Villas marineras que huelen a salitre, aldeas de interior que rezuman historia o envueltas por una naturaleza que es su mayor reclamo. Y, en todas ellas, la gastronomía que pone en valor la tradición y el propio territorio. ¿Quién no se quiere quedar a vivir en el norte de España para siempre?
BAIONA, PONTEVEDRA
El puente de Ramallosa es bonito, muy bonito, con sus 10 ojos y su crucero en medio, pero no es romano como dicen, sino del siglo XIII y hay que cruzarlo para entrar en esta preciosa villa de aire medieval que invita a ir de un lado a otro. Primero a recorrer sus calles estrechas y empedradas, luego a caminar por el larguísimo paseo que recorre su fachada marítima con galerías acristaladas, tan gallegas, intuyendo a lo lejos las islas Cíes, y, para rematar, rodear la amplia ensenada a la que se abre Baiona para abordar la península de Monterreal, con una monumental fortaleza en lo alto protegida por murallas y torreones desde las que el mar se hace bravo e infinito.
Un plan gastronómico:
- Quedarte a comer o a dormir en el Parador, con las mejores vistas de la villa.
15 escapadas muy apetecibles a menos de una hora de Pontevedra
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BULNES, ASTURIAS
Aislado en el corazón del macizo central de los Picos de Europa, este pequeño pueblo de montaña del concejo de Cabrales (sí, sí, el del queso) de menos de 30 vecinos sigue manteniendo su encanto de antaño, cuando solo se podía acceder a él a pie a través de un sendero que serpentea en continua subida. Hoy día, conectado por funicular con el vecino pueblo de Poncebos, es parada obligatoria para aquellos que buscan disfrutar de la naturaleza asturiana y de las rutas que llevan al Naranjo de Bulnes, también conocido como picu Urriellu.
Un plan gastronómico:
- Visitar las cuevas donde madura, como si de un ser vivo se tratase, el queso de Cabrales, del que dicen es el mejor queso azul del mundo, de pasta azul y elaborado por los ganaderos como leche cruda de vaca, oveja o cabra o la mezcla de ellos (rutalquesuylasidra).
CAMBADOS, PONTEVEDRA
Cargado de vino se vuelve después de pasar por la capital del Albariño, esta bellísima localidad que a su monumentalidad suma 21 bodegas. Casi nada. Se empieza por descubrir las que se alojan en el mismo centro urbano, en los pazos de Fefiñáns y Gil Armada, y ya es un sin parar. De visitas y de degustar. Sin olvidarse del Museo del Vino, junto a las ruinas de la iglesia de Santa Mariña Dozo, donde se aprende sobre la historia de la denominación de origen Rías Baixas. Pazos históricos hay también para dar y tomar y plazas y rúas y un agradable paseo marítimo y vinotecas...
Un plan gastronómico:
- Probar la cocina de Yayo Daporta (yayodaporta.com) o de A Taberna do Trasno (atabernadotrasno.com).
CARMONA, CANTABRIA
El Palacio de Mier es el edificio más imponente y elegante de este minúsculo pueblo del valle de Cabuérniga que, sin embargo, está repleto de grandes reclamos, empezando por sus calles de piedra donde se alternan casas con balconadas de madera repletas de flores con casonas de arquitectura montañesa que lucen aleros, tallas de madera, escudos y rejería de forja. Y luego están los artesanos trabajando la madera a la puerta de sus casas, la iglesia de la Asunción, el puente sobre el río Quivierda… ¡será por rincones! y, alrededor, un paisaje verde donde pasta la vaca tudanca y que se aprecia en conjunto desde sus miradores.
Un plan gastronómico:
- Dar buena cuenta de la cocina cántabra en el restaurante del hotel boutique Casa de Carmona (hotellarhacarmona.com).
HONDARRIBIA, GUIPÚZCOA
Para pasar unos días junto al mar, Hondarribia es un pueblo de diez. Desde el castillo de Carlos V que corona el casco antiguo se contempla una de las mejores vistas de la bahía de Txingudi, el estuario que separa la playa que comparten este bonito pueblo y Hendaya. El paseo por las calles adoquinadas de la parte vieja, aprisionada entre murallas, es obligado y acaba en la Marina, el barrio de pescadores, con sus casas de coloridos balcones llenos de flores y sus bares en los que es devoción entregarse al txikiteo. El monte Jaizkibel, una cresta rocosa que se extiende entre el mar y la desembocadura del Bidasoa, espera ahí al lado para excursiones con vistas al Cantábrico.
Un plan gastronómico:
- Sentarse a la mesa del restaurante Alameda para degustar las creaciones de los hermanos Txapartegi, una revisión de la cocina del Bidasoa de su amona (abuela) que alardea de estrella Michelin desde hace 20 años. O, más informal, las propuestas de su taberna (restaurantealameda.net).
