Desde que se casaron, hace poco más de un año, no han parado de recorrer el mundo. Y es que tanto la marquesa de Griñón como su marido se han convertido en una de las parejas más viajeras del panorama nacional. Pudimos verlos en 2023 en un interminable (e inolvidable) viaje que les llevó a recorrer destinos increíbles como la Costa Amalfitana, Copenhague, París, Sudáfrica, Zambia y Zimbaue, la Polinesia Francesa, la isla de Sumba o Bali.
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Tampoco han parado en 2024. Para celebrar su primer aniversario de boda, en el mes de julio, viajaron a la ciudad de París junto a Giverny y los hermosos jardines de Monet. Agosto no podía ser menos, el mes perfecto para la gran escapada del año. “Tenía muchísimas ganas de salir de Madrid”, ha confesado Tamara, “estoy muy emocionada por conocer sitios nuevos”. Y el lugar elegido para dar rienda suelta a esa emoción ha sido el paraíso de las islas Seychelles, como ella misma lo ha calificado en sus redes sociales.
Situadas justo por debajo de la línea del Ecuador, el centenar largo de islas de este archipiélago se desperdiga por el Índico atrayendo a numerosas parejas como ellos. Un santuario natural de increíbles playas, al que llegan también por ver aves fabulosas, coloridos peces tropicales o varias especies de tortugas con las que no será raro toparse mientras nos damos un chapuzón en sus aguas turquesa. Además, Seychelles es el lugar perfecto para entregarse al más puro hedonismo.
¿CÓMO LLEGAR A LAS ISLAS SEYCHELLES?
Con solo una escala desde Madrid o Barcelona, hasta llegar a Mahé, la principal de las Seychelles y donde se encuentra el único aeropuerto internacional del país, con compañías como Emirates, Ethiopian o Etihad. Para quienes quieran (y puedan) hacerlo con el lujo con el que lo han hecho Tamara Falcó e Íñigo Onieva la compañía elegida ha sido Emirates, cuyos vuelos conectan con Seychelles tras hacer escala en Dubai o Doha. El vuelo lo han realizado a bordo del A380, el avión comercial más grande y lujoso del mundo, con suites privadas en las que viajar con todo lujo de detalles, cabinas, asientos que se convierten en camas, bar a bordo… toda una experiencia en sí misma más allá del destino.
EL PARAÍSO TROPICAL DE LAS SEYCHELLES
Este archipiélago –1.500 kilómetros al este de Kenia y Tanzania– reúne todos los ingredientes para hacer salivar: bosques tropicales, hoteles de un hedonismo casi insultante y arenales blanquísimos flanqueados por esbeltísimos cocoteros (sí, aquí todo es superlativo) y, a menudo, por rocas de granito tan repulidas por los vientos y los siglos que parecen un decorado.
Unas cuarenta de sus 115 islas constituyen las únicas oceánicas del planeta que tienen origen granítico. Las demás son volcánicas o remotos grupos de atolones coralinos, y todas quedan desperdigadas por una inmensidad acuática de casi tres veces el tamaño de España. En su gran mayoría están deshabitadas.
Mahé, es la principal y más grande, a pesar de que apenas alcanza una treintena de kilómetros de largo por ocho en su flanco más ancho, es la que invariablemente se visita. Una isla que que atesora soberbias playas-bahías que aquí se llaman anses y la ciudad de Victoria. Con escenarios tan despampanantes como anse Lazio o el valle de Mai, Praslin es la siguiente en tamaño. Aun así, viene a ser la mitad de grande que Formentera. Y sin un solo coche y con la Source d’Argent, la playa más fotogénica del archipiélago, La Digue podría perfectamente recorrerse en bici en apenas media mañana. Ellas tres figuran como el destino esencial de todo viaje por esta república poblada por unos 80.000 descendientes de africanos, asiáticos y europeos, y, por supuesto, por la barbaridad de especies, a menudo endémicas, que moran sus bosques y sus aguas.
ENTRE PECES Y TORTUGAS MARINAS
Bucear por los transparentes fondos que llegan a alcanzar los cuarenta metros de visibilidad o hacerse a la mar en busca de marlins, barracudas o peces espada capaces de superar el tamaño de una persona es solo comparable al privilegio de aguardar sobre la arena la llegada de tortugas marinas que eligen algunas de sus playas para desovar. Mejor aún, y nada inusual, será toparse con algún ejemplar mientras uno se está dando un chapuzón. Si bien las tortugas verdes son más huidizas, las carey, en ocasiones, se dejan incluso acariciar.
