No a todo el mundo le pasa, pero hay veces en las que llega un momento en la vida en el que aparece la necesidad de cambio. Con suerte, como fue mi caso, ocurre que se te acaba el contrato de alquiler de tu piso, que teletrabajas, estás un poco – o muy – estresada, y todos los factores que te rodean parecen indicar una sola dirección del camino, la emprender una nueva aventura dejando atrás la ciudad en la que vives y probando, por ejemplo, a vivir una etapa en Lisboa como nómada digital. También puede pasar que tu idea principal sea irte dos meses, que llegues a la capital lusa y te sorprenda tanto que amplíes a cuatro la estancia, casi firmando ya los otros tres meses más que puede que te quedes. Es posible que te vayas (porque el concepto de nómada a veces nos lleva a pensar que tenemos que estar yéndonos siempre, pero no es cierto, el irse no tiene por qué ser siempre de un sitio), que pruebes unos meses en otras ciudades, y sientas esas saudades lisboetas de las que tanto hablan.
Dicen que quién vive una vez en Lisboa vuelve siempre. Y no se trata solo de una fábula. En más de un año he visto ir y volver a gente, siendo yo la primera en haberlo hecho. Porque, aunque la ciudad de Fernando Pessoa y de Amalia Rodrigues cuenta con esa belleza propia que muchos tildan de decadente, nada tiene de cierto. En los últimos años, no solo el turismo ha crecido en la ciudad, sino que los foráneos que la escogemos para vivir somos tantos que no le ha quedado más remedio que reinventarse. Cuenta, todavía, con esas fachadas de azulejos plenas de tendederos con ropa bailando al compás del viento, con el suelo empedrado desafiando las rodillas y los tobillos de todo viandante, con el aroma del bacalao que desprenden sus tascas, y los pasteles de nata en los escaparates. Pero ahora, por suerte de algunos y desgracia de otros, en ella han nacido también un sinfín de opciones por las que cualquier nómada digital la sitúa entre sus ciudades favoritas. Y es que Lisboa, ya os lo dijimos, es para disfrutones. Y aquí te contamos los motivos.
Más allá de contar con alrededores naturales y de costa - de la Serra da Estrela a Cascais, o costa da Caparica – y de ofrecer, por tanto, un sinfín de actividades que combinan opciones que van desde senderismo hasta clases de surf y escalada, la ciudad es un paraíso para teletrabajar. Al levantarse sobre siete colinas, son muchos los que escogen sus miradores para tachar tareas con el ordenador sobre horizontes de cuento. Sin embargo, nombres como el mirador de Monteagudo, situado entre dos de los barrios preferidos por los nómadas digitales para vivir, Anjos y Graça, es uno de los favoritos por los que ya llevamos un tiempo aquí. Aunque suele haber siempre gente, al no ser de los más conocidos respira calma entre semana.
Dónde trabajar: de miradores a cafeterías
También, algunos jardines y parques, como el parque de la Fundación Gulbenkian, son pulmones verdes en los que sentir estar fuera de la ciudad (nota importante: aunque la cafetería del museo no esté abierta, el WiFi funciona igual en su terraza). Y, tirando piedras sobre mi propio tejado, lanzo otra recomendación: el jardín del Instituto Goethe, una institución educativa donde se imparten clases de alemán que cuenta con un espacio escondido pleno de árboles, plantas, mesas de ping-pong, cafetería, y mesas de madera compartidas e individuales al que venimos muchos los días de buen tiempo. ¿Y los que no? Su cafetería interior, la biblioteca, o sino, otro de los espacios que solo conocen quienes llevan bastante tiempo viviendo en Lisboa, el coworking del supermercado Auchan en la Avenida da República de Saldanha, que viene a ser, nuestro Alcampo. Es gratis, y dispone de una silenciosa habitación con una mesa larga llena de encfuches, dos salas de reunión, máquinas expendedoras y mesa para comer.
Aunque Lisboa cuenta con tantos secretos como estemos dispuestos a descubrir, para quienes prefieren trabajar en multitudes, siempre quedarán sus cafeterías. El café de especialidad prolifera en la ciudad cada vez más, y nombres como Numa Café, Comoba, A Mata o Copenhague Coffee Lab, no son de los que prohíben los portátiles, sino más bien les dan la bienvenida.
