El 11 de mayo de 1904 nació Salvador Dalí, uno de los artistas más importantes del siglo XX, en la localidad de Figueres, en Girona, el lugar donde todo empezó y donde hoy abren dos un museo dedicado a su genial figura.
Son muy pocos los artistas capaces de forjar a la par una vida y una obra tan rabiosamente universal como local. Uno de ellos es Salvador Dalí, un genio irrepetible que no puede entenderse sin el lugar donde forjó su mito y su universo particular, y ese no es otro que el hermoso yunque mediterráneo del Ampurdán. De ahí que no hay mejor hilo conductor para aproximarse a Dalí que descubrir los escenarios que él eligió para vivir y crear. Por que aún hoy, esa simbiosis del artista con su patria chica sigue latente en el 'triángulo daliniano', el mejor recorrido para zambullirse en el mundo del genio.
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FIGUERES, EL PRIMER VÉRTICE DEL TRIÁNGULO
La ciudad de Figueres ocupa un lugar de privilegio. La capital de la comarca del Alto Ampurdán le vio nacer y morir. Los miles de turistas procedentes de todo el mundo que llegan cada año hasta ella constatan la presencia constante del genio en la ciudad: en la calle Monturiol y la plaza de la Palmera, donde nació y vivió, pero también en la iglesia de Sant Pere, en la que fue bautizado.
LA CASA NATAL: DONDE TODO EMPEZÓ
En Figueres, todos los pasos se encaminan hasta el corazón del imaginario daliniano. Conviene comenzar el recorrido en el lugar donde todo comienza, su Casa Natal (casanataldali.cat/es, en la imagen), que abrió al público tras años de trámites para completar esa línea histórica que marca el punto de partida del genio ampurdanés y su dimensión más personal. Una ruta guiada a través de las imágenes, los espacios y los objetos que marcaron sus inicios, desde su infancia, para comprender mejor su trayectoria.
En estos días, la Casa Natal lleva a cabo una muestra para celebrar los 120 años del nacimiento de Dalí. Una exposición con dibujos originales de su primera época que se podrá visitar hasta el próximo mes de septiembre. Las obras, procedentes de una colección particular, están relacionadas con su propia ciudad y los paisajes de su infancia, como el cercano Cap de Creus.
El TEATRO-MUSEO: COMIENZA EL ESPECTÁCULO
“¿Dónde, si no en mi ciudad, ha de perdurar lo más extravagante y sólido de mi obra, dónde si no?” son palabras del pintor para hablar de este Teatro-Museo diseñado por él mismo sobre los restos del antiguo teatro municipal. Todo en él es anárquico, onírico y transgresor, empezando por su emblemática cúpula geodésica (salvador-dali.org).
Inaugurado en 1974 y presentado por el genio como ”el mayor objeto surrealista del mundo”, el Teatro-Museo Dalí acoge la más notable colección del artista, unas 1.500 obras entre las que destacan famosos cuadros como El espectro del Sex-appeal (1932) o Autorretrato blando con beicon frito (1941). Por si fuera poco, el museo acoge también obras creadas por el artista para este espacio -como la Sala Mae West o el Cadillac lluvioso-, salas con montajes ópticos como las de la Torre Galatea o, incluso, la cripta con la tumba del pintor.
No es lo único, en su interior se descubren, además de pinturas, esculturas, grabados, instalaciones, hologramas, estereoscopias, fotografías… y no solo suyas, también pueden verse obras de otros artistas a los que invitó a exponer en su museo en vida.
SEGUNDO VÉRTICE: PORTLLIGAT
Tras Figueres, la siguiente coordenada imprescindible en el triángulo daliniano es la Casa-Museo de Portlligat. Siguiendo la carretera que va desde el luminoso pueblo de Cadaqués -símbolo turístico de la Costa Brava y otro de los escenarios preferidos del pintor catalán, donde pasó largas temporada en su infancia y juventud- al faro de Creus aparece Portlligat.
Este fue el lugar que Dalí, junto a Gala, su esposa y musa, entronizó como su refugio más perdurable. Sobran los motivos: barcas de pescadores dormitando junto a una rada, pinos que casi lamen el mar, plácida belleza mediterránea... En la Casa-Museo, en su origen una barraca de pescadores, se conservan las estancias, mobiliario y objetos cotidianos de Dalí y Gala y en su laberíntico diseño se suceden pequeños espacios, pasillos sin salida y un sinfín de muebles antiguos, recuerdos y objetos relacionados con la actividad artística de la célebre pareja.
TERCER VÉRTICE: EL CASTILLO DE PÚBOL
La Casa-Museo de Portlligat fue la única casa estable de Dalí, el lugar donde vivió y trabajó hasta que, en 1982, con la muerte de Gala, fijó su residencia en el Castillo de Púbol. Esa es, precisamente, la última arista del triángulo daliniano.
De constatar el magnetismo ejercido en el artista por su esposa y musa, la rusa Elena Ivanovna Diakonova, la célebre Gala, se encarga este refugio que Dalí regaló a su amada y que, a la postre, se convertiría en su mausoleo. El pintor no escatimó en reformas para una construcción medieval cuyos orígenes se remontan al siglo XI. Deambular por este castillo supone descubrir el universo particular de esta pareja: las estancias privadas de la musa –como el Trono de Gala o su baño-, la colección de trajes de alta costura que ella guardaba en el desván, las grandes esculturas de elefantes que decoran el jardín o las pinturas que el pintor le regaló para exponer en el castillo.
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En estos días y hasta el 31 de mayo de 2025 la exposición “El despertar del mito: Gala Dalí” celebra no solo el 120 aniversario de Salvador Dalí, también el 130 aniversario de Gala (Kazán, Rusia, 1894) y lo hacen a través de la moda. Una exposición donde se exhiben piezas de su colección personal, donde encontramos diseños de alta costura de Christian Dior o Givenchy, junto a otras prendas qu reflejan su personalidad y que encuentran aquí el marco perfecto.
Así es el Castillo de Púbol, un broche de oro teatral y único, al recorrido por los paisajes que marcaron el universo del genio Dalí.
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