Sentir el viento gélido y seco en el rostro es solo el principio. Después llega la palpitación intensa, los músculos en tensión y una emoción indescriptible fruto de saber que se está a punto de vivir algo único. No todos los días se disfruta de un paseo en trineo tirado por perros. Mucho menos, atravesando los paisajes nevados del valle de Arán . En apenas unos segundos, el trineo ya se desliza a toda velocidad por la nieve. El sonido de su roce con el terreno eclipsa los jadeos de los perros, que corren por los senderos apenas intuidos. Todo alrededor se transforma en un lienzo en blanco moteado de abetos y pinos.
Es en ese momento cuando se entiende la grandiosidad del entorno en el que uno se halla. Aislado del resto del país por su complicada orografía, no fue hasta 1948, año en el que se inauguró el túnel de Vielha, cuando los araneses, de carácter fuerte y rudo por su relación con la montaña, se acercaron literal y figuradamente al resto de Cataluña. En este lejano territorio colindante con Francia, en el que hablan incluso su propia lengua –el aranés–, conviven apenas 10.000 habitantes repartidos por una treintena de pueblos.
Más de 200 lagos, abetos centenarios y bosques de pino negro embellecen el parque de aigÜestortes
Aún en el trineo, con la adrenalina por las nubes, algo llama la atención en la lejanía. Es el pueblo abandonado de Montgarri, a 7,5 kilómetros del Pla de Beret. Asentado a los pies del río Noguera Pallaresa, que discurre tranquilo regalando la postal perfecta, apenas queda de él su santuario, hoy convertido en refugio, que se alza hacia el cielo con su alta torre octogonal y sus cinco siglos de historia, aunque se cree que su origen real se remonta al año 1117.
Mientras los perros descansan, un reconfortante chocolate caliente y una charla junto a la chimenea devuelven la energía y las ganas de continuar la aventura, por qué no, en un contexto bien distinto. Solo hay que escoger uno de los après-ski que, entre pistas, regalan la oportunidad de brindar con champán frente a cumbres de 3000 metros de altura. Es este solo uno de los infinitos entretenimientos en el valle de Arán.
Conduciendo montaña abajo se atraviesa la estación de Baqueira Beret, donde cientos de aficionados, con esquís y tablas de snow a cuestas, apuran los últimos metros hasta los telesillas para remontar una vez más. Algo más alejado se halla el pueblo de Salardú. Dejando su pintoresca estampa a la espalda, con sus casitas en piedra, madera y pizarra y la torre de la iglesia románica de San Andrés de Salardú sobresaliendo entre los tejados, se alcanza el aparcamiento donde Luis Luengo, madrileño asentado en el valle desde hace 25 años, espera junto a un puñado de motos de nieve. Es este –¡sorpresa!– el único medio de transporte para llegar al paraíso de Banhs de Tredòs.
En este lejano territorio colindante con Francia hablan su propia lengua: el aranés
La que ha sido durante años –y se espera que vuelva a serlo pronto– la estación termal más alta de Europa se halla a 1740 metros y es una de las grandes maravillas del lugar. Un enclave rodeado del blanco impoluto de los Pirineos y al abrazo de la naturaleza salvaje del Parque Nacional de Aigüestortes, cuyos dominios albergan más de 200 lagos, abetos centenarios y bosques de pino negro. Aquí, en el edificio, aguarda el restaurante regentado por Luis y Lucía, su mujer, que funciona como punto de partida y centro de alquiler de material para el disfrute de infinidad de actividades con la nieve como protagonista.
Entre pistas y frente a cumbres de 3000 metros de altura surgen aprÈs-ski en los que detenerse
La experiencia a escoger, eso sí, dependerá de las ansias de aventura. Siempre será buena idea probar suerte con las raquetas de nieve para explorar el terreno. A unos cientos de metros siguiendo el río Aiguamòg se alcanza una cascada digna del paseo, a la que también se puede llegar en moto de nieve. Pero las rutas guiadas en este entorno son infinitas, entre ellas la que conduce a la zona de Montanheta, a las puertas del parque nacional. Un paisaje que recorrer, por qué no, practicando esquí de fondo, otra de las apuestas preferidas por los aventureros de la nieve.
De vuelta al calor de Banhs de Tredòs llega la recompensa, pues lo disfrutado es el preludio al despliegue gastronómico que tiene lugar cada noche en el restaurante, cuando la cocina creativa conquista los paladares en un último espectáculo pirenaico. Un festín con el que entender, de nuevo, que en el fin del mundo los esquís no hacen falta para disfrutar.
El apunte experto
››Visitar las preciosas iglesias románicas que hay repartidas por las diferentes localidades del valle de Arán.
››Practicar esquí de fondo por los paisajes que rodean Banhs de Tredòs.
››Catar los quesos araneses en la quesería familiar Hormatges Tarrau.
››Atreverse con el patinaje sobre hielo en el Palai de Gèu (palaidegeu.com), la pista cubierta de la localidad de Vielha.
››Sobrevolar el valle de Arán en helicóptero y contemplar el Aneto (3404 m) desde las alturas.
Guía de viaje
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