Dónde alojarse: ¿coliving o apartamento?
Al contrario de lo que sucedía hace cinco años, los precios del alquiler de pisos están parecidos a Madrid y Barcelona, por lo que, dependiendo de la experiencia que se busque, aparecen varias opciones de alojamiento. Colivings como Selina o Outside ayudan a dar ese primer empujón de conocer gente gracias a sus instalaciones comunes, espacios de coworkings y experiencias que organizan. Alquilar un piso solo o compartiendo con gente, en cambio, siempre es más complicado si no se sabe exactamente el tiempo que se va a permanecer en la ciudad.
Los mejores barrios para vivir en Lisboa, por proximidad a espacios culturales y bares o galerías, son Arroios, Saldanha, Graça, Cais do Sodré y el centro. Si la estancia es corta y se busca una experiencia de lujo (en todos los sentidos), Airbnb lo pone fácil. En su web hay alojamientos ideales para sumergirse de lleno en la ciudad con las mejores instalaciones. De todos ellos, una buena recomendación es la Antiga Casa Pessoa, un edificio del siglo XIX, propiedad de Maru Ocantos y Pedro Ramos, a quienes tuve la fortuna de conocer.
Antigua Casa Pessoa
Ambos, tras vivir más de 15 años en Londres, decidieron cambiar de aires, mudarse a Portugal, hacerse con un edificio pombalino de hace dos siglos de Lisboa, y crear un conjunto de apartamentos en un momento en el que nada parecía indicar que Lisboa fuese a vivir el boom turístico del que presume hoy. Fueron dos visionarios: llegaron a la ciudad, compraron el número 192 de la céntrica calle Douradores, contrataron al equipo de arquitectos de José Adrião Arquitetos, y sin apenas idea de la estructura y la decoración que querían seguir, comenzaron a dar forma a lo que encontramos hoy allí.
Antiga Casa Pessoa se trata de un conjunto de seis apartamentos emplazados en un edificio construido tras el terremoto que azotó Lisboa en 1755. Una construcción que destaca por conservar frescos y pinturas de hace 200 años, y azulejos que se encontraron al comenzar a trabajar en ella. Obras de arte espectaculares que ya apenas se encuentran en la ciudad y que protagonizan cada uno de sus mágicos espacios. En los apartamentos se da cita un tándem implacable para que cualquiera que llegue nuevo se impregne del país de inmediato, porque todo es de esencia nacional: mármol de Estremoz escogido por la propia Maru, piedra y madera maciza en muebles nobles solicitados por encargo a un carpintero del norte de Portugal, textiles que decoran sus camas procedentes de compañías del país, e incluso bolsas de té de Azores. Cada uno cuenta con una capacidad diferente, y ninguno es igual al otro. Unos tienen espacios de oficina, otros baños que parecen hammans, y hasta uno de ellos cuenta con habitaciones con vigas en el techo que le dan un aire cottage.
Su encanto reside, principalmente, en el afán de sus dueños por conservar y respetar las estancias con las que ya contaba el edificio. Tan solo añadieron cocinas y baños en cada uno de ellos, y un ascensor conectando los pisos. A partir de ahí, el resto es pura actualidad. Abrieron sus puertas en 2021, fueron reconocidos con la mención de honor por el Premio de Patrimonio Gulbenkian de la Fundación Calouste Gulbenkian, finalistas en los Premios FAD 2021 en Barcelona, y, a pesar de su corta vida, ya son uno de los preferidos para acoger tanto a familias, como a parejas, nómadas digitales y otros profesionales interesados, sobre todo, en el campo del diseño, la historia o la arquitectura. Si puedes ir lo comprobarás: actúa como remanso de paz con esencia de museo. Allí apetece pasar horas, y, por increíble que parezca, sí, también coger el ordenador y trabajar. Porque a pesar de encontrarse en pleno bullicio de la ciudad, una vez que se cierran las ventanas el ruido desaparece y solo reina la calma.