LASTRES, ASTURIAS
Entre el mar y la montaña, este pueblo marinero del concejo de Colunga es bien merecedor de ser uno de los más bonitos de España, también distinguido como Pueblo Ejemplar. En su caserío de calles empedradas adaptado a la empinada ladera hay muchos lugares con encanto: el barrio de los balleneros, la torre del Reloj, la iglesia de Santa María de Sábada y palacios y casas blasonadas entremezcladas con sencillas viviendas de pescadores que se disputan las mejores panorámicas al Cantábrico y al Monte Sueve. Aunque ganan las del mirador de San Roque, en la parte alta. En el puerto pesquero de incansable actividad durante siglos, de lo que se disfruta es de ver a los pescadores faenando y asistir a la subasta de las capturas que llegan cada tarde a la lonja. Por si fuera poco, en la preciosa playa de la Griega hay huellas de los dinosaurios que merodeaban por estas costas y ahí cerca, el Museo del Jurásico.
Un plan gastronómico:
- Degustar la cocina marinera del restaurante Eutimio (casaeutimio.com).
Entre sidrerías, playas y dinosaurios por la costa asturiana
LIÉRGANES, CANTABRIA
Cerca de la costa y de Santander, pero en el interior, este pueblo de los valles pasiegos está lleno de atractivos, empezando por su precioso casco antiguo, plagado de casonas de los siglos XVII y XVIII concentradas sobre todo en el barrio del Mercadillo, palacios indianos, ermitas y hasta un balneario de aire decimonónico. Una leyenda le da fama, la del hombre-pez, que se recuerda con un centro de interpretación y una estatua esculpida en bronce junto al puente Mayor que cruza las aguas del río Miera. Detrás de él se ven dos pequeñas elevaciones conocidas como las Tetas de Liérganes, por su parecido antropomorfo.
Dos planes gastronómicos:
- Tomar un chocolate con churros en una de sus cafeterías, pero si hablamos de dulce también son apetecibles las quesadas, sobaos y otras delicias que venden en la Pastelería Rego (pasteleriarego.com), maestros artesanos desde 1925.
- Catar y comprar la premiada cerveza artesana de DouGall’s (dougalls.es) en la misma fábrica donde se elabora desde 2006, que organiza visitas guiadas.
Cantabria secreta: rincones poco conocidos que te van a sorprender
LLANES, ASTURIAS
Cuesta superar a Llanes en cuanto a reclamos turísticos, con un casco histórico de calles bien empedradas que huelen a sidra y a salitre, una basílica gótica, murallas medievales, la playa del Sablón –muchas más en el concejo– y dos lugares excepcionales con vistas: el paseo marítimo de San Pedro, de hierba, que discurre por el borde de los acantilados, y la escollera del puerto pesquero que el vizcaíno Agustín Ibarrola coloreó con flores, animalitos y otros alegres motivos pintando Los cubos de la memoria. Y, por su fuera poco, en palacio indiano de Partarriú Juan Antonio Bayona rodó El orfanato.
Un plan gastronómico:
- En la lonja, frente al puerto pesquero, abre sus puertas El Bálamu, un recomendable local de ambiente marinero que ofrece elaboraciones simples y producto de calidad.
Una ruta por la costa de Llanes entre bufones y playas salvajes
MOGROVEJO, CANTABRIA
Conduciendo 12 kilómetros desde Potes en dirección a Fuente Dé surge a la derecha este pequeño pueblo rodeado de altas cumbres que posee un hermoso conjunto de casonas de los siglos XVII y XVIII, a mitad de camino entre lo rural y lo señorial, entre las que sobresale una torre medieval. Como telón de fondo, los Picos de Europa. No hay más, pero no se puede pedir más.
Un plan gastronómico:
- Acercarte a probar el cocido lebaniego del restaurante del Hotel del Oso (hoteldeloso.es) de Camaleño, a 5 kilómetros en coche.
Los 12 pueblos más bonitos de Cantabria, cada uno presumiendo de lo suyo
ZUMAIA
Itzurun es la playa de hojaldre de Zumaia, uno de los arenales que forman parte de la ruta de los flysh, esa historia geológica que durante millones ha ido escribiendo la acción continua del mar en los acantilados rocosos de la costa vasca. El lugar, al que se accede a pie desde el puerto, no puede ser más espectacular, con la ermita de San Telmo al borde del Cantábrico. Por este bonito pueblo, de empinadas y estrellas callejuelas que custodia la solemne mole de la iglesia de San Pedro, también pasan peregrinos rumbo a Santiago y se detienen en su otra playa, la de Santiago, con dunas. Muy cerca de ella abre sus puertas el estudio-taller del pintor vasco Zuloaga, hoy convertido en Z Espacio Cultural.
Un plan gastronómico:
- El pulpo es la especialidad gastronómica de esta villa vasca, en cuyo honor celebra una fiesta, pues en sus roquedales encuentra el escondite perfecto. Desde la oficina de turismo se organiza una visita guiada por el geoparque de la Costa Vasca (geoparkea.eus) para descubrir sus ancestrales técnicas de pesca y que acaba con una degustación de un buen pintxo regado con un txakoli.