No estaba previsto en el guion, pero el baile que Anthony Quinn se marca en la película Zorba, el griego quedó para la posteridad como un símbolo de la alegría de vivir. Ocurre al final de la cinta, sobre la arena de la playa de Stavros, en la entonces desconocida Creta. Una catarsis que, si bien era una versión facilona de la danza tradicional, sirvió para que el mundo entero volviera los ojos a la mayor isla de Grecia. ¿Cómo no enamorarse de un territorio que aúna playas y montañas, llanuras y desfiladeros, ruinas legendarias de la Antigüedad y puertos de sabor veneciano?
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Asentada en la encrucijada de tres continentes, allí donde Europa, África y Asia cruzan sus destinos, Creta es realmente una isla universo. Un lugar hundido en los orígenes de los tiempos donde la mitología sitúa el nacimiento de Zeus y donde emergió la cultura minoica, para ir acogiendo después a la mayor parte de las civilizaciones que han acariciado el Mediterráneo.
Además de Heraklion, la bulliciosa capital que vio nacer a Domenicos Theotocopoulos (conocido como el Greco), en Creta hay dos ciudades realmente evocadoras: Chania (o Hania) y Rethymno. En la primera, con su red de calles retorcidas que van a parar al puerto, resuenan ecos minoicos, helenos y romanos, así como la influencia que dejaron después los venecianos y los turcos. En la segunda, que es como un cuadro pintado por Canaletto, aún se escucha el rumor de otros tiempos, cuando esta población era el centro bohemio de la isla gracias a la llegada de intelectuales procedentes de Constantinopla. En una y otra, la vida palpita en las tavernas (sí, con v) al calor del raki, una bebida autóctona que para los cretenses es todo un placer terrenal.
Exploradas estas ciudades, nadie debe perderse la joya de la corona: el Palacio de Knossos, un yacimiento que data de hace 4000 años, en el que descubrir la sofisticación de los minoicos, el pueblo que dejó tan alto el listón en el arte y la ingeniería. Tiene, además, un plus de resonancias mitológicas. Cuentan que fue el hogar del rey Minos, hijo de Zeus, y que entre sus muros se construyó el laberinto que escondía al terco minotauro, del que solo Teseo, con el hilo de Ariadna, pudo escapar sano y salvo.
Tampoco hay que pasar por alto la garganta de Samaria, la más larga de Europa, cincelada por el río Omalos en el corazón de las Montañas Blancas. Un paisaje espectacular en el que, a lo largo de 18 kilómetros (siete horas), el camino es un vaivén de pasadizos (de tres hasta 150 metros de anchura) entre paredes verticales. Por si fuera poco, la garganta está tapizada de flores autóctonas que no se hallan en ningún otro lugar del planeta. Y oculto en la montaña está el monasterio de Arkadi, un bello complejo de influencia renacentista y barroca.
Pero a Creta se viene, sobre todo, a disfrutar de algunas de las playas más deslumbrantes de Grecia. Se cuentan por decenas (Triopetra, Vai, Falasarna…), pero nos quedamos con dos que suponen la postal perfecta: Elafonisi, en el extremo occidental, famosa por una arena que debe su color rosado a las partículas de un coral bermellón; y la playa de Balos, en un parque natural al noroeste de la isla, tan bella que, a menudo, acapara las portadas de las revistas.
El apunte experto
- Visitar en Heraklion el Museo Arqueológico, considerado (con permiso de su hermano de Atenas) el más soberbio del país.
- Hacer una cata de vinos en la región vinícola de Peza, repleta de bodegas.
- Explorar el interior montañoso y alojarse en Enagron (enagron.gr), donde se puede elaborar queso y cultivar un huerto.
- Confundirse con la población local en las tavernas para descubrir que los cretenses son gente cálida y hospitalaria.
- Acercarse a Gavdos, el lugar más al sur de Europa, con tres pequeñas aldeas y calas vírgenes encantadoras.
Guía de viaje