Ni Duarte Pío, duque de Braganza y heredero de la dinastía casi milenaria de los reyes de Portugal (aunque sin corona), ni su hijo Alfonso, pretendiente al trono, viven en ninguno de los palacios en los que residieron sus antecesores, ni pasan en ellos sus vacaciones de verano, sino en una finca de Ferragudo, en el Algarve. Hoy, los palacios reales portugueses tienen nuevos usos y residentes, que vamos a descubrirte:
PALACIO DE LOS DUQUES DE BRAGANZA, EN GUIMARAES
Una frase queda en la memoria cuando se visita el palacio y es que Portugal nació aquí. Lo construyó Alfonso, el primer duque de Braganza, y forma conjunto con el castillo de Guimarães y la iglesia románica de San Miguel del Castillo, donde se bautizó el monarca. El palacio empezó siendo una casa señorial en el XV, durante siglos estuvo prácticamente abandonado y ahora abre al público como museo y residencia oficial del presidente de la República.
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PALACIO REAL DE COIMBRA
De palacio a universidad inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Esa ha sido la transformación del herogéneo conjunto arquitectónico, construido a lo largo de varios siglos, que habitó el rey Alfonso Enríquez, siendo en el primer palacio real del país y en el que nacieron prácticamente todos los reyes de la primera dinastía. Sería en el XVI cuando se instalaron en él todas las facultades de la Universidad de Coimbra, tomando el nombre de Palacio de las Escuelas. Su Porta Férrea, la Torre, la larga balconada de la fachada principal y el gran salón de actos, donde se realizan las ceremonias más importantes de la vida académica, y la biblioteca Joanina son sus espacios más destacados.
PALACIO NACIONAL DE SINTRA
Hoy es un espacio destinado a fines culturales, pero este palacio que llama la atención por sus dos enormes chimeneas cónicas y forma parte del Paisaje cultural de Sintra, Patrimonio Mundial de la Unesco, se erigió árabe, fue renovado en estilo manuelino y acabó convertido en residencia real. En el mismo centro de la villa, su interior está lleno de sorpresas, como sus paredes cubiertas de azulejos antiguos, sus salas de los Cisnes y dos Brasoes, la capilla Palatina y la cocina.
PALACIO NACIONAL DE AJUDA
Cuando Luís I se convirtió en rey de Portugal y se casó con la princesa italiana María Pia de Saboya eligieron como residencia este palacio neoclásico construido en la primera mitad del siglo XIX y convertido en museo histórico. Entre sus tesoros, acoge una importante colección de artes decorativas y las joyas de la Corona portuguesa. Actualmente es sede de ceremonias oficiales y actos solemnes de la presidencia de la República.
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PALACIO DE BELÉM
Otro de los principales palacios de la familia real portuguesa se encuentra en la freguesia de Belém, con sus jardines en la ribera del río Tajo, que ahora es la casa del presidente de la República. Lo construyó un aristócrata portugués en el XVI y dos siglos después el rey Juan V lo compró con oro de Brasil, convirtiéndose en el centro de la vida cortesana junto con los palacios de Ajuda y Queluz. Además de residencia de mandatarios extranjeros durante su visita a Portugal, en 1886 pasó a ser la residencia oficial de los duques de Braganza y en él nacieron el príncipe heredero Luis Felipe y el rey Manuel II. La visita por sus salas descubre la historia reciente del país.
PALACIO DE MAFRA
Su semejanza con El Escorial tiene su razón, por las dimensiones, el origen y la impronta palacial y religiosa de este gigantesco palacio y convento que el lujurioso monarca Joao V ordenó levantar si Dios le concedía un heredero. Tenía que ser el más grande de los palacios de su reino y así fue: un coloso de 40.000 m2 con una fachada de 200 metros, 4500 puertas y ventanas repartidas por 800 salas. La visita al palacio, donde se entremezclan los estilos barroco y neoclásico, pasa por la botica del convento, los pabellones del Rey y la Reina, el museo, la basílica y, sobre todo, la biblioteca, de las más impresionantes de Europa. Como un parque para el ocio y la caza del monarca se creó la Tapada Nacional de Mafra, 800 hectáreas de naturaleza por la que corretean venados, zorros y gamos.
PALACIO DA PENA
Al estilo de los castillos de Baviera parece diseñado este palacio que fue una de las principales residencias de la familia real portuguesa durante el siglo XIX y se alcanza por una preciosa carretera que trepa desde Sintra. El delirio de eclecticismo arquitectónico, con sus torres despuntando sobre las colinas, que Fernando II recuperó como casa de veraneo es Patrimonio de la Unesco y encierra un laberinto onírico de patios y escaleras de caracol, miradores y escondites en el que se funden diferentes estilos, del neogótico al manuelino.
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PALACIO DUCAL DE VILA VIÇOSA
Durante siglos este palacio fue uno de los preferidos de la familia real portuguesa. Lo mandó construir en el siglo XVI el cuarto duque de Bragança, con una imponente fachada inspirada en el palacio de la Ribeira de Lisboa, y más tarde embellecido su interior con pintura mural. En estos nuevos tiempos acoge un museo gestionado por la Fundación de la Casa de Bragança donde se expone mobiliario, porcelanas, pinturas y piezas de vidrio de los monarcas, además de una colección de armas y carruajes.
PALACIO DE QUELUZ
Colosal en magnitud y boato, el palacio real de Queluz está considerado el Versalles portugués y pasó de ser un pabellón de caza a palacio por mandato del príncipe Pedro, hijo de Joao V. Aunque concebido para fiestas y música, fue escenario de varios dramas, como el de la Reina María I, que enloqueció al final de su vida. Desde fuera, el palacio real, rodeado de jardines con fuentes y esculturas, es una sucesión de balconadas pintadas en tonos pastel, en su interior destacan el salón del Trono –con un singular juego de espejos–, la sala dos Embaixadores y los jardines, y también el salón de la Música, el corredor das Mangas, la escalinata de los Leones y la cámara de Don Quijote, el dormitorio que vio nacer a Pedro IV, decorado con escenas del ilustre hidalgo de La Mancha.
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CIUDADELA DE CASCAIS
Son tres los conjuntos que forman la ciudadela que comenzó a edificarse a partir de la torre de Santo António de Cascais y a la que sumaría después la fortaleza de Nuestra Señora de la Luz. Pero, en el siglo XIX, el rey Luis I de Portugal ordenó adaptarla para ser lugar de descanso y retiro para la familia real y se construyó la zona del palacio real. Ahora, además de telón de fondo para el puerto deportivo, acoge un museo y un lujoso hotel de la cadena Pestana, único en Europa por contar con su propio Art District.
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PALACIO DE RIBEIRA
Durante más de 200 años y hasta el terremoto de 1755, la gran plaza del Comércio estaba presidida por el palacio real de Lisboa. A Manuel I de Portugal se debía la obra, quien decidió cambiar la residencia de los monarcas del castillo de San Jorge, que corona una colina del barrio de Alfama, a las orillas del Tajo. Luego la mejorarían y ampliarían nuestro Felipe II, cuando la corona portuguesa pasó a manos de España, Juan V de Portugal y José I. Tras la reconstrucción, los nuevos edificios que rodean la plaza están ocupados por ministerios.
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