Los castañares son para el otoño, cuando viran del verde al amarillo y los senderos y los bolsillos de caminante se llenan de sus frutos bajos en grasas y azúcares y a tope de vitaminas, minerales y fibra. Olvídate de las barritas energéticas y del Fave de Fuca y ven a pasear por cualquiera de estos seis bosques, el que te pille más cerca de casa.
1.CASTAÑAR DE LOS OJESTOS (CÁCERES)
San Martín de Trevejo es uno de los pueblos más bonitos de España (lospueblosmasbonitosdeespana.org), un precioso lugar de la sierra de Gata, en el noroeste de Cáceres, lleno de fuentes y regatos –arroyus, los llaman allí– que corren alegremente por las calles, entre tradicionales casas de entramado de madera.
Junto a una de esas fuentes, la del Pilón das Hortas, nace una calzada medieval que nos llevará en un par de horas al puerto de Santa Clara, paseando bajo el dosel sombrío y nutritivo del mayor castañar de Extremadura, el de los Ojestos. Como a una hora del inicio, descubriremos a los 'Abuelos', dos árboles descomunales, inmunes al hacha y al rayo, al chancro y al pirómano. Y media hora después, cruzaremos el río de la Vega, que en otoño crea unas buenas chorreras.
El camino forma parte del sendero PR-CC 184 o Ruta de A Fala (fexme.com/senderos/pr-cc_184_ruta_a_fala/), bien señalizado con letreros y marcas de pintura blanca y amarilla. Después de la caminata, un mojo de bacalao y una pluma ibérica en el restaurante Saboris de Sempris (@saborisdesempris), y como nuevos.
2.CASTAÑOS DE LA PESANCA (ASTURIAS)
Le llaman río del Infierno, pero el valle por el que baja brincando es el paraíso. Allí, al pie de las montañas del concejo de Piloña (tierradeasturcones.com), se halla La Pesanca, el área recreativa más antigua de Asturias.
Aunque, para antiguos, los castaños inmensos que asombran sus mesas y sus praderas ribereñas. En La Pesanca acaba la carretera PI-4, que sube por el valle procedente de Infiesto, la capital del concejo, y arranca una pista de tierra que permite caminar cómodamente río arriba por un bosque cada vez más cerrado de castaños, alisos, robles y hayas. En media hora se llega a la Lanchosa, un estrecho tajado a lo largo de miles de años en la roca caliza por el río del Infierno, que se encabrita en espumeantes cascadas.
Se puede seguir subiendo un par de horas, hasta la foz de Moñacos, o se puede volver tranquilamente por donde se ha venido y bajar en coche a Espinaredo, el pueblo de Asturias que más hórreos tiene: 26. Y más antiguos. ¿Más que los castaños de La Pesanca? Mucho más. Hay uno de 1548.
3. PARADA DO SIL (OURENSE)
A los enormes castaños que rodean el monasterio medieval de Santa Cristina, en Parada do Sil (paradadesil.es), se les atribuyen propiedades mágicas, como la de curar el tarangaño, o raquitismo, a quien pasa a través de sus troncos huecos.
Se puede ir a verlos en coche, pero si no queremos que las piernas se nos queden raquíticas, iremos mejor a pie siguiendo el sendero PR-G 98 (turismo.ribeirasacra.org/ruta/pr-g-98-canon-do-sil-santa-cristina), una ruta circular señalizada de 18 kilómetros y seis horas de duración, con un atajo bien indicado que la reduce a la mitad.
Por este camino veremos otros muchos grandes castaños –como el milenario de Entrambosríos–, el vertiginoso mirador de los Balcones de Madrid y la ruina del monasterio de Santa Cristina, uno de los monumentos más bellos y famosos de la Ribeira Sacra. Mencionado ya en el siglo X, este lugar es puro y emocionante románico: la fachada con arquivoltas de medio punto, el rosetón, la cubierta de madera, la traza de la nave única, la torre almenada…
4. FRAGA DE CATASÓS (PONTEVEDRA)
Junto la carretera N-525, que une Ourense y Lalín (turismo.lalin.gal), tres kilómetros antes de llegar a esta última población, está la fraga de Catasós, un bosque de castaños y robles gigantescos, que hace que los caminantes se sientan diminutos, casi como hormigas.
Paseando por el sendero perimetral que lo rodea –muy cómodo y bien señalizado, de poco más de un kilómetro–, se descubre el tocón de un coloso derribado en 1984 por el huracán Hortensia, en el que se ven y se cuentan 300 anillos de crecimiento, uno por año, hasta llegar a su corazón, formado a finales del siglo XVII.
Estos árboles son los que tienen la mayor tasa de crecimiento anual de toda Europa, gracias a un clima y a un suelo ideales, y a que no han sufrido jamás poda alguna, pues nunca se trató de mejorar ni aprovechar sus frutos. En cambio, eran muy apreciados para hacer con su madera las vigas de los pazos. Antes o después de pasear, podemos conocer a otro gigante: el cocido de Lalín. Tarda cuatro días en hacerse y lleva casi un cerdo entero. El que hacen en el restaurante Cabanas (restaurantecabanas.com) es de los mejores.
5. CASTAÑAR DE EL TIEMBLO (ÁVILA)
En el extremo oriental de la sierra de Gredos, donde Ávila y Madrid se tocan, crece uno de los castañares más bellos y céntricos de España, el de El Tiemblo, y dentro de él, lo hace El Abuelo, un ejemplar monstruoso de más de 500 años y 16 metros de perímetro.
No está en la flor de la edad, ciertamente, pero aún sigue retoñando y asombrando –en todas las acepciones del verbo– a quien se acerca a su desmesurado tronco hueco, que es como la boca de un gigante de cuento y el senderista, a su lado, como Pulgarcito. Una pista forestal asfaltada de ocho kilómetros permite acercarse en coche desde El Tiemblo hasta el área recreativa de El Regajo.
Luego solo hay que seguir a pie el sendero PRC-AV 54 (Senda de El Castañar), perfectamente señalizado, circular, de un par de horas de duración. Al poco de echarnos andar –unos 20 minutos– saludaremos a El Abuelo. Como este castañar dista solo 80 kilómetros de Madrid y una creciente multitud desea verlo, sobre todo en otoño, los fines de semana de dicha estación el aforo está limitado y hay que pagar entrada. Más información, en eltiemblo.es/el-castanar.
6. SIERRA DE ARACENA (HUELVA)
La sierra de Aracena, el norte húmedo y boscoso de Huelva, es un lugar ideal para practicar en otoño deportes al aire libre. Los cerdos ibéricos hacen trail running bellotero y pasan los mejores meses de su corta vida correteando por las dehesas de encinas y alcornoques, lo que les permite asimilar todos los nutrientes e infiltrar las grasas entre sus fibras musculares y lo que da a su jamón una textura y un aroma inconfundibles.
Los humanos hacen algo parecido, senderismo castañero, que consiste en recorrer los caminos bordados de huertos de castaños, llenándose los carrillos de los frutos que caen del cielo, como si fuera el maná. Más sano que quedarse sentados en el bar comiendo jamón ibérico, por mucho que este aumente el colesterol bueno, ya es. Un camino ideal para ello es el sendero circular de 17,5 kilómetros y cinco horas de duración que une Fuenteheridos, Galaroza y Castaño del Robledo. Se describe con detalle en turismosierradearacena.com/sendero-fuenteheridos-galaroza-castano-del-robledo