Da igual la época del año en que se visite la isla de Lanzarote, porque más allá de sus playas, más o menos salvajes, hay que lanzarse a recorrer estas tierras poderosas en las que los ocres, negros y rojizos de antiguas coladas volcánicas dibujan los campos del suroeste de Lanzarote, extendiéndose desde el Parque Nacional de Timanfaya hasta La Geria, entre las localidades de Tías, Yaiza y Masdache. Un paisaje protegido más propio de otro planeta con hoyos cónicos que dan cobijo a vides y trepan por las laderas de las montañas.
POR LAS MONTAÑAS DE FUEGO
El mejor punto para empezar a recorrer -en coche o en bicicleta (ebike-lanzarote.com)- este territorio lunar es el origen del mar de cráteres, cuevas y coladas: las Montañas del Fuego. Sus cumbres son el resultado de las largas erupciones que, en el siglo XVIII, transformaron la isla por completo y que hoy son parte del Parque Nacional de Timanfaya. Para visitarlo tendremos que aparcar el vehículo a la entrada y continuar con el autobús del parque.
La ruta de los volcanes en el Parque Nacional de Timanfaya
Son 14 kilómetros los que tiene la carretera que se adentra hasta el corazón del espacio protegido por la Ruta de los Volcanes. Horadada entre montañas, fue diseñada por el polifacético artista César Manrique y por Jesús Soto, el arquitecto con el que solía trabajar. Después de dejar atrás el Echadero de los Camellos, donde descansan los dromedarios entre paseo y paseo con turistas, la ruta sigue hacia Uga, una de las poblaciones más antiguas, para luego dirigirse a La Geria por la LZ-30. En esta calzada los coches tienen una velocidad limitada, por lo que, si nos desplazamos en bicicleta, podremos disfrutar con tranquilidad de un paisaje en el que vides y cactus ponen la nota de color. También la ponen la Montaña Colorada y la blanca ermita de la Caridad, fundada en 1706 y recuperada, años más tarde, después de que el volcán del Cuervo la sepultara.
LOS INSÓLITOS VIÑEDOS DE LA GERIA
Cuando las tierras fértiles de La Geria se tiñeron de negro tras las erupciones, se convirtieron en ásperas. Con el tiempo, el malpaís conformó un peculiar entorno vitivinícola pulido por los vientos. Las parras brotan de surcos, de hasta tres metros de profundidad, protegidos de los constantes alisios por una sucesión de refugios de piedra en forma semicircular. Las cenizas volcánicas ayudan a conservar los cultivos húmedos durante los largos periodos sin lluvias, al mismo tiempo que favorecen la subida del nivel de azúcares.
Visita a las bodegas de La Geria
A ambos márgenes de la carretera LZ-30, las bodegas de la Milla de Oro del vino lanzaroteño mantienen la arquitectura tradicional de la isla. Bodegas que, a lo largo de su historia, han sorteado numerosas dificultades para elaborar fabulosos vinos de malvasía con reconocimiento mundial. La Geria (lageria.com), que data del siglo XIX, es la primera bodega que encontramos en el camino y una de las más visitadas, con espectaculares vistas al Timanfaya que se disfrutan durante una visita con cata. Frente a ella, Rubicón se levanta entre eucaliptos centenarios en un antiguo cortijo.
Más adelante espera El Grifo (elgrifo.com), la más antigua de las Canarias y una de las diez bodegas históricas de España, fundada en 1775. En su museo se exponen cientos de utensilios vinícolas, entre ellos un lagar o una prensa hidráulica del siglo XIX que relatan la historia de La Geria. La misma hacienda acoge viñas, un jardín de cactus y una biblioteca privada con una importante colección de libros de agricultura, pesca, ganadería y viticultura de las Islas Canarias. Otras bodegas interesantes son las de Timanfaya y Los Bermejos (losbermejos.com ) y las más modernas, Stratvs (stratvs.com ) o Vega de Yuco (vegadeyuco.com).
La Casa-Museo del Campesino y el vanguardista Monumento a la Fecundidad, obra de César Manrique, obra de César Manrique ponen fin a esta ruta homenajeando la ardua labor que, durante siglos, los agricultores realizaron en este terreno inhóspito. El mejor resumen de la identidad de Lanzarote.
PARA ALOJARSE Y COMER JUNTO A TIMANFAYA
Aquí no se viene en busca de grandes y lujosos hoteles, pero sí de pequeños alojamientos regentados por familias locales que exprimen la esencia de la zona. Es el caso de Finca Malvasía (fincamalvasia.com) o de Petit La Geria, en Tías. A la hora de comer un clásico como El Diablo, el restaurante panorámico dentro del Parque Nacional de Timanfaya, cuyo punto fuerte es el horno, a cinco metros de profundidad, en el que se preparan carnes, verduras y otro tipo de delicias a la brasa. También en la Casa-Museo del Campesino puedes degustar rica cocina local.