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Monumento a moura Floripes en Olhão, Algarve portugués© Jacek Sopotnicki / Alamy Stock P

Olhão, el pueblo del Algarve, marinero y tradicional, en el que desconectar

Arquitectura cubista, azulejos por doquier, deliciosa gastronomía, hoteles bonitos e islas de ensueño. Todo esto —¿te parece poco?— y mucho más aguarda en una de las localidades algarvías más desconocidas.


28 de agosto de 2024 - 7:30 CEST

Cada sábado, desde bien temprano, Olhão se convierte en una auténtica fiesta. Es esa mañana cuando la localidad portuguesa, que normalmente vive a un ritmo pausado caracterizado por azoteas repletas de ropa tendida y curiosas gaviotas acechando en cada rincón, recibe a productores y compradores de toda la región dispuestos a disfrutar de una jornada especial. Es día de mercado.

   
Panorámica del pueblo de Olhão con el mercado en primer plano, Algarve, Portugal© Jacek Sopotnicki / Alamy Stock P
El mercado de Olhão, dos edificios rectangulares de un llamativo color rojizo construidos sobre 88 estacas ganando terreno a la ría, es el mejor lugar para hacer las compras gastronómicas.

En torno a los dos edificios de color rojo y cúpulas verdes que componen el mercado municipal, construidos a comienzos del siglo XX junto al paseo de la ría, se despliega entonces una hilera de puestos colmados de frutas y hortalizas, dulces tradicionales, miel, artesanía y flores, que causan furor entre los visitantes. El ambiente es animado, los saludos entre conocidos se alternan con las voces de aquellos que anuncian su género, mientras que los extranjeros que solo vienen de visita se limitan a curiosear. Será buena idea, eso sí, llevar algo de efectivo. Salir de allí sin un par de bolsas bajo el brazo... es casi imposible.

Habrá que echar un ojo también al interior, donde además de productos de la huerta se reparten el espacio carniceros y pescaderos. Una buena oportunidad para aprenderlo todo sobre el producto local, procedente, en gran parte, de la propia ría. Ahí, sobre los mostradores cubiertos de hielo, habrá lubinas y corvinas, jureles, pulpos y sardinas. pero también chocos y rayas, morenas y pez espada esperando a que el vecino de turno se lo lleve consigo a casa. Algo más allá, en la Marina, se despliega el que es hoy el mayor puerto pesquero del Algarve.

Panorámica aérea del casco antiguo de la villa de Olhão en el Algarve, Portugal© Alamy
Panorámica aérea del casco antiguo de la villa de Olhão.

Un aperitivo en cualquiera de los bares aledaños a base de huevas de pulpo secas y una copa de vino —si aún es demasiado temprano, quizás un café y una torrada— será el mejor punto de partida antes de animarnos a practicar el noble arte del paseo. Queda mucho Olhão por explorar y el día no ha hecho más que comenzar.

ENTRE AZULEJOS Y PUERTAS BONITAS

Hay algo que enamora de Olhão desde el primer instante y son sus fachadas. Pocas localidades existen donde el número de casas forradas de azulejos tradicionales continúe siendo tan extenso. Obras de arte en pequeño formato que aportan color y cultura, arraigo e identidad a aquellos hogares de pescadores que forman su barrio más popular.

Un entresijo de calles empedradas que, a pesar del turismo que visita el Algarve, continúa siendo verdaderamente auténtico. Algunas contraventanas abiertas permiten echar un ojo al interior: allí está a la vecina que se afana en pintar de reluciente blanco el marco de su puerta. El aroma a las recetas de siempre se escapa entre los visillos de aquella casa, mientras que, por aquí y por allá, otros edificios lucen más decadentes.  

Calles de casas típicas en blanco y azul de Olhão, Algarve Portugal© Armando Oliveira / Alamy Stock P
Las calles empedradas, las casas de un reluciente blanco y las puertas en azul son características del Algarve portugués.

Olhão es conocida también como la ciudad cubista del Algarve: si se contempla su callejero desde las alturas, se puede comprobar cómo sus casas y bloques de viviendas carecen de tejados, que fueron sustituidos ya en el pasado —dicen que viene desde época de los árabes— por azoteas, lo que hace que parezcan bloques de cubos apelotonados y desplegados por la superficie.

Aún se palpa la esencia de ese pasado que durante décadas marcó la idiosincrasia de esta ciudad algarvía. Una identidad reflejada en algunos de sus edificios de aspecto señorial que son muestra clara de que también llegaron hasta aquí, y se establecieron, muchos de aquellos empresarios y pescadores que se enriquecieron a principios del siglo XX con el comercio y la industria conservera.

Continuamos empapándonos de esa riqueza histórica al adentrarnos en la iglesia matriz, de comienzos del siglo XVIII y de esplendorosa fachada de estilo barroco, para después visitar la capilla de Nuestra Señora de los Afligidos, la preferida para los fieles que viven dedicados al mar. Muy cerca, en el edificio de la Asociación Cultural República 14, se alimenta la escena cultural de la ciudad con exposiciones, mercadillos, teatros conciertos. Un punto algo más contemporáneo con la que animar la vida de Olhão.

DORMIR EN UN PEDACITO DE HISTORIA

Seguir rodeándonos de esa magia que desprende el barrio de pescadores es bien fácil, pues poco a poco van abriendo en Olhão pequeños hotelitos boutique que, salvaguardando la belleza de sus antiguas construcciones, ofrecen una opción de lo más tentadora a los visitantes para alojarse. Una de ellas es Casa Amor (casaamor-olhao.com), el precioso proyecto de Jack y Walter, dos franceses que, tras toda una vida dominada por el trabajo y el estrés en París, decidió cambiar de tercio y apostar por este rincón algarvío.

Casa Amor, un precioso hotel boutique en Olhão, en el Algarve portugués© Casa Amor
Casa Amor, un precioso hotel boutique decorado con mimo.
 Jack y Walter, dos franceses que abrieron Casa Amor, un precioso hotel boutique en Olhão, en el Algarve portugués
Jack y Walter, tras una vida dominada por el estrés de París, decidieron apostar por este rincón algarvío abriendo Casa Amor.

Su puerta de entrada, pintada de rojo intenso, es también el inicio de una historia que nos habla del doctor Pádua, antiguo médico del pueblo, pero también compositor y alcalde, que mandó construir este edificio para convertirlo en su hogar a finales del siglo XIX. Tras fallecer pasó por diversas manos hasta que Doña Elena se hizo con él para transformar su primera planta en Pensión Doña Elena, activa hasta el 91. Después de permanecer décadas cerrada y abandonada, Jack Y Walter compraron la propiedad decididos a crear el templo al deleite que es hoy.

Dormir en una de sus 10 habitaciones, cuidadosamente decoradas, es todo un placer. Pero también lo es pasar una tarde de lectura en su salón, disfrutar de un exquisito desayuno en su patio interior o pasar una jornada de piscina con vistas a los tejados de Olhão en su azotea. Una de las equinas del edificio, además, ha sido transformada en un coqueto Coffee Shop en el que comprar productos típicos de la zona y probar la maravillosa repostería francesa que Walter se encarga de elaborar a diario.

Casa Amor, un precioso hotel boutique en Olhão, en el Algarve portugués© Casa Amor
Detalle de una sala de Casa Amor.
Desayuno en el hotel Casa Amor, un precioso hotel boutique en Olhão, en el Algarve portugués© Casa Amor
Repostería francesa en el desayuno que Walter se encarga de elaborar a diario.

Muy cerca, otro proyecto hermoso: Casa Céu (casaceu.pt), de solo cuatro habitaciones, es la casa de huéspedes con la que Lara y Dario, suizos con una vida anterior dedicada al mundo sanitario, siempre soñaron. Hoy reciben en ella a todos esos viajeros que buscan un lugar repleto de calma en el que desconectar. Un espacio en el que cada detalle, cada rincón, ha sido pensado con un propósito. Sus desayunos en la azotea, por cierto, son todo un lujo.

COMERSE EN ALGARVE

No hay viaje que se precie en el que la gastronomía no suponga un punto más. Y Olhão, como toda localidad portuguesa, alardea de tener una tradición culinaria espléndida. Una experiencia maravillosa se tendrá en Tapas e Lendas, un pequeño restaurante de alma lusa que ocupa dos plantas de un edificio tradicional en el que gozar entre ostras, coquinas o puntillitas fritas. Todo maridado con vino blanco de la casa. Cha cha chá, no muy lejos, ocupa el local que un día fue un prostíbulo —estamos en zona de puerto, recordemos— y está gestionado por Kevin, experiodista de viajes de The Guardian que, como otros muchos nuevos residentes, decidió cambiar de estilo de vida. En su carta, pequeños platillos con ingredientes de temporada como protagonistas.

Y, aunque la oferta es extensa, otro imperdible debe ser Dominó, un pequeño local regentado por un matrimonio de Olhão con solo un puñado de mesas pero donde todo, absolutamente todo, está delicioso. No hay que perderse sus tiras de choco frito, pero mucho menos su bacalao o su arroz caldoso con pulpo. Una verdadera locura.

CON EL MAR HEMOS TOPADO

O con la ría, más bien, pues resulta que tenemos la tremenda suerte de encontrarnos en uno de los principales puntos de partida de numerosas compañías de barcos que ofrecen excursiones a las islas de la ría Formosa. Un plan de lo más apetecible si lo que queremos es darnos de bruces con el Algarve más auténtico. Por el camino, otra gran sorpresa: contemplar los criaderos del tesoro más preciado de este lado del Algarve, sus ostras.

   
Faro de Olhão, en el Algarve portugués© Casa Amor
Faro de Olhão.

Tres son las propuestas para descubrir en barco desde Olhão. Por un lado, la isla de Armona, donde se halla un pequeño pueblito de pescadores que en verano se transforma en destino predilecto de muchos locales y portugueses de otras regiones. Tras bajar del barco, lo mejor será continuar caminando por las dunas a lo largo de unos dos kilómetros hasta alcanzar la costa opuesta, bañada directamente por el Atlántico. Una zona de aguas más rebeldes y frías, pero más solitarias. 

Olhao, Parque Natural de Ría Formosa, playa en la isla Culatra© Hemis / Alamy Stock Photo
Playa salvaje en la isla Culatra.

Culatra es otra de las islas, donde también se despliegan un buen puñado de casas rústicas y hermosas. Una de ellas es la de Luisa, madre de Rui, propietario de una de las empresas de barcos de la zona. Una de sus excursiones ofrece conocer la Ría Formosa para acabar, en su hogar familiar, degustando la verdadera cocina algarvía elaborada por su madre. Las playas de Culatra son maravillosas, pero también lo son las de la última parada: en la Ilha do Farol —que realmente no es una isla, sino el extremo de la isla de Culatra—, no existen vehículos a motor, ni grandes edificios ni hoteles. Frente a ella —y esta, es un extra—, se halla la Ilha Deserta, una flecha de arena de 7 kilómetros en la que, y esta vez sí, olvidarse del mundo unas horas. Un paraíso a explorar que no querremos perdernos por nada del mundo.

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