Cómo conocer gente: darse de alta en aplicaciones
Una de las ventajas de que Lisboa acoja tantos nómadas digitales es la de que todos llegamos a la ciudad con ganas de conocer gente. Estamos en la misma situación: sedientos de experiencias nuevas, deseosos de exprimir los días, conocer lugares y entablar relaciones. Por eso, no es de extrañar que funcionen tan bien las aplicaciones para conocer gente. En Meet Up hay quedadas para hablar y aprender otros idiomas, hacer yoga, pintar en parques, hacer escapadas a playas o pueblos, y fiestas. Tinder y Bumble también funcionan con su opción de buscar amigos, y Hinge es una de las que más está de moda en la ciudad. Pero además, Tribe es una aplicación que parece pensada para nómadas digitales, ya que, por inscribirse y pagar una cuota mensual de alrededor 20 euros, ofrece un café y dos bebidas gratis al día, así como grandes descuentos en fiestas, eventos y quedadas que organizan sus fundadores cada semana (¡a veces para teletrabajar!).
Por dónde salir de fiesta: un barrio para cada estilo
El aburrimiento no tiene cabida en Lisboa. Siempre hay mercados, conciertos o fiestas a las que acudir, y, sobre todo en la temporada de primavera-verano (el mes de junio se celebran los Santos Populares y las fiestas duran los 30 días del mes), el FOMO hace acto de presencia, porque la capital lusa está más efervescente que nunca. Cuando hablamos de fiesta nocturna, la respuesta es fácil. En Bairro Alto se encuentra la zona de pubs más turística, con ofertas de 2x2, precios bajos y calles plenas de foráneos y música comercial. En Cais do Sodré todo se da cita. Más allá de destacar por estar a pocos minutos de Santos y compartir bares y restaurantes que ya son emblemas en la ciudad (como Boavista Social Club, Lupita, o Boteco da Dri), cuenta con algunas de las discotecas que más triunfan, como Titanic o Lisboa Río. Para tecno: Lux o Ministerium. Y, si buscas un ambiente más alternativo, entre Anjos e Intendente está la solución. Allí hay algunas direcciones imprescindibles que visitar, como Casa Independente, Café Klandestino, o, otro espacio con cafetería escondida, el Sant Jordi’s Hostel, donde además de alojarte, también puedes ir a tomar algo en su espectacular zona exterior.
Dónde comer: tascas o restaurantes glam
Conocer una ciudad es dejarse embaucar por todos sus encantos. Para hacerlo, no hay duda de que la comida resulta una parte fundamental del viaje. Las tascas, como A Provinciana, representan bien la historia y el legado del país. Son restaurantes tradicionales, con precios bajos, en los que degustar sus recetas más típicas. El bitoque, las bifanas, o cualquiera de sus platos de bacalao siempre serán un acierto para quiénes busquen saborear recetas como si estuvieran en casa de cualquier local.
Los apasionados de la comida tradicional, pero con toques innovadores o en entornos con encanto, encontrarán en ÀCosta by Olivier su espacio. Nadie te hablará mal de O Velho Eurico, sino más bien todo lo contrario. Y, si después de un tiempo buscas experiencias internacionales, debes tener en cuenta que resultará difícil escoger. Al ser una ciudad en la que viven tantas personas de fuera, muchas han sido las que han montado sus negocios de comida típica de su país de origen. En tus primeras visitas agendarás el famoso mexicano Mex Factory seguro. Poco a poco irás descubriendo espacios destacados como Vibe o Zazah, y puede que caigas rendido ante al que van todas las influencers portuguesas (y no vive solo de fama, sino que merece la pena), el JNcQUOI. Para ocasiones románticas puede que apuntes Rosetta’s; si quieres experiencias diferentes con cocineros del resto de Portugal que llegan a la ciudad con sus pop ups puedes descubrir Zunzum Gastro Bar, y en esos días de trabajo que se alargan hasta altas horas de la noche, pedir a domicilio alguna de las hamburguesas de Dallas parece siempre una buena opción.
Escribía Hannah Jane Parkinson en su obra, La alegría de las pequeñas cosas (2022), que “el viaje de vuelta siempre tiene lugar después de que tu vida haya cambiado, aunque solo sea un poco”. En Lisboa suceden tantas cosas por día que, efectivamente, la ciudad te cambia a ti. Puede que sea momento de comprobarlo.