Personas haciendo senderismo© Getty Images

El Camino de Santiago con amigas: por qué vivir esta experiencia con ellas es, incluso, más especial

En un contexto en el que los 'solo travelers' son cada vez más comunes, recuperar la tradición y aventurarse varios días a vivir esta experiencia con tu círculo más cercano también ofrece una multitud de ventajas.


14 de septiembre de 2024 - 8:00 CEST

Existen pocas experiencias que puedan competir con la que ofrece el Camino de Santiago. Sobre esta peregrinación, que se hizo popular gracias a un ermitaño que siguiendo una estrella llegó hasta la tumba del apóstol que le da nombre, se dicen muchas cosas. Podríamos comenzar parafraseando a Antonio Machado cuando decía que "caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar", pero vamos a ser más coloquiales y hablar de todo eso que nos genera dudas antes de ir.  

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Algunos de los que ya lo han hecho cuentan que requiere mucho esfuerzo, que se hace duro, que los pies duelen. También dicen que se conoce a mucha gente en cada etapa, que, tras hacerlo, tus peticiones (si es que las tienes) se cumplen, e incluso hay quien asegura que cambia vidas. Como casi todo en la vida, cualquiera de estas experiencias y opiniones son subjetivas, pero hay una arista que sí que se cumple a ciencia cierta. Y, es que dependiendo del momento en el que te encuentres, resulta esencial escoger la compañía con la que irás el Camino de Santiago

amigas haciéndose una foto© Getty Images

Puedes ir en familia, en pareja, sola, o, con amigos. Parémonos en este último caso, porque es uno de los más controvertidos entre los que dudan qué hacer, si arriesgarse (sí, para muchos es un riesgo) a ir con ellos, o hacer un viaje de introspección e ir con uno mismo. Ya te lo adelantamos: si dudas es porque no estás segura de hacerlo sola, por lo que, si es tu primera vez, ve con amigos. Crearás uno de los recuerdos más bellos que hayas vivido hasta la fecha. El dolor, las quejas o cualquier otro altercado que pueda surgir se esfuma en cuestión de días tras el regreso, pero el recuerdo junto a tus amigos se queda para siempre, en la retina de todo el que lo haga, y en la lista de anécdotas que contar, una y otra vez, alrededor de las mesas de mayor confianza.

Aprendizaje mutuo

Hacer el Camino de Santiago con amigos es sinónimo de emprender una aventura que no sabes a dónde te deparará. Existe el riesgo de que haya aspectos de tus acompañantes que todavía no conozcas y descubras durante la ruta. Algunos te decepcionarán, otros solo te sorprenderán, y habrá muchos – en la mayoría de las veces – que te enorgullecerán. Porque en el Camino, y esto pasa, la humildad, la generosidad, y el compañerismo emerge casi tanto como la naturaleza de los bosques que divisas siguiendo cada una de las conchas de vieira que te indican por dónde ir. Aunque nadie lo hace buscando el lujo, realmente lo encuentra en esa conexión que se forma junto a ellos.

A veces los postes de piedra en los que se encuentran las vieiras señalan dos direcciones diferentes. Por un lado, el camino estándar. Por otro, el complementario. La diferencia entre uno y otro radica en que, mientras el primero es más corto, el segundo tiende a ser un poco más largo, pero casi siempre es más bonito. Pues con las amistades sucede igual. Hay relaciones que, aunque te lleven rápido a una meta, son más superficiales, breves y quizás menos profundas. Son como el trayecto corto. Pero qué decir de las otras, de aquellas conexiones que, aunque requieran más tiempo y esfuerzo, son más gratificantes, como el recorrido complementario: quizás con ellas haya momentos que se hagan arduos, pero esos mismos serán los que crearán paisajes emocionales que te marcarán para siempre. Además, cada persona ve y vive el Camino de una manera única. Y compartir reflexiones y experiencias al final del día puede ofrecer nuevas perspectivas sobre los paisajes, las emociones y los aprendizajes que el recorrido ofrece.

