Más allá de por su aeropuerto, elegido por infinitas aerolíneas lowcost para acercar el resto de Europa al norte de Italia, Bérgamo resulta una completa desconocida para el común de los mortales. Una ciudad que, sin embargo, reúne todas las características como para prevalecer entre los destinos de obligada visita en la región de Lombardía. Quizás debido la magnificencia de la vecina Milán, o al romanticismo que rodea la bella Venecia, la cuestión es que Bérgamo ha pasado sin pena ni gloria por los circuitos clásicos de Italia... hasta hoy.
Porque venimos a descubrirte las muchas razones por las que vas a querer que esta majestuosa ciudad colmada de excusas medievales, históricas y culinarias, se convierta en tu próxima escapada. Una urbe coqueta, recogidita y fácil de explorar a pie —siempre y cuando se tenga buen fondo físico, si no, para eso están los funiculares— que te sorprenderá a cada paso. ¿Listo para dejarte guiar? Empezamos.
Dos ciudades, un corazón
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la ciudad medieval de Bérgamo despliega su belleza sobre una de esas colinas que van alertando que los imponentes Alpes ya se hallan cerca. Se encuentra dividida en dos partes bien diferenciadas, la Cittá Alta y la Cittá Bassa, pero es en la primera de ellas donde concentra la mayor parte de sus bondades.
Un recorrido por sus calles adoquinadas, parando en sus imponentes edificios civiles e iglesias, supone un viaje en el tiempo a la Edad Media, época en la que Bérgamo fue conquistada por la República de la Serenissima de Venecia, que la convirtió en lo que, en gran parte, es hoy. De hecho, de aquellos tiempos —los venecianos estuvieron nada menos que 350 años— son las vetustas murallas que se construyeron en torno a la ciudad para protegerla. Inmensos muros que hoy los viajeros aún tienen que atravesar para llegar al corazón más palpitante de la urbe.
Alcanzar la parte alta de la ciudad desde la Cittá Bassa (ciudad baja), donde es la versión más moderna de Bérgamo la que impera, es toda una aventura: el funicular que, desde hace más de 120 años, salva a los locales y forasteros de tener que hacer a pie el enorme desnivel que las separa, continúa hoy conectando pasado y presente a diario. De esta manera se alcanza en solo varios minutos la piazza del Mercato delle Scarpe, donde antiguamente se concentraban los negocios de zapatería. Un punto de partida ideal desde el que explorar todo un universo de estrechas callejuelas flanqueadas por fachadas, palacios y rincones de lo más peculiares. Cada detalle, cada esquina, merece prestarle la máxima atención.
Sin embargo, el punto caliente de toda esta zona se halla en la Piazza Vecchia, alzada sobre el lugar en el que en el pasado se halló el antiguo foro romano. Hoy es hogar de coquetos cafés y pequeñas tiendas de recuerdos que aportan un ambiente de lo más bergamasco al lugar. También luce en su centro la Fuente Contarini, cuyas esfinges captan todas las atenciones.
Al lado, por supuesto, el Palazzo della Ragione (Palacio de la Razón), un vetusto edificio cuyos orígenes se remontan al siglo XII y que ha servido, a lo largo del tiempo, de ayuntamiento, teatro y hasta de biblioteca.
Aunque si hay una visita obligada en este enclave, es el Campanone, la torre cívica de 52 metros que sustenta una enorme campana que, desde hace cientos y cientos de años, repite la misma escena: los 100 tañidos que suenan a las 10 de la noche cada día, y que servían para avisar a los habitantes de Bérgamo de que las puertas de la muralla estaban a punto de cerrarse, continúan poniendo los vellos de punta.
Magnificencia por doquier
La grandeza de la basílica Santa Maria Maggiore deslumbra nada más alcanzar la vecina piazza del Duomo. Un lugar de paso y de encuentro, de admiración y de conexión. Aquí se es consciente, una vez más, del infinito valor patrimonial con el que cuenta esta urbe a veces ignorada: es el momento de darle su lugar.
