancho y 108 metros de alto. Cifras que, a priori, quizás no nos digan demasiado, pero que resultan abrumadoras en el instante en el que somos conscientes de un detalle más: cuando el Zambeze alcanza la serie de desfiladeros basálticos por el que se precipita, el espectacular salto de agua en el que 1,1 millones de litros se desploman al vacío por segundo provoca que la nube de vapor que se crea en torno a ella sea visible desde más de 20 kilómetros de distancia. Una fantasía visual como pocas existen en el planeta.
Disfrutar del espectáculo a pie
Decidir desde cuál de las dos perspectivas merece más la pena contemplar las Victoria, no resulta nada sencillo. No en vano, sí es cierto es que el Zambeze discurre, en su última etapa antes de convertirse en catarata, por territorio de Zambia, por lo que desde Zimbabue la visión resulta siempre algo más completa al contar con cierta distancia. Aún así, cada una de las riberas regala una experiencia distinta que emociona y fascina a partes iguales.
Sea como sea, los nervios estarán presentes desde el mismo instante en el que nos acerquemos a la taquilla de cualquiera de los dos parques para acceder a su interior. En Zimbabue caminaremos por un sendero que discurre a lo largo de kilómetro y medio por la ribera sur en paralelo a los acantilados. Pasear por él permite disfrutar de hasta 16 miradores, cada uno con una perspectiva distinta, desde los cuales contemplar las cataratas en todo su esplendor. El vapor acompaña de la misma manera que lo hace el ensordecedor sonido del río al precipitarse al vacío por el desfiladero.
Del lado de Zambia, la visión es bien distinta, ya que se puede observar el último tramo de Zambeze antes de alcanzar el vacío. Eso sí, al contrario de lo que sucede en Zimbabue, la vista de las cataratas resulta mucho más estricta. Una serie de grietas lleva a sus aguas a desplomarse entre roca basálticas visibles desde las pasarelas de madera que se despliegan junto a paredes verticales. El vértigo se siente presente: la fuerza de la naturaleza es aquí ingobernable. Un chubasquero nunca estará de más para evitar acabar empapados, aunque tratándose de las Victoria, más que un problema, será un placer.
Una vez frente a ellas, sucederá: las horas pasarán sin control admirándolas, entregados al puro goce de saber que, ante nosotros, se despliega una de las maravillas del mundo. Y mientras esto sucede, la escultura en piedra del mismísimo David Livingstone, con su Biblia en la mano, observará desde su pedestal cómo nos dejamos embelesar por la estampa de la misma manera que lo hizo él casi 170 años atrás. De compañía, por si fuera poco, un buen puñado de babuinos que no tendrán problema alguno en saltar de un lado a otro o asomarse a los acantilados.
Los viajeros más osados, eso sí, siempre tendrán la oportunidad de apostar por vivencias más adrenalíticas con actividades ofrecidas en la zona como el rápel, el puenting o la tirolina. ¿Quién dijo miedo?
Desde las aguas del Zambeze
Si unas líneas atrás hablábamos de adrenalina, la cosa ahora se pone seria. Una de las propuestas más emocionantes con las que animarse en torno a las Victoria nos lleva al límite de estas desde el agua. Se trata de la ‘Devil´s Pool’, la popular Piscina del diablo, que resulta ser una poza en el mismísimo borde de las cataratas en la que está permitido el baño —previo pago para el acceso— siempre y cuando, eso sí, sea temporada baja y el caudal sea más escaso. En época de lluvias el riesgo sería tal que se trataría algo impensable.
Pero el disfrute del enclave desde el agua va más allá, y no son pocas las empresas del lado de Zambia —una de las más populares, Livingstone´s Adventure (livingstonesadventure.com) — que ofertan paseos por el Zambeze para disfrutar del entorno desde una perspectiva alternativa. Es del todo recomendable hacerlo justo antes del atardecer y disfrutar así de una copa de vino mientras se contempla la flora y fauna autóctonas interactuando en su máximo apogeo. ¿Hipopótamos en las orillas? ¿Un elefante bañándose en el río? ¿Cocodrilos asomándose tímidamente desde el agua? Todo es posible aquí. De fondo, cómo no, el sonido atronador de las Cataratas Victoria, y como guinda al pastel, una de esas puestas de sol en las que el cielo se torna rojo fuego. Escenas que solo África, la Madre Tierra, es capaz de regalar.
Pero, si se opta por la parte zimbabuense, nada como animarse a practicar rafting por el río Zambeze tomando algunos de los rápidos más espectaculares del mundo: aquellos que se forman en las profundas gargantas de Batoka Gorge, bajo las propias cataratas. Una zona colmada de tramos de clase III a V, como The Devil´s Toilet Bowl u Oblivion, que asegurarán una experiencia de lo más emocionante.
Cataratas Victoria... ¿desde el aire?
¿Por qué no? Y esta vez valdrá para cualquiera de los dos países fronterizos, pues en ambos existen múltiples empresas de turismo activo en las que se ofertan la vivencia incomparable de sobrevolar las cataratas en nada menos que helicóptero. Una excursión de apenas 12 minutos en los que contemplar la belleza descomunal de este regalo de la naturaleza desde las alturas, lo que permite apreciar la inmensidad del fenómeno, así como la brutalidad de sus aguas desplomándose por la inmensa grieta.
Para aquellos más valientes, un pasito más: desde Livingstone´s Adventures, en Zambia, proponen también otra manera de disfrutar de las cataratas desde el aire, y esa es en ala delta a motor. En manos de uno de sus talentosos guías llegará el momento de rodar por la pista hasta coger suficiente velocidad y lanzarse al cielo jugando con las corrientes de aire y la ligereza de este medio de transporte. Subiendo y bajando en altura, dejando que las pulsaciones se aceleren sin control, se podrá observar infinidad de especies animales como hipopótamos o elefantes desde el cielo. ¿Lo mejor? Cuando, al sobrevolar las propias cataratas, el piloto apaga el motor para dejar que el ala delta fluya sin que absolutamente ningún ruido enturbie el momento. Tras 20 minutos de puro goce, llegará el momento de tomar tierra de nuevo, aunque el recuerdo perdurará en la memoria por mucho tiempo más.
Dónde dormir cuando se descansa en el paraíso
Uno de los hoteles de lujo más conectados con las propias Cataratas Victoria es, no hay duda, el Royal Livingstone Victoria Falls Zambia Hotel by Anantara (www.anantara.com/en/royal-livingstone), ubicado en el corazón del Parque Nacional Mosi-oa-Tunya, en Zambia. Un oasis de lujo y exclusividad a los pies del propio Zambeze que es al mismo tiempo una suerte de mirador privado con acceso directo al espectáculo que las Victoria ofrece 24/7. Sin trampa ni cartón. Alojarse en este emblema del hospitality supone tener el privilegio de contemplarlas en absoluta soledad, pudiendo acceder a ellas incluso antes de que el parque abra al público.
Pero no solo eso: sus suites, repartidas en coquetos edificios a lo largo de la ribera del Zambeze, se hallan rodeadas de espléndidos jardines en los que habitan, también, ejemplares de fauna autóctona. Será normal que familias completas de monos sorprendan al caminar por sus senderos, o bañarse en la piscina mientras un grupo de cebras descansa a nuestro lado. Jirafas, impalas, e incluso algún elefante —estos, en la distancia— aderezarán la experiencia. Una estancia que irá aún a más al disfrutar de un desayuno o cena en su plataforma flotante: con el “humo que truena” desvelándose a