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Bruce Springsteen o la influencia arrolladora de los astros

El de “Born in USA” tiene tres citas en Madrid: 12, 14 y 17 de junio en el Civitas Metropolitano


Actualizado 8 de junio de 2024 - 10:49 CEST

Un planeta lleva su nombre. Elvis fue la luz que alumbró su camino para luego darle la vuelta. Perderse de borrachera en un after le libró de la guerra de Vietnam. Reagan se aprovechó de su música sin entender muy bien lo que decía y si de algo se ha sentido orgulloso en esta vida es de tener un buen culo… Ah, y que se nos olvidaba, lo de ser “El Boss” nunca, jamás le ha hecho mucha gracia.

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Bruce Springsteen que, quiera o no quiera, será para siempre el fucking jefe, vuelve a Madrid. Aquí, un 17 de junio de 2012, o sea, doce años atrás exactamente, ofreció la actuación más larga de sus más de cinco décadas de carrera. Tres horas y 48 minutos de puro espectáculo y se ganó el reproche de Paul McCartney que le recriminó la ocurrencia al enterarse con un lacónico “Nos has hundido a todos”. Pero ni entonces ni ahora, el de Nueva Jersey se ha arredrado. A nada. Lo de dar un paso atrás nunca fue lo suyo, desde enfrentarse a los republicanos a defender la causa LGTBIQ+ aunque su imagen, metalúrgica, se haya tergiversado tanto que parezca todo lo contrario. Aún así, sigue rasgándose vivo como una de sus guitarras sobre los escenarios que, como cantaba John Lydon, de Sex Pistols, “la ira es energía”. En el Metropolitano lo tiene previsto hacer tres veces. Seguidas. Obvio. Aunque no tanto para un señor de 74 años… Lo que pasa es que, si algo tienen los reyes del rock es que jamás cumplen años y bailar, como lo de ser un rebelde, siempre siempre, es cosa de la juventud. O que como escribió premonitoriamente el mítico Jon Landau cuando lo tuvo delante: "He visto al futuro del rock and roll".

Lo de ser una estrella consagrada le viene corto. Sobre todo, porque no necesita de altares. Que si algo le gusta, es bajarse de las tablas y mezclarse con el público (o subírselo a pie de micro como es su costumbre con Waitin' On A Sunny Day...). Aún así, las cifras lo delatan. Más de 140 millones de discos vendidos en todo el planeta, el primer artista de la historia con un álbum en el top five de ventas en seis décadas consecutivas y uno de los cuatro tótems que ha logrado colocar más de 20 millones de entradas de 1980 a hoy. Incluyendo, claro, dos giras mundiales rompetaquillas: la de 2012 y 2016.

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A punto de estrenar “docu”, The Diary Road, y con una peli en la que el “chico” de Rosalía le pondrá cara, o sea, Jeremy Allen White, The Boss -perdona, Bruce- llega a la capital acompañado de su inseparable E Street Band. Y lo hace avalado por las críticas ("uno de los mejores espectáculos de la historia", según The Daily Telegraph y "el mejor espectáculo del mundo" por Billboard) y con dos recopilatorios aún calentitos. Best Of Bruce Springsteen' s y The Live Series: Song from around the World, vol. 2, disponible exclusivamente como descarga digital. Dos discos que componen el tronco argumental de lo que veremos en sus citas madrileñas, o lo que es lo mismo, su autobiografía en pentagramas y corcheas: desde Greeting from Asbury Park, NJ (1973) hasta Letter To You (2020). Uno, el primero, con sus versiones de estudio tal y como se registraron en su momento y el segundo, con sus directos fuera de EE. UU. Del clásico Hungry Heart extractado de su concierto en el Wembley Arena de Londres, un lejano 4 de mayo de 1981, a su Ghosts, en el Autodromo Nazionale di Monza, Monza, del 25 de julio del año pasado. Y en medio, Born to run, Darkness on the Edge of Town, The Rising o Streets of Philadelphia.

 

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Temas todos fundamentales para rasgarse la garganta en el estadio de Las Rosas, para entender la música del siglo XX (en el que ha logrado una veintena de Premios Grammy y dos Globos de Oro y un Oscar y un Tony) y también parte de la memoria sentimental colectiva de varias generaciones, de la moda, y hasta del diseño gráfico. ¿O es que alguien se ha podido olvidar de aquella cubierta del disco Born in the USA fotografiada por Annie Leibovitz? Vaquero, Tshirt blanca, Telecaster y una gorra roja, a modo bandana, en el bolsillo posterior… El que le apretaba el glúteo. Ni Miguel Bosé pudo resistirse a su fuerza arrolladora y eso que invocaba a Super Superman.