Hace 27.000 años, más o menos por la misma época en que empezó a llenarse de hermosas pinturas la cueva de Altamira, el volcán Pico Viejo, que está pegado al Teide, expulsó un torrente de lava basáltica que dejó el valle de Icod de los Vinos como si hubiese vomitado el diablo. Bajo la costra que se formó al enfriarse la superficie de aquel río, la lava candente siguió fluyendo hasta dejar tras de sí un tubo de 18 kilómetros, que es la quinta cueva volcánica más extensa del mundo (las cuatro primeras están en Hawai) y la única con tres niveles superpuestos.
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La del Viento es también una de las pocas cavidades abiertas al turismo que carecen de iluminación artificial, para mantener su virginidad y la paz en la que viven 190 especies, muchas de ellas exclusivas de estas profundidades tinerfeñas, como la cucaracha Loboptera subterranea, que está desprovista de ojos y tiene la piel sensible a la luz.
LA VISITA
Precisamente por la ausencia de iluminación, la visita a la cueva se hace en grupos reducidos. Una hora lleva recorrer el tramo abierto al público, más lo que se animen los entusiastas guías o uno se entretenga en el centro de visitantes, que queda a 3 kilómetros de Icod de los Vinos, subiendo por el camino de La Patita y luego por el de los Piquetes. El momento culminante del recorrido tiene lugar cuando todo el mundo apaga sus frontales y, en un silencio ciego, se oye el goteo del agua filtrada y la brisilla que ha dado nombre al lugar.
La cueva del Viento es un tubo de lava solidificada, pero también de tiempo detenido. En ella se han encontrado vestigios de los guanches o aborígenes canarios, que ya la conocían hace más de 2000 años y la usaban como lugar de enterramiento. Y se han descubierto esqueletos de animales endémicos de Tenerife ya desaparecidos.
Hay visitas todos los días a la cueva (cuevadelviento.net), pero debido a las limitaciones (el grupo máximo es de 14 personas), conviene reservar antes. Entrada: 20 €. Es imprescindible llevar pantalón largo y botas de senderismo o calzado cerrado.
EL COLOSAL DRAGO MILENARIO
Hablando de especies viejas y grandes, en Icod se conserva y es digno de verse el conocido como Drago Milenario, un enorme ejemplar declarado monumento nacional y al que se considera el símbolo de Tenerife. Milenario, milenario, no es, pero se le calculan más de 800 años, lo cual no está nada mal para un ser vivo. Este coloso vegetal mide 18 metros de altura y tiene un tronco de 20 metros de perímetro. Alrededor del vetusto árbol, hay un parque con otras especies canarias (más dragos, cardones, tabaibas…), en el que para entrar hay que pagar una entrada (5 €), pero el ejemplar se puede observar gratuitamente desde la vecina plaza de San Marcos, junto a la iglesia parroquial.
EL MARIPOSARIO DEL DRAGO
A menos de 100 metros del Drago Milenario abre sus puertas el Mariposario del Drago (mariposario.com), donde más de 800 mariposas exóticas de 150 especies diferentes procedentes de zonas tropicales de todo el mundo vuelan libremente en un cuidado jardín de plantas tropicales. Como son tantas, todos los días pueden contemplarse bailes nupciales, apareamientos y cómo salen los nuevos insectos de la crisálida y despliegan las alas. Comparada con la vida casi eterna del drago o con los miles de años que han transcurrido desde que se formó la cueva del Viento, la existencia de las mariposas es tan fugaz, tan acelerada, que produce vértigo.
EL VINO CANARIO QUE ALABÓ SHAKESPEARE
Las cuevas volcánicas, los árboles monumentales y las mariposas tropicales son cosas admirables, pero los que han dado fama y prosperidad a Icod de los Vinos (ya lo dice su nombre) han sido sus caldos. El malvasía, que en los siglos XVI y XVII se exportaba a las colonias británicas y portuguesas más que ningún otro vino español, creció bien en las fértiles lavas de Icod. “Un vino maravilloso y penetrante que perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto?”: así lo describía Shakespeare en Enrique IV.
Aunque en Icod hay numerosos bares, bodegas y guachinches, ningún lugar mejor para descubrir este vino que el Museo de Malvasía (museodemalvasia.com), donde se explica la elaboración del mismo y que cuenta con un patio típico donde se está de vicio degustándolo con una tabla de quesos y mojo picón. Otro aliciente de este museo es que se encuentra en la plaza de la Pila, la más céntrica, antigua y hermosa de la población, rodeada de palacetes y casonas de arquitectura típica canaria.