Para locos de los libros, o de la historia, o del paisaje, o de la gastronomía, o de todo a la vez, Urueña es el destino, la sorprendente Villa del Libro castellana que figura en el mapa europeo de los bibliófilos, al lado de otros hitos como Hay-on-wye, en Gales, o Montolieu, en Francia. Todas las experiencias son pocas en esta ciudad medieval que encierra en su interior un mundo inexplorado.
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Para asaltar la Villa del Libro hay que empezar por las librerías. Y eso es lo que hacemos junto a Tamara Crespo, propietaria de Primera Página. En el local, un revoltillo de libros y objetos singulares sobre viajes, fotografía o periodismo. Desde un trozo del Muro de Berlín hasta el casco de un soldado de la guerra del Golfo. Y guías antiguas o libros de grandes viajeras, como Karen Blixen o Nellie Bly, la mujer que le enmendó la plana a Julio Verne y dio la vuelta al mundo ¡en 72 días!
Con Tamara visitamos el resto de las librerías. Un pequeño síndrome de Stendhal para los amantes de los libros. Dan ganas de comprárselo todo. Hay libros maravillosos sobre historia, cine, arte, caligrafía, poesía, vinos… También todo tipo de fetiches y objetos antiguos y de colección. Y hasta una boutique del cuento. Para volverse locos. El recorrido culmina en el centro e-LEA, donde nos espera su director, el poeta Luis Enrique Valdés, y la exposición permanente Miguel Delibes.
Un consejo: seleccionar lo que se va a comprar, pero hacerlo al final, antes de que cierren las librerías, para no caminar cargados de volúmenes. Hay que ir ligeros de equipaje para perdernos y encontrarnos permanentemente por el laberinto de calles medievales de Urueña. La magia de viajar en el tiempo sin necesidad de salir de uno de los perímetros mejor amurallados de los viejos reinos. Del Peinador de la Reina, que preside el castillo, a las puertas de la Villa o del Azogue. De la iglesia del Azogue, al recorrido cautivador por el adarve de la muralla.
No se puede uno marchar de esta villa sin visitