Ana Cristina Portillo y su marido de luna de miel en Japón© Ana Cristina Portillo

La inolvidable luna de miel de Ana Cristina Portillo por Japón comienza en Kioto

Una semana después de darse el sí quiero en Jerez, en una emotiva boda en la que estuvieron arropados por sus familias y amigos, la diseñadora Ana Cristina Portillo y su ya marido, Santiago Camacho, han iniciado su luna de miel poniendo rumbo al país nipón. 


4 de octubre de 2024 - 13:53 CEST

“Japón es una postal constante”. Solo llevaba unas horas en el país asiático y Ana Cristina Portillo ya estaba fascinada. Y es que desde que la diseñadora y su marido han puesto un pie en él no han dejado de sorprenderse por lo que están viendo y viviendo. Kioto es la primera parada de su luna de miel y no ha podido ser mejor la elección. Una ciudad diseñada hace siglos para ser la capital imperial en la que han comenzado a sumergirse en un viaje al pasado en sus magníficos templos, ¡más de 2000! –muchos de ellos Patrimonio de la Humanidad–, pero también disfrutando de los colores otoñales de sus jardines únicos, de adentrarse en sus bosques, empaparse de espiritualidad y saborear la cocina kaiseki.

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© mauritius images GmbH / Alamy Stock Photo

Túnel de torii en Fushimi-Inari.

Para su estancia, los recién casados se han decidido por el Ace Hotel Kioto, un alojamiento boutique que fusiona el arte antiguo con la modernidad contemporánea y acoge tres restaurantes con reputados chefs al frente. Su excelente ubicación –a 10 minutos del mercado de Nishiki y la calle Shijo, y conectado con la estación sur de Karasuma Olike– y el excelente desayuno que ofrecen a sus huéspedes y que Ana Cristina ha mostrado a sus seguidores en las redes, hacen de él una opción perfecta en pleno centro de la ciudad. Cerca del hotel está Kappa Sushi, la primera elección de la pareja para cenar en Kioto, donde pudieron dar buena cuenta de la fama que tiene el sushi y el sashimi de este local.

© @acehotelkyoto

Lobby del Ace Hotel Kyoto.

La imagen del Japón milenario se esconde en esta ciudad a 500 kilómetros de Tokio tocada por la tradición en sus templos y santuarios y en uno de los favoritos de los turistas que llegan a Kioto empezó el primer día de Ana Cristina y Santiago Camacho: Kinkaku-ji o Pabellón Dorado, del siglo XIX, pero reconstruido tras un incendio en 1950. De la mano de Fujio, su guía, han podido ver su idílica imagen reflejada sobre un lago, encender una vela o admirar la estatua del ave fénix que lo corona. “Simboliza el renacer, está ahí para mostrar que siempre se puede empezar de nuevo y trae buena suerte y protección”, dice la diseñadora.

El templo Kinkaku-Ji envuelto por el paisaje otoñal.

El sendero Kinukake no Michi une Kinkau-ji con otros dos preciosos templos de gran importancia espiritual, Ninna-ji, y el más visitado de Ryoan-ji, famoso por su jardín zen, que a la hermana pequeña de Alejandra, Eugenia y Claudia Osborne le “transmite una paz inmensa”.  En él han contemplado la imagen de Benzaiten, diosa de la religión hindú y después convertida en guardiana del budismo, una de las 7 deidades de la felicidad y protectora de las artes. También han podido admirar a Amida, el buda de la Tierra Pura, “un guía que acompaña a las almas hacia la paz eterna” y ver su jardín seco, con sus piedras, su musgo y arena rastrillada, “un espacio de meditación y reflexión”. Ana Cristina Portillo lo explica: “Son secos porque simbolizan la esencia de la naturaleza y ayudan a contemplar. Y añade: “Tiene detrás una enseñanza budista, que, aunque creamos tener una visión completa de las cosas, siempre hay algo más que no podemos percibir. Es un recordatorio de los límites de nuestra perspectiva y de la importancia de mantener una actitud humilde”.

© Sean Pavone / Alamy Stock Photo

Observando el jardín zen del templo Ryoan-ji.

La pareja de recién casados ha podido visitar también Tenryu-ji, el “templo del dragón celestial”, uno de los principales atractivos turísticos de Arashiyama en cualquier época del año, pero, sobre todo, en otoño, para ver su jardín del momiji, el cambio de color de las hojas de los árboles, que ya ha comenzado, como se puede ver en la imagen de sus stories.

© Benny Marty / Alamy Stock Photo

Jardín del templo Zen Tenryu-ji, en Arashiyama.

Pero Arashiyama, al oeste de la ciudad, es especialmente conocido por su bosque de bambú, que ha causado gran admiración en el recién estrenado matrimonio, que ha compartido con sus seguidores todo lo aprendido en su visita, como que el bambú crecen rapidísimo, puede llegar hasta un metro al día y alcanzar 20 metros de altura en unos 2 o 3 meses, que se cortan algunos tallos para evitar la sobrepoblación, que es tan fuerte que en algunas culturas se utiliza para construir andamios y puentes o que el sonido del viento entre los bambús es suave y relajante, como un susurro de hojas y está declarado uno de los 100 sonidos de Japón que se deben conservar.

© Travel Wild / Alamy Stock Photo

Bosque de bambú de Arashiyama.

Para llegar a su siguiente parada, el enigmático Fushimi Inari, la pareja ha tenido que coger el metro, porque se emplaza a las afueras de la ciudad. Una sucesión de templos en zigzag que se extienden a lo largo de un fotográfico sendero flanqueado de torii. Inari es la deidad que protege la agricultura y trae fortuna en los negocios, por eso, nos indica la diseñadora, “en la entrada del templo hay dos zorros. Uno lleva la llave del almacén del arroz en la boca, que representa la protección y el acceso al arroz, símbolo de abundancia y bienestar en Japón. El otro lleva una joya que representa la prosperidad, el éxito en los negocios y el poder espiritual”.

© Sean Pavone / Alamy Stock Photo

Templo y torii de Fushimi Inari.

Resulta imposible no contagiarse de la magia de ese túnel infinito que es como un pasadizo a ninguna parte y “está lleno de turistas… hasta que empiezas a acercarte a la cima de la montaña Inari (que pocos suben)”. Ellos lo consiguieron y una vez arriba pudieron contemplar Kioto con una vista privilegiada. "A lo largo del camino hacia la cima Inari se ven pequeños cementerios o tumbas y monumentos. Son personas o familias que han hecho ofrendas a Inari y los arcos naranjas que se ven, llamados torii, son donaciones que simbolizan gratitud o peticiones de prosperidad". 

Restaurante Itoh Dining.

La estancia de la pareja en Kioto también ha incluido algunas paradas para disfrutar de la gastronomía. Han tomado dulces con frijoles azucados, té matcha con oro o ramen de wagyu y otras especialidades niponas que, siguiendo la recomendación de su guía, los ha llevado hasta Tkushia Ramen Todai y, sobre todo, Itoh Dining, un restaurante teppanyaki de estilo fusión y aire refinado donde sus menús degustación se disfrutan con las vistas y el murmullo del arroyo cercano. Ana Cristina Portillo lo tiene claro, “uno de los sitios donde mejor he comido en mi vida y ya sabéis que a mí me gusta mucho comer”.