Bañada por el mar de la China Meridional y el mar de Joló, la alargada provincia insular de Palawan la conforman 1780 islas, un amplio territorio caracterizado por su gran biodiversidad, que le ha valido ser conocido como ‘la última frontera ecológica de Filipinas’. A pesar de su extensión, es la provincia menos poblada del país. Al norte, las olas acarician las playas vírgenes de El Nido, vigiladas por los prominentes acantilados grisáceos que se elevan ante ellas. ‘El último refugio’, como lo bautizó Jacques Cousteau, es hoy un lugar codiciado por viajeros que buscan este nirvana reconocido como uno de los mejores destinos del mundo.
Frente a la vibrante población de El Nido, alrededor de 45 islas e islotes salpican la bahía de Bacuit, un laberinto trazado por los típicos promontorios calizos que definen los paisajes del Sudeste Asiático. Bajo las paredes abismales de las rocas descansan playas de arenas blanquecinas y lagunas recónditas que abren puertas secretas a un fascinante mundo submarino. Para fotografiarlo será posible hacerse con una cámara acuática en los bazares de la calle principal o en las más próximas de El Nido, en gran parte de tierra, donde se mantienen rústicos establecimientos que, hasta hace poco, no tenían electricidad y se iluminaban con velas. Y es que mucho ha cambiado Filipinas desde que empezó a compartir con el resto del planeta sus olvidadas maravillas bajo el lema It’s more fun in the Philippines (es más divertido en Filipinas).
Cousteau, que dedicó su vida a desvelar las maravillas del océano, bautizó El Nido como ‘el último refugio’
El ambiente, tan destartalado como vibrante, muestra su esencia más auténtica, con sus tuk tuks que van camino de la playa, donde continúa el trajín de la vida local. En la orilla esperan los barcos de excursiones que recorren la bahía durante el día. De regreso, los chiringuitos donde suena la música en directo son el lugar ideal para acabar la noche.
Seguir la carretera que bordea la costa en triciclo o motocicleta permite ir descubriendo otros pequeños paraísos entre comunidades locales y campos de arroz. Hacia el sur, la playa Corong Corong deleita con míticos atardeceres para contemplar balanceándose en un columpio. Mientras el inmenso arenal fundido con la selva de Seven Comandos, al que es posible llegar en piragua, cautiva al imaginar cómo sería la vida de los siete comandos japoneses que, después de la Segunda Guerra Mundial, se quedaron a vivir en él.
Frente a la costa, la isla Cadlao se alza solemne dando paso a otras tantas ínsulas kársticas que flotan sobre un tapiz de aguas de color esmeralda y turquesa. Decenas de salanganas revolotean sobre ellas. Los nidos de esta especie de golondrinas hacen equilibrios en los abruptos acantilados y bautizan este enclave de ensueño. Debido a sus propiedades medicinales, por estar construidos con saliva, son muy cotizados, y su recolección era una de las principales fuentes de ingreso antes de la llegada del turismo.
Para quienes buscan exclusividad, algunos ‘resorts’ ofrecen traslado privado en avioneta hasta El Nido
La escena de picos irregulares emergiendo del agua se reproduce infinita hasta donde alcanza la vista. La mejor forma de explorarla es en bangka, la barca tradicional de pescadores, equilibrada con una pieza de bambú a cada lado. Navegar rumbo a magnéticos islotes es evocar la vida pirata en busca de tesoros escondidos en cuevas misteriosas, en lagunas oníricas encajonadas entre las rocas de la isla de Miniloc o en las de Snake y Helicopter, silueteadas con las formas que les dan nombre. Pero igual de impresionante es sumergirse en la jungla submarina, donde miles de peces tropicales, huidizos dugongos y cinco especies de tortugas en peligro de extinción guían entre los jardines coralinos del último edén.
En Filipinas es tendencia el ‘island hopping’, que permite descubrir en una excursión en barca diferentes islas
El apunte experto
- Corón es el otro destino por excelencia en Palawan, principalmente visitado por buceadores que buscan sumergirse entre pecios de la Segunda Guerra Mundial.
- Duli Beach, Dagmay, Diapela, Twin o Nacpan, con sus hipnóticos tonos ámbar, son otras playas del norte de la isla que dejan estampas cautivadoras.
- Entre las cuevas de El Nido destacan la de la Catedral, en la isla de Pinasil, y Cudugnon, que sirvió como lugar de enterramiento durante el Neolítico.
- Antes de dejar Puerto Princesa, la capital provincial, conviene recorrer el río subterráneo navegable más largo del mundo, con 8,2 kilómetros de longitud. Este imponente sistema de cuevas calizas inundadas es Patrimonio de la Humanidad y una de las Siete Maravillas Naturales del mundo.
- A 18 kilómetros al noreste de El Nido, el valle de Dewill ofrece un sorprendente viaje a uno de los yacimientos arqueológicos más antiguos del Sudeste Asiático.
Guía de viaje