La tradición y la modernidad se abrazan en Zúrich con tanta armonía que los contrastes lógicos se asumen con naturalidad. Desde que en la Edad Media destacara como centro de producción y comercio de la seda hasta 2024, cuando se inaugure el visionario hospital infantil universitario proyectado por Herzog & de Meuron, obra cumbre de la arquitectura contemporánea, el arte y la cultura han jugado en esta ciudad un rol determinante.
Si descubrimos Zúrich en ese orden, de ayer a mañana, debemos empezar en el pintoresco Niederdorf, conglomerado de calles adoquinadas con edificios de poca altura, plazas medievales y aire de pueblo. Lo ideal es perderse y callejear. Sin duda, la catedral de Grossmünster es la postal más buscada, un templo románico con elementos góticos fundado por Carlomagno y con gran protagonismo durante la reforma protestante. Sus dos campanarios gemelos del siglo XV son emblema de la ciudad. Y sus vidrieras, de 1932, obra de Augusto Giacometti, que decoró de manera sublime el vestíbulo del Amthaus I –edificio de la Guardia Real de la Policía Municipal– conocido como Blüemlihalle o Sala de las Flores.
También las vanguardias alumbraron Zúrich. Su neutralidad durante las guerras mundiales y su ubicación estratégica entre Francia y Alemania favorecieron la llegada de mentes pensantes de toda Europa. Uno de ellos fue el poeta Tristan Tzara, que en el Cabaret Voltaire de la Spiegelgasse impulsó el dadaísmo en 1916.
Si volvemos a Bellevueplatz por el ayuntamiento –sobre las aguas del río Limago– se llega al Café Odeon, frecuentado por Mata Hari, Stefan Zweig…, y al restaurante Kronenhalle, templo del arte y la gastronomía. Calle arriba está la reciente Kunsthaus de David Chipperfield, que ha permitido ampliar el Museo de Arte Contemporáneo. Y calle abajo, la Ópera, inaugurada en 1891 para dar brillo a Sechseläutenplatz, la explanada que antecede al lago de la ciudad.
El Zúrich más refinado se concentra en la comercial Bahnhofstrasse, donde conviven firmas de lujo con confiterías de prestigio como Sprüngli o Teuscher. Para comer muy sano y muy bien, nada como el vecino Hiltl, considerado el primer restaurante vegetariano del mundo, abierto en 1898.
La cercanía con la estación de tren nos lleva a Platzspitz y al Museo Nacional de Zúrich, cuya reciente ampliación ilustra el choque armónico entre la tradición y la modernidad. El antiguo edificio del siglo XIX se une al proyecto de los arquitectos Emanuel Christ y Christoph Gantenbein: un prisma de hormigón que evoca el paisaje alpino helvético.
Europaallee es el distrito que ha regenerado esa zona limítrofe de la ciudad junto a las vías del tren y encuentra en el campus de Google su mejor aliado. Conecta con Langstrasse, la calle que da nombre al barrio moderno y cosmopolita. Fue el barrio rojo y ofrece vida nocturna, tiendas vintage, gastronomía internacional y, cerca, un interesante Museo del Diseño.
La torre Freitag, a partir de coloridos contenedores, acoge la tienda original de las mochilas del mismo nombre, icónico ejemplo de reciclaje. La recuperación del Viadukt (antiguo puente ferroviario) como zona comercial y de bares hipsters entre parques ha sido igual de celebrada en el nuevo Zúrich que la Prime Tower, del estudio Gigon/Guyer, cuyo bar regala las mejores vistas, las que devuelven al centro histórico y al lago y las que demuestran por qué cada vez que se vuelve a Zúrich parece la primera.
Niederdorf es un conglomerado de calles adoquinadas, plazas medievales y aire de pueblo para perderse
El apunte experto
- En 1970, Marc Chagall confeccionó cinco vidrieras de una luminosidad extraordinaria para la iglesia de Fraumünster que se recomiendan contemplar al amanecer.
- En la coctelería Kronenhalle, colindante al restaurante, se inventó el cóctel Lady Killer, con fruta de la pasión, piña, ginebra, melocotón y Cointreau, en homenaje a la mujer que disfruta de la noche por anticipado.
- Atención a los edificios renovados por la arquitecta Tilla Theus, que fusionan la vanguardia con el peso de la historia, como la tienda COS (Bahnhofstrasse, 53), un antiguo banco, o el restaurante AuGust (Rennweg, 7).
- Desde la montaña Üetliberg se obtienen las mejores vistas del lago, la ciudad y los Alpes.
- Una propuesta interesante es conocer la vieja fábrica de cerveza Löwenbräu, un complejo arquitectónico de aire industrial renovado por el estudio Gigon/Guyer.
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