Con unas simples aletas y unas gafas de buceo pueden explorarse los arrecifes de coral que separan de mar abierto las lagunas que rodean muchas sus playas. Estas aguas, de unos destellos entre el zafiro y el turquesa difíciles de superar, son una especie de ‘guardería’ para los miles de tortugas que cada año nacen por el archipiélago y que, cuando lleguen a adultas, regresarán a desovar al mismo lugar que las vio nacer.
Antes de enfrentarse a los peligros del océano, las benjaminas permanecen durante meses en las aguas más protegidas de las lagunas. Pueden aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar, quizás mientras se está haciendo snorkel por otras islitas de postal como Aride, Silhouette o Cousin, o en espacios protegidos como el Parque Nacional Marino de Sainte Anne, donde incluso funcionan unas embarcaciones con fondo de cristal que permiten avistar la diversa fauna que habita sus aguas sin mojarse. También en escondites privados como Frégate o Denis Island, en la que podrá espiarse de noche a las tortugas que acuden a desovar a sus arenas.
LA TORTUGA GIGANTE MÁS GRANDE DEL MUNDO
El santuario de Bird Island es un refugio para millones de aves donde vive Esmeralda, la tortuga gigante más grande del mundo. Pero Bird Island es su patria de adopción. Este descomunal ejemplar de trescientos kilos es originario de las Aldabra, otro archipiélago de las Seychelles si cabe más intacto, hasta el que llegan muy pocos. No hay alojamientos, salvo los barcos, y se requiere un permiso especial para recalar por estos atolones que, en competencia con las Galápagos, atesoran la mayor colonia de tortugas gigantes del planeta. Se estima que más de 100.000 pero, eso sí, aunque pueden nadar, son tortugas de tierra. Como las muchas que merodean por las islas más accesibles de las Seychelles, incluida Esmeralda.
UN SANTUARIO NATURAL
Casi la mitad del territorio de la Seychelles es parque nacional. De entre tanta naturaleza, no dejes de explorar el valle de Mai, en el corazón de Praslin. Los senderos de esta reserva natural, declarada Patrimonio de la Humanidad, están flanqueados por los vestigios de un bosque de palmeras que prácticamente ha conservado intacto su estado primigenio. De una barbaridad de ellas nace el célebre coco de mar, cuya curiosa forma erótica dio pie a muchas leyendas. Así, cuando las olas arrastraban alguna de estas enormes semillas hasta una playa remota, se decía que brotaban de un bosque sagrado que había bajo el mar.
HOTELES QUE SE FUNDEN CON LA NATURALEZA
El colmo del hedonismo en este archipiélago se encuentra en sus excelentes hoteles de lujo despreocupado. Pequeños paraísos camuflados en la naturaleza donde disfrutar de todas las comodidades además de playas privadas, piscinas de ensueño, jardines tropicales, spas con todo tipo de tratamientos y restaurantes donde descubrir las delicias de la cocina criolla tradicional.
Para quienes quieran conocer el elegido por Tamara Falcó y su marido tienen que viajar a la isla de Praslin, donde se encuentra el hotel Raffles (raffles.com). La pareja ha llegado a su particular edén en un helicóptero privado que les ha trasladado de Mahé a Praslin donde se han encontrado con las 87 villas con piscina privada que se reparten por las verdes laderas de la isla y frente al azul del océano. Un refugio en medio de la naturaleza, rodeado de un jardín tropical, que ofrece a sus huéspedes experiencias como cursos de cocina criolla (a los que se han apuntado Tamara e Íñigo), excursiones para explorar el valle de Mai, conocer a las tortugas gigantes de Aldabra o disfrutar de un pícnic en alguna de las playas perfectas de esta isla, incluyo con mayordomo privado si se quiere experimentar el lujo más exclusivo.
Otras opciones de alojamiento en el archipiélago son los hoteles Constance Lémuria y Ephélia (constancehotels.com) de, respectivamente, Praslin y Mahé, ambos en ubicaciones espectaculares. También en Mahé, las exquisitas villas entre la vegetación del Four Seasons (seychellessecrets.com), así como el Banyan Tree Seychelles (banyantree.com), el increíble Maia (tsogosun.com), camuflado frente al mar, o el más asequible Avani Barbarons Seychelles (avanihotels.com). También puede optarse por islas privadas como Denis Island (denisisland.com), habitada únicamente por los ocupantes de su veintena de hedonistas chalets.