Tras pasar el día en sus calas de azules caribeños, de caminata por los senderos del Camí de Cavalls o de ruta por los yacimientos talayóticos Patrimonio de la Humanidad, una ovación cerrada estalla por las esquinas más inspiradas de Menorca a la hora bruja de la puesta de sol. Los asistentes no pueden reprimir el aplauso ante estos atardeceres, los primeros de España al menos en cuanto a puntualidad (es la primera isla de España en despedir al sol) y casi que a popularidad. Rojos, anaranjados y malvas van entonces adueñándose del cielo a la vista de los muchos espectadores que, sobre todo en verano, salen cada tarde a buscarlos (aunque hacerlo fuera de temporada alta hará que se disfruten más sin tanta gente).
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EL PUNTO MÁS ALTO DE MENORCA
El monte toro, a pesar de sus escasos 358 metros de altura, es el punto más elevado de la isla. Prácticamente en el corazón de sus geografías, semejante atalaya no podría faltar entre los favoritos de los cazadores de atardeceres. Desde arriba del cerro, una panorámica de 360º abarca el tapiz de pinares y bosques que cubre entera esta isla, salpicado por el patchwork de muretes de piedra seca que cerca sus sembrados; al fondo, siempre el mar.
LOS FAROS QUE NUNCA FALLAN
Posado sobre la costa nororiental, el faro de Favàritx presume de ser testigo de los mejores amaneceres de Menorca, aunque los menos madrugadores también se arremolinan en torno a él para ver el comienzo de un nuevo día entre sus paisajes lunares. Más solicitadas aún son las puestas de sol desde el faro de Cavallería, al final de una lengua de roca en la parte más septentrional de la isla. Su torreta blanca, erigida para alertar del peligro a los navegantes, despunta sobre una sucesión de acantilados por los que van desperdigándose quienes acuden aquí a contemplar el ocaso.
Levantado a su vez sobre acantilados y resecos pedregales que rompen con el verdor imperante en Menorca, el faro de Punta Nati es otro imprescindible para asistir a la puesta de sol gracias a su orientación a poniente. Pero no el único. Todo este costado occidental se convierte entonces en un mirador de primera, desde el arco de piedra de Pont d’en Gil, perfecto para navegar a su lado bajo las luces cambiantes de la última hora del día, hasta el castillo de Sant Nicolau, la fortificación del siglo XVII construida en plena bocana del puerto de Ciudadela.
También en Cala en Bosc, a menos de diez kilómetros al sur de la ciudad más aristocrática de Menorca, otro de los lugares es el faro de Artrutx, donde el sea-club instalado a sus pies invita a disfrutar de la puesta de sol sobre una hamaca y saboreando una pomada, el cóctel típico de la isla.
ATARDECERES A PIE DE CALA
En la vertiente sureste, el arenal de aguas turquesas de Cala en Porter esconde otro must al atardecer. Uno podría auparse hasta su mirador del Fin del Mundo o enfilar hacia la Cova d’en Xoroi, la celebérrima cueva sobre los acantilados donde, con música chill out y gente guapa alrededor, despedir la jornada desde el vértigo de sus terrazas.
UN ATARDECER DE PATRIMONIO MUNDIAL
Si se busca un rincón más secreto, en el yacimiento talayótico de Torralba d’en Salort se organizan, en ocasiones a la caída del sol, visitas de la mano de uno de los arqueólogos que trabajan en este poblado habitado desde la Edad del Bronce hasta el Medievo por la enigmática civilización que sembró Menorca de yacimientos prehistóricos y la convirtió, más allá de sus calas y sus atardeceres, en un museo al aire libre.
DESDE EL MAR
Para cazadores de atardeceres solitarios una última opción es ir en busca de los últimos rayos de luz reflejados sobre el mar a bordo de un barco. Para alquilar una embarcación y navegar tierra adentro puedes hacerlo con empresas como Click&Boat (clickandboat.com) o Samboat (samboat.es). Las hay de más o menos capacidad y diferentes precios, la experiencia de ver la puesta de sol desde alta mar será para no olvidar.