Admiramos su fachada románica antes explorar el interior, donde es el barroco el que estalla. Aquí descansan los restos de Donizetti, compositor de ópera bergamesco nacido en el siglo XIX cuya casa natal también merece una parada —para escuchar su obra, nada como acercarse hasta la Cittá Bassa y reservar entradas en el teatro que lleva su nombre, del siglo XVIII, cuya acústica es impresionante—. Junto a la basílica, y eclipsada en cierto modo por ella, se alza la fachada blanca neoclásica del Duomo, la catedral dedicada al patrón de la ciudad, Sant Alessandro Martire.
Un poco más alejada, pero de visita obligada, es la Accademia Carrara, cuya pinacoteca concentra más de dos mil obras de arte pertenecientes a algunos de los mayores genios del arte italiano. Hablamos de nombres de la talla de Botticelli o Bellini, de Tiziano, Rafael o Lotto, nacido en Bérgamo. Un paseo por la historia del arte con la que ahondar en otra versión más de la ciudad.
Pero el festival de estímulos continúa a un nivel más mundano mientras se avanza por una de las calles comerciales más populares de esta zona de Bérgamo. Corsarola, como los locales denominan cariñosamente a la Via Bartolomeo Colleoni, gran personaje local del siglo XV, luce sin tráfico pero repleta de cafeterías en las que disfrutar de un espresso, pastelerías en las que catar sus exquisitos dulces, y tiendas artesanas en las que hacerse con el regalo ideal con el que regresar a casa.
Bérgamo a bocados
Porque no hay viaje que se precie en el que un buen festín culinario no forme parte de la experiencia. De hecho, la ciudad lombarda cuenta con considerable fama gracias a su gastronomía. Así que, empecemos por un clásico: el helado de stracciatella, que, a pesar de que muchos no lo sepan, fue inventado en este mismísimo lugar. El hito tuvo lugar en 1961 en el café La Marianna, en Colle Aperto, de la mano de Enrico Panattoni, su propietario, que decidió elaborar una deliciosa mezcla a partir de nata, leche, yemas y azúcar, a la que añadió chocolate derretido. El negocio sigue abierto hoy en día, así que, ¿qué mejor lugar para catarlo?
Aunque hayamos empezado por el postre, lo salado lo tendremos a la vuelta de la esquina: en la propia Corsarola se hallan la Vineria Cozzi (vineriacozzi.it), donde maridar cualquiera de sus recetas elaboradas con polenta, un ingrediente clásico en la zona, con los vimos más sabrosos. También será buena idea pasar por la Salumeria Mangili, abierta desde 1921, donde hacer acopio de los productos italianos de más calidad.
En la Piazza Vecchia se halla un verdadero clásico, ya no solo de Bérgamo, sino de toda Italia: Caffé del Tasso (caffedeltasso.com) lleva recibiendo a clientes desde nada menos que 1476, época en la que era llamado Locanda delle due spade. Lugar de reunión de artistas, músicos y celebridades, cuenta con una carta de comidas tradicional y el mejor café de toda la ciudad. También es un buen lugar para degustar otro de los clásicos de Bérgamo, el Casoncelli, elaborado con mantequilla y salvia y uno de los platos más tradicionales de la zona.
Para poner fin a la ruta por esta auténtica obra de arte italiana hecha ciudad, habrá que tomar aliento, cruzar las vetustas murallas venecianas, y empezar a subir, en un agradable paseo, el sendero que conecta mediante infinitos escalones la Cittá Alta con el Castello di San Vigilio. Entre bellísimas casas palaciegas, jardines floreados y alguna que otra iglesia —la Chiesa de Santa Grata Inter Vites merece la parada— alcanzaremos los espectaculares restos del castillo que sirvió durante siglos de residencia para los distintos señores de Bérgamo. Las vistas tanto a la ciudad como al paisaje que rodea este privilegiado enclave, y degustar una deliciosa cena acompañada de un spritz desde la terraza del restaurante Baretto di San Vigilio (barettosanvigilio.it), harán ya de por sí que la subida haya merecido la pena.