Cuando uno llega a Düsseldorf, sea en el medio que sea, es hora de cambiar de medio de transporte y subirse a una de las miles de bicicletas que se alquilan casi en cualquier calle. Este es un gesto tan cotidiano en Düsseldorf como beberse una cerveza. Manillar en mano, las propuestas son casi infinitas. Y es que una quinta parte de su superficie total son zonas de esparcimiento. El eje verde comienza en el Nordpark, que tiene un delicioso jardín japonés, homenaje a la ciudad que alberga la mayor comunidad nipona de toda Europa, después de Londres y París.
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Durante todo el trayecto por el Rhein Promenade se puede admirar una hilera de bellas casas en Cecilienalle que miran al río. Es esta calle la que conduce hasta un rincón casi secreto llamado Alter Golzheimer Friedhof. A medio camino entre parque y cementerio, es un pequeño reducto de paz integrado entre edificios enormes de oficinas y viviendas de lujo.
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A dos golpes de pedal, uno se topa con tres de los escenarios culturales más sobresalientes: el Museo Kunstpalast, la sala de conciertos Tonhalle –con una cúpula espectacular– y la Academia de Bellas Artes, por donde pasaron artistas de renombre internacional.
En pocas ciudades es tan evidente el contraste entre tradición y modernidad como en Düsseldorf. Lo primero es palpable cuando se entra en el Altstadt o la ciudad vieja. El legendario kilómetro cuadrado cuenta con numerosos establecimientos (entre restaurantes, cervecerías y cafés) que le han valido el sobrenombre de “la barra más larga del mundo”. Desde primera hora de la tarde se percibe la animación en sus rincones.
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Es el momento perfecto para hacer una parada, dejar la bicicleta junto a la antigua colegiata de san Lamberto y degustar una Altbier, la cerveza de alta fermentación que solo se elabora en las cervecerías históricas de esta ciudad.
Pero el casco antiguo es mucho más que esto. En el entramado de calles adoquinadas está la casa donde nació el famoso poeta del XIX Heinrich Heine. Muy cerca, la plaza del mercado, donde se encuentra el Ayuntamiento (Rathaus). Y junto a esta, la Burgplatz, dominada por la antigua torre del castillo, ahora Museo Naval.
El recorrido por el Altstadt termina con un paseo por la romántica calle Orangerie, en la que se encuentra el Museo de la Ciudad y donde merece la pena disfrutar de su jardín. A pocas calles, la tranquilidad se ve interrumpida por la animación de Carlsplatz.
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Düsseldorf es también la ciudad más sofisticada de Alemania. Sus importantes ferias de moda y sus tiendas la convierten en uno de los destinos de compras más elegantes de Europa. Los principales diseñadores eligen Königsallee para abrir sus boutiques. Esta amplia avenida, conocida como el Kö, es atravesada por un canal y conecta con el Kö-Bogen (koebogen.info), un complejo que es un icono de la ciudad. Merece la pena poner pie en tierra, aparcar la bicicleta en cualquier punto del canal y pasear esta ‘milla de oro’, que nada tiene que envidiar a la de otros lugares del mundo.
La innovación arquitectónica también ha llegado hasta el subsuelo con la línea de metro Wehrhann, que cruza el centro de la ciudad de este a oeste y que solo cuenta con seis estaciones, pero proyectadas por arquitectos y artistas responsables de convertir cada parada en una auténtica obra de arte.
La modernidad en Düsseldorf habita en el barrio del puerto. Las antiguas instalaciones portuarias han experimentado una fascinante transformación. Los grandes arquitectos del mundo firman las construcciones más transgresoras, como los tres edificios de Frank O. Gehry, que representan los siglos XIX, XX y XXI. Todo ello bajo la atenta mirada de la torre de comunicaciones, Rheinturm, que tiene un restaurante giratorio y un mirador que busca el infinito (rheinturm.de).
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CÓMO LLEGAR A DÜSSELDORF
La ciudad está muy bien comunicada con los principales aeropuertos, con vuelos desde desde numerosas ciudades españolas. Existen muchas maneras de llegar a Düsseldorf, pero sin duda, una de las más atractivas es a bordo de uno de esos famosos cruceros fluviales tan de moda en los últimos años. El Rin se hace navegable en Basilea, Suiza, y desemboca en Rotterdam, en los Países Bajos. Pero es a mitad de camino, en su tramo alemán, cuando muestra su mejor cara y empieza a serpentear a su paso por la capital de Renania del Norte-Westfalia. Si tienes tiempo, este medio de llegar es el más atractivo.
CUÁNDO IR
Para recorrer la ciudad en bicicleta la mejor época es la primavera, seguida del otoño.
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PARA MOVERSE
Düsseldorf es la ciudad de los trayectos cortos. Es muy cómoda para recorrerla a pie o en bicicleta gracias a la enorme cantidad de carriles bici. Aparcar la bicicleta nunca es un problema. Basta con atarla con su cadena y candado a cualquier punto fijo, además de los aparcamientos habilitados para ello.
PARA COMER
Un clásico de obligada visita es la Brauerei Schumacher (schumacher-alt.de), con una carta llena de especialidades alemanas entre las que no puede faltar el delicioso codillo y la degustación de salchichas. Para una cena más especial y elegante, alguno de los estrella Michelin de la ciudad, como Le Flair (restaurant-leflair.de) o 1876 Daniel Dal-Ben (1876.restaurant).