7 ciudades a orillas del Loira (o sus afluentes) para próximos city-breaks

© Manfred Gottschalk / Alamy Stock Photo

ANGERS

Esta ciudad, que llegó a ser real, se ha ganado con mérito ser Patrimonio de la Humanidad, pues es un auténtico museo al aire libre, con un impresionante castillo con puente levadizo y altas torres que se reflejan en las aguas del río Maine –afluente del Loira– y un casco histórico lleno de vida. Da un paseo por él e irás descubriendo entre animadas plazuelas, calles peatonales, casas con entramado de madera, tiendas y anticuarios, la extraordinaria catedral de Saint-Maurice, la galería David d’Angers, la Maison d’Adam, el museo de tapices Jean Lurçat, el de Bellas Artes, un gran parque y hasta un lago. Al acabar la tarde, la plaza del Ralliement es el mejor lugar para tomar el pulso a la ciudad.

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CLISSON

En medio de un paisaje de viñedos, Clisson recuerda a la Toscana, y no solo por el entorno, también por ese aire que se respira en. sus callejuelas, sus bonitas casas con tejados de teja roja, sus iglesias, jardines y pequeñas tiendas de reminiscencia italiana. Tiene su explicación, pues en el siglo XVIII, los hermanos Cacault, artistas de Nantes, se asentaron en esta ciudad después de una estancia en Italia y junto a su amigo y mecenas François -Frédéric Lemot comenzaron a reconstruir la ciudad inspirados en la arquitectura de la Toscana. De época medieval, Crisson conserva un poderoso castillo junto al río Sêvre.

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Dar un paseo por el parque de la Garenne-Lemot, que se extiende a orillas del Sêvre y es de los más románticos de la región del Loira.

Degustar el afrutado vino Muscadet, que nunca puede faltar en las mesas de los restaurantes locales. 

GUÉRANDE

Desde tiempos inmemoriales, este lugar causó sensación. Y así fue por su paisaje de salinas, un inmenso y colorido mosaico donde ya los romanos se afanaban en la recogida de la sal, los medievales exportaban cientos de barcos cargados de ella y hoy una nueva generación de salineros perpetúa de manera artesanal el oficio que tanta prosperidad ha dado a esta villa. Pero no se queda aquí, porque Guérande también sorprende con una imponente muralla de 1400 metros de piedra donde se alternan torres y puertas espectaculares, como la de Saint-Michel. Dentro de este cinturón de piedra, una preciosa ciudad medieval de calles estrechas donde abren sus puertas talleres artesanos y tiendecitas, casas de entramado de madera, la colegiata de Saint-Aubin... Todo muy coqueto, como lo disfrutaron Flaubert o a Balzac.

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LAVAL

Desde la ribera del río Mayenne se toma la mejor foto de Laval, con el puente que lo cruza y la torre del homenaje de su castillo reflejándose en él. Dentro de este, una sorpresa mayúscula: la mejor colección de arte naif en Europa, un homenaje al pintor Douanier Rousseau, que nació aquí. Antes o después de visitarlo esperan sus encantadoras callejuelas medievales, la imponente Puerta Beucheresse, la Maison du Grand Veneur en la Grande Rue y el Lactopole, su museo de la leche.

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LE MANS

Muchos rincones de esta ciudad resultan familiares, pues son numerosos los rodajes que acogen sus calles, empezando por la histórica Cyrano de Bergerac. El casco antiguo, encerrado dentro de una impresionante muralla romana asomada al río Sarthe, se presta a ello. Placitas con encanto, como la de Jacques Dubois; calles empedradas, como la dedicada a la reina Berenguela, la des Cahonines o la Grande Rue; casas señoriales; la catedral de Saint-Julien… Una ciudad para gourmets, paseantes y hasta para locos del volante gracias a las 24 horas de Le Mans y su circuito de la Sarthe.

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NANTES

La ciudad en la que nació Julio Verne no tenía que ser moderna e innovadora y aunque posee una rica historia marítima y fluvial y un enorme patrimonio acumulado durante siglos, con una catedral cuyas bóvedas superan en altura a las de Notre-Dame, el castillo de los Duques de Bretaña, el Museo de Bellas Artes, la espectacular galería Pommeraye y los barrios medievales de la Judería y de Bouffay. Pero Nantes siempre soñó con ser una ciudad joven y lo es, con arquitecturas firmadas por Dominique Perrault o Jean Nouvel; centros e instalaciones de arte contemporáneo, sus festivales o las Máquinas de la Isla.

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SAINT-NAZAIRE

Con sus grandes buques, sus puentes con tirantes, grúas, barcas de pesca… Saint-Nazaire es, ante todo, un puerto, el mismo en el que Tintín, su perro Milú y sus acólitos buscaban al profesor Tornasol en Las siete bolas de cristal, y también sus astilleros, donde se han construido centenares de navíos y trasatlánticos legendarios. Símbolo de la nueva Saint-Nazaire es Escal'Atlantique, la gran base de submarinos reconvertida en atracción turística que rinde homenaje al mundo de los transatlánticos. Frente a ella, en otra base, el submarino francés Espadon, y más allá, un litoral con 20 kilómetros de playas de arena fina, acantilados y grutas unidas por un agradable sendero costero, el de los aduaneros.

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SAINTE-SUZANNE

Sobre un promontorio rocoso que domina el valle del Erve se levanta la fortaleza de esta ciudad medieval en el top de las villas más bonitas de Francia. A su fabuloso castillo, convertido en un dinámico centro de interpretación de la arquitectura y del patrimonio, suma callejuelas repletas de casas antiguas, el agradable paseo de la Poterne, que recorre las murallas y regala una bonitas vistas del apacible paisaje arbolado circundante... 

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