Son casi las dos de la tarde de un día cualquiera de la semana, y la National Gallery, en la céntrica Trafalgar Square, se encuentra a rebosar. La cola de visitantes llegados de medio mundo que aguardan para acceder al interior no es pequeña, y da igual que el día haya decidido sorprender con una lluvia más fuerte de lo habitual. La espera merecerá la pena. Sobre todo, en nuestro caso. Al fin y al cabo, no todos los días se tiene la oportunidad de recorrer las galerías y pasillos de este deslumbrante templo del arte de la mano del mejor cicerone que se pueda imaginar. Gabriele Finaldi, director del principal museo de arte londinense desde 2015 –aunque ya había pasado por él como conservador años antes– nos espera sonriente en el hall. Tras un fuerte apretón de manos y demostrar su sorprendente fluidez con el español, se dispone a desempeñar, orgulloso, el papel de anfitrión.
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El encuentro arranca, mientras subimos las escaleras hasta el primer piso, haciendo un pequeño repaso a su trayectoria. Nos desvela su fuerte conexión con España, no solo profesional –estuvo al frente del Museo del Prado desde 2002 hasta 2015–, sino también personal, pues su mujer, jerezana, tiene gran parte de la culpa de su debilidad por nuestros pintores. “Gran Bretaña tiene una buena representación de colecciones españolas de pintura y, además, una gran tradición de hispanistas que han trabajado mucho sobre el arte de la literatura y la música españolas. Aquí, en las universidades, se le da bastante importancia”, nos cuenta.
“Gran Bretaña tiene una buena representación de colecciones de pintura española”, dice el director
Paramos, precisamente, en la sala número 30, la española. Alrededor, cuadros de Valdés Leal, José de Ribera, Velázquez o Zurbarán, de quien nos sorprende Santa Margarita de Antioquía. Finaldi señala otro de pequeño tamaño que muestra algo tan cotidiano como un plato, un vaso de agua y una rosa. Nada más. Pese a su sencillez, transporta hasta la Sevilla del siglo XVII. Justo en la pared contraria, La Venus del espejo de Velázquez luce esplendorosa. Una obra que cobrará especial protagonismo este 2024. “Inauguramos el bicentenario con doce obras maestras que prestamos a doce instituciones de Gran Bretaña, desde Belfast o Edimburgo a Oxford, Leicester o Liverpool. Queremos compartir nuestra colección con toda la población. La idea es que la mitad de los británicos esté a menos de una hora de una obra maestra de la National Gallery”, afirma Gabriele.
Junto a las de Velázquez, también viajarán pinturas de Caravaggio, Renoir, Botticelli o Vermeer, aunque esta será solo una de las muchas propuestas con las que el museo celebrará sus 200 años de historia. Dos siglos en los que la institución –el edificio llegó unos años más tarde– ha vivido momentos mejores y peores, pero en cuya trayectoria no han faltado las anécdotas. “Quizás la época más llamativa fueron los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando todos los cuadros se llevaron a un lugar seguro en el norte de Gales. Durante ese tiempo, en la galería estuvieron ausentes las obras, pero aun así, estuvo abierta al público, sobre todo para exponer arte contemporáneo y servir de espacio para conciertos”, nos desvela.
La National Gallery se nos revela poderosa, magnética. Miremos donde miremos, grandes nombres de la historia del arte nos abrazan para seguir deslumbrándonos con su genialidad. En un extremo de la galería contemplamos el llamativo Whistlejacket, del británico George Stubbs, que provoca que no haya visitante que no saque del bolsillo su teléfono para retratarlo. Frente a nosotros, otros dos artistas con dos siglos de diferencia comparten espacio: Turner (XIX) dejó dicho –nos cuenta Finaldi– que donaba sus cuadros para que fueran expuestos junto a los de Claude (XVII). Y así se hizo. “Estamos en una de las partes más espléndidas de la galería, aquí se contempla el gran auge victoriano de 1876. Son salas que fueron construidas para albergar la creciente colección de pintura europea y británica”.
“No todos los días se tiene la oportunidad de recorrer este templo del arte de la mano de su director”
Sin embargo, hoy la National Gallery resplandece incluso más que el primer día. Con motivo del bicentenario algunas de las salas y galerías han sido –y continúan siendo– remodeladas para dotar de un nuevo aspecto al museo. También para hacerlo más funcional, proponiendo un recorrido no tan sujeto al clásico orden cronológico, sino más inspirador. Y ahí están La Virgen de las Rocas, de Da Vinci, Los Girasoles, de Van Gogh –sus cuadros, por cierto, también cumplen 100 años en este espacio en 2024– o Los Paraguas, de Renoir. ¿Entre los preferidos de Finaldi? El matrimonio Arnolfini, de Van Eyck; Los embajadores, de Hans Holbein el Joven, y The Wilton Diptych, una misteriosa obra fechada en el siglo XIV, pero de autor desconocido. La escena muestra a Ricardo II de Inglaterra con sus santos protectores frente a la Virgen y al Niño. Cada pincelada desvela un detalle que Gabriele se encarga de contarnos.
“La idea es que la mitad de los británicos está a menos de una hora de una obra maestra de la national gallery”
Grandes joyas que, unidas en un festival de las artes como ningún otro, invitan a celebrar el pasado sin dejar de mirar al futuro, apostando por la creatividad y la imaginación. Virtudes con las que este centro artístico ya ha comenzado a escribir los primeros renglones de su tercer siglo de historia.
“Con motivo del bicentenario se ha creado un recorrido por el museo menos cronológico y más inspirador”
A punto de despedirnos de nuestro anfitrión frente a Los triunfos del César, de Andrea Mantegna –tres inmensas obras cedidas por el mismísimo rey de Inglaterra al museo–, lanzamos una última pregunta: ¿qué significa la National Gallery para Gran Bretaña? “Es su manera de narrar nuestra historia cultural común. Una colección muy representativa en la que se ha seleccionado con cuidado cada una de las obras de manera que todo tenga un sentido. Es, en resumen, nuestra casa de los tesoros”.
El apunte experto
- Admira la singularidad de El triunfo de San Miguel sobre el demonio, obra del cordobés Bartolomé Bermejo. Pintada en el siglo XV, resulta casi futurista.
- Cada cierto tiempo cambia la obra expuesta sobre el Cuarto Plinto, en la esquina noroeste de Trafalgar Square.
- En cualquiera de las tiendas de souvenirs repartidas por el museo se puede adquirir una pieza de recuerdo.
- Disfruta de un té y un dulce en Muriel’s Kitchen, la coqueta cafetería de la National Gallery.
- Aprovecha para visitar, en el mismo edificio, The National Portrait Gallery.