© Getty Images

Apoyo emocional, pero también físico

Hay un mandamiento extra oficial que se puede leer a pocos kilómetros de llegar a Santiago por el Camino de Santiago portugués, escrito por algún lugareño, que así lo confirma: “No te quejarás”. Hay otros, que se lee en una de las iglesias que te encuentras poco antes de llegar a San Amaro, del que también se puede extraer la moraleja, seas religioso o no: “Bienaventurado eres, peregrino, si lo que te preocupa no es llegar, sino llegar con los otros”. “Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que un paso atrás para ayudar a otro vale más que cien pasos adelante sin mirar a un lado”. Sabido es que durante una peregrinación como esta, habrá momentos difíciles, tanto física como emocionalmente, pero contar con amigos te brinda un soporte invaluable para mantener la moral alta y superar los retos. Los días de caminata pueden ser agotadores, pero con ellos cerca es más fácil mantener la motivación. Cuando uno flaquea, el grupo siempre anima a seguir.

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Plena seguridad

Cualquiera que haya hecho el Camino de Santiago puede afirmar que se trata de una aventura segura. Viajes o no en grupo, siempre hay personas acompañándote, y está claro que emprender la aventura en solitario es una experiencia que bien merece la pena probar, especialmente si se busca desbloquear o eliminar alguna emoción molesta, si la necesidad de estar con uno mismo y ordenar ideas, o de autodescubrirse, llama a la puerta. Si eres de esas personas, pero te da respeto aventurarte a hacerlo, solo hay dos normas a tener en cuenta para evitar el miedo: por un lado, llevar siempre batería e Internet suficiente en el móvil por si te pierdes y necesitas buscar otra dirección. Por otro, reservar noche en albergues privados o en cualquier otro alojamiento para que puedas comenzar la ruta a plena luz del día, sin prisas. Dicho esto, todo lo demás es cuestión de empezar.

Con amigos, en cambio, no hay que prestar atención a ninguno de esos dos aspectos. Si sois de los que busca vivir la experiencia al 100% habéis planeado dormir en albergues públicos, debéis saber que no aceptan reservas y suelen disponer de pocas plazas, por lo que habrá días en los que tendrás que comenzar a caminar antes de que salga el sol, y determinadas rutas pueden asustar un poco. La oscuridad no está hecha para todos. Por eso, en esos momentos, caminar en grupo es una ventaja obvia, ya que sentirás mayor seguridad, sobre todo en zonas más aisladas o desconocidas. 

Aunque la división de los costos es otra ventaja obvia, el mayor regalo que ofrece la experiencia en grupo es que estaréis compartiendo vuestro tiempo. Sin distracciones tecnológicas, momento de calidad, de soltarlo todo. Habrá algunos de silencio, y otros en los que saldrán conversaciones inéditas, a pecho descubierto y corazón abierto, que te llevarán a explorar en aspectos que desconocías. Habrá momentos incómodos – no por ello malos, ni poco sanos -, bromas, risas, puede que algún llanto. Habrá paradas en bares sorprendentes, situados en lugares remotos. Menús del peregrino, algún que otro capricho. 

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Heridas y molestias surgirán, pero yendo con ellos siempre habrá quién te eche un cable. Puede que lo hayas preparado todo: la credencial para ir recogiendo sellos en cada etapa, la linterna de cabeza, la gorra, las camisetas, las mallas, las zapatillas de senderismo (que debes estrenar, y entrenar, antes), los calcetines sin costuras, algún look para dormir, el chubasquero, unas chanclas, los sprays antimosquitos, la vaselina y el botiquín para el cuidado y el descanso de las piernas y los pies, botes pequeños de champú y jabón. No obstante, no hay nada que pueda sustituir a la compañía. Eso no, no es tan fácil de encontrar por mucho que se pida.  

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.