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Las ciudades más bellas del sur de Europa bañadas por el Adriático

Enclaves costeros de Italia, Eslovenia, Croacia y Montenegro que muestran la esencia del Mediterráneo más auténtico.


16 de marzo de 2024 - 9:27 CET
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BARI

La Puglia es un buen comienzo para una ruta por ciudades espectaculares bañadas por el Adriático, y lo es porque es el secreto mejor guardado del sur de Italia. Bari es la capital de esta región mediterránea que tiene entre sus imprescindibles: Alberobello, famoso por sus construcciones de piedra llamadas trulli, el pueblo fortificado de Giovinazzo, los marineros de Polignano a Mare (en la imagen) y Monopoli, y la propia Bari, con un encantador barrio antiguo rodeado por una imponente muralla, un magnífico castillo y dos importantes templos: la catedral y la gran basílica románica de San Nicolás. Callejear por su cogollo medieval brinda una ocasión que ni pintada para iniciarse en el deporte nacional de la passeggiata. 

 

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RAVENNA

No uno ni dos ni tres. Hasta 8 monumentos bizantinos de Rávena están incluidos en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco por sus valiosos mosaicos. Ellos son la razón de peso para desembarcar en esta pequeña ciudad italiana que nada tiene que envidiar a Estambul, Roma o Venecia como capital mundial de los mosaicos. La basílica de San Vital y la dedicada a San Apolinar son dos de los grandes monumentos que no hay que dejar de ver en esta ciudad.

 

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VENECIA

En Venecia no hay que ir en busca de nada, porque el encanto está en perderse por este laberinto de canales donde se suceden sin tregua palazzos e iglesias a cada cual más monumental, como un decorado. La piazza San Marcos, el palacio Ducale, el puente Rialto, el de los Suspiros, los mercados, la panorámica desde el Campanille, los gondoleros, los recorridos en vaporetto por el omnipresente Gran Canal, las tiendas que venden cristal de Murano y Burano, los cafés míticos, la Giudecca…, cada lugar es una estampa inolvidable. Venecia es un sueño de ciudad.

 

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TRIESTE

Casi en la frontera con Eslovenia, Trieste es una sorpresa italiana mayúscula, porque la que tantas veces pasó de unas manos a otras, desde romanas hasta austriacas e incluso llegó a ser una ciudad-estado libre, guarda herencia de todo ello. Está rodeada de colinas, pero vive abrazada al mar, tanto que es a él al que se asoma su monumental piazza dell’Unità. En ir descubriendo sus bonitos edificios del puerto, sus palacios de todos los estilos –barrocos, neoclásicos…–, sus restos romanos, las iglesias que son ejemplo de cruce de culturas y religiones, la huella de los grandes escritores que encontraron en ella inspiración, como James Joyce, con su escultura al borde del Canal, se puede pasar entretenido una larga jornada o más, pero un tiempo hay que reservarse también para disfrutar de un buen café, por el que aquí los italianos sienten pasión, y, si cunde, recorrer el golfo hasta el castillo de Miramare, levantado por voluntad del archiduque Maximiliano de Habsburgo, y el faro de la Victoria, emblema de Trieste.

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PIRAN

La eslovena Piran es una ciudad deliciosa para recorrer a pie, es así como mejor se disfruta este conjunto artístico que tiene como centro la elegante plaza de Tartini, a la que se asoman los bellísimos balcones de las casas del siglo XV que la enmarcan. Después de tomar perspectiva y ver las vistas que regala desde la colina la iglesia de San Jorge, cuyo campanario está inspirado en el campanile de San Marcos de Venecia, hay que recorrer las estrechas calles de su casco antiguo, rodeado por murallas medievales, mientras se descubren la Casa Veneciana, el Palacio de Justicia, el Ayuntamiento, el Museo Marítimo, pero también tabernas de madera, tiendecitas marineras, restaurantes con vistas al mar y un paseo marítimo que, siguiendo la bahía, lleva a Portoroz, el puerto deportivo más animado de Eslovenia. 

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ROVINJ

Dicen de Rovinj que es la ciudad más romántica de Croacia, y también de las más bonitas y pintorescas de su costa, y tal vez lo sea. Lo que sí es muy apreciada por los artistas, que han pintado aquí sus más bellos rincones y luego exponen sus obras en Grisija, la llamada calle de los artistas. Su arquitectura veneciana, su armonía cromática, sus 67 kilómetros de costa, sus 14 islas, islotes, peñones y su magnífico núcleo histórico tienen mucho que ver en ello.

 

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PULA

Con más de tres milenios de existencia a sus espaldas, Pula es otra de las ciudades-museo de Croacia, en cuyas calles se descubren joyas como el Arco de Triunfo de Sergii, el templo de Augusto, la Puerta de Hércules…, pero, sobre todo, el Anfiteatro, símbolo de la ciudad. También presume de un buen catálogo de playas diseminadas a lo largo de cien kilómetros de su bella y escarpada costa. Y, si se va en busca de su patrimonio natural, espera el Parque Nacional de las Brijuni, que acapara toda la atención. 

 

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ZADAR

En esta ruta por la Costa Dálmata en la que se alternan calas rocosas con pequeñas ciudades medievales y acantilados abruptos con tranquilos pueblecitos de pescadores, otra buena sorpresa es Zadar, que en otro tiempo formó parte de Italia y de la República de Venecia. Frente a las islas Ugljan y Pašman, tiene una oferta de museos e iglesias que muchas quisieran, entre las que figuran su catedral y la dedicada a San Donato, pero también la puerta Terraferma, la de Arena, resto de sus antiguas murallas, o el foro romano.

 

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SPLIT

Split es un palacio convertido en ciudad. El del emperador romano Diocleciano, al que con el paso del tiempo se fueron adosando viviendas e incorporando elementos urbanos hasta dar origen a la que hoy es la segunda ciudad más populosa de Croacia, después de Zagreb. Además de conocer su ciudad antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad, lo que hay que hacer en ella es dar un agradable paseo por su moderno paseo marítimo plagado de terracitas, entrar en sus iglesias y museos, conocer sus playas y, desde aquí, saltar a algunas de las islas que la protegen del mar abierto. 

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DUBROVNIK

Lo mejor manera de ver por primera vez esta ciudad croata es desde el mar, porque, a distancia, impacta contemplar su cogollo medieval protegido por murallas. Una vez en tierra se impone el recorrido por su casco viejo lleno de palacios, cúpulas, conventos y callejas donde se palpa el poso de una historia de más de mil años. Como eje principal, la Stradun Placa, toda de mármol, que conduce hasta la Torre del Reloj y pasa por ser una de las más bonitas de Europa. Pero además están las callejuelas estrechas que la cortan con sus plantas sobre la escalera y su ropa tendida; la Ulica Zudioska o judería, la iglesia de San Blas, el Palacio Sponza…

 

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KOTOR

La bahía de Kotor es el mayor tesoro natural de Montenegro y de la Costa Dálmata, un paisaje que recuerda a los fiordos noruegos y que esconde en su fondo a la ciudad que le da nombre. Este precioso enclave eclipsado durante años, como también lo fueron en esta costa Splitz y Dubrovnik, es un delicioso laberinto de callejuelas umbrías y empedradas, de placitas y pasadizos oscuros que está declarado Patrimonio de la Humanidad. Pero también lo son, en la bahía, las playas de Ulcink o las de Sutomore, y las dos curiosas y minúsculas islas de Gospa od Skrpjela y Sveti Djordje. 

 

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