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¿Sabías que Valladolid tiene su propio Cañón del Colorado?

Los cortados de Cabezón son un fantástico lugar para disfrutar del senderismo por el valle del Pisuerga. De camino a Dueñas surgirán otras paradas para detenernos, probar el clarete de la tierra, dormir en un palacio y hasta viajar a otra galaxia


Actualizado 11 de abril de 2024 - 15:26 CEST
© Ruta del Vino Cigales

A solo unos kilómetros de Valladolid, en medio del páramo castellano, la tierra llana se eleva para dar forma a un sorprendente cañón a orillas del Pisuerga. Para llegar a él hay que tomar la autovía A-62 que une la capital con Palencia y hace de eje vertebrador de la Ruta del Vino de Cigales. Estamos en el territorio del clarete y en este, además de bodegas y viñedos, encontramos pueblos encantadores con casas-cuevas, castillos encantados, monasterios cistercienses y singulares parajes como los cortados que se extienden entre Cabezón de Pisuerga y San Martín de Valvení que son un capricho de la naturaleza.

 

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Nos quedamos en la margen derecha del río para hacer la ruta circular GR 296 que une ambos municipios, un agradable paseo por la vega del Pisuerga y las cuestas y páramos que la bordean siguiendo el pequeño ‘Cañón del Colorado vallisoletano’. Son 7 kilómetros que arrancan en Cabezón y, en su primer tramo por pista y luego por un sendero, ascienden entre pinos a la cima del cerro de Altamira. La atalaya, a menos de un kilómetro del inicio de la ruta, fue ocupada en el siglo X por un castillo del que ya no queda nada, pero es un mirador maravilloso para recrearse con las vistas del pueblo, del valle del Pisuerga y los montes Torozos.

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© Ruta del Vino Cigales

Desde la senda, que está señalizada, se ve en uno de los meandros el monasterio cisterciense de Santa María de Palazuelos. Cuando se han recorrido 3,2 kilómetros, se alcanza el cortado más espectacular de la zona de Cabezón, con una caída de más de 60 metros. Más adelante sorprenden las coloreadas formaciones geológicas de San Martín de Valvení, cortadas a pico sobre el Pisuerga, que fluye 80 metros más abajo, y erosionadas por el río desde hace siglos.

 

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© Ruta del Vino Cigales

Al borde mismo, otro mirador que da vértigo se asoma al abismo. Todavía se puede llegar un poco más allá, hasta el extremo, como hacen los aventurados ciclistas que quieren disfrutar de la mejor vista. Si la ruta se hace al atardecer, la panorámica resulta aún más mágica, pues el sol ilumina los cortados tiñéndolos de color naranja y se duplican en el agua.

© @santamariadepalazuelos

Similar recorrido que el río, pero en línea recta, dibuja el canal de Castilla, que discurre paralelo y muy cerca de la autovía A-62. Por el tramo más próximo de los 207 kilómetros navegables que tiene esta obra faraónica construida a pico y pala en el siglo XVIII –trazada para unir la Meseta con el mar–, se puede ir a pie o pedaleando, pero también navegando, ya sea en dirección a Dueñas y la capital palentina o a Valladolid, donde concluye el ramal Sur.

 

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© @bodegonelciervo

Después del paseo, toca reponer fuerzas y para ello elegimos un clásico de la zona con más de 40 años de historia: el Bodegón El Ciervo, en Cabezón de Pisuerga. Al frente hoy de la segunda generación, triunfa a base de tradición y productos kilómetro 0. En primavera recomiendan los caracoles y los cangrejos con una salsa especial; en temporada de caza, perdices, codornices y ciervo preparado de múltiples formas; en otoño, las setas, pero su especialidad es el lechazo, que, después de haberlo probado, confirmamos que se ha ganado su fama. Tanto como el café de montería con el que se acaba la comida en la cava subterránea, un brebaje de hierbas aromáticas elaborado con café de puchero que es marca de la casa.

© @santamariadepalazuelos

Por la tarde abre el monasterio de Santa María de Palazuelos (2 €), que llegaría a ser un próspero cenobio hasta bien entrado el siglo XIX para luego convertirse en explotación agrícola. Las visitas guiadas profundizan en su arquitectura cisterciense y en su historia, pero regularmente también organiza otras actividades culturales, como conciertos, talleres y exposiciones.

 

Silencio y paz en los monasterios más importantes de España

© @puerto.espacial

De camino a Valoria la Buena, el castillo de Puerto Espacial despierta la imaginación de quienes se aventuran a entrar en la galaxia de ciencia ficción creada por el artista Juan Villa, creador también de la ambientación del Castillo Encantado de Trigueros del Valle. Fascinado por la magia del cine desde bien pequeño, vive dedicado a fabricar elementos de atrezzo, esculturas, figuras y decorados para la gran pantalla y ha llenado este espacio de robots, extraterrestres, droides, naves espaciales y otras criaturas fantásticas dándoles vida con sonidos y efectos visuales (puertoespacial.es). Abre los fines de semana y la entrada cuesta 9,50 €.

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Otro palacio, pero este para dormir, nos espera en Valoria la Buena, un proyecto en el que la familia Concejo lleva involucrada varias décadas. Empezó con la recuperación de la actividad vinícola, luego llegó la bodega, pionera en elaborar rosados dulces y fermentados en barrica, y, por último, la reconstrucción del caserón familiar para convertirlo en hospedería. Una Posada Real, con 14 habitaciones todas diferentes donde se duerme de lujo entre anchas paredes de piedra y decoradas con muebles de época, y se come de lujo en su restaurante, El sueño del General, orientado al producto de cercanía. Su menú gastronómico a base de carnes de buey y vinos de parcela es un disfrute de principio a fin y un buen remate para una jornada intensa por tierras vallisoletanas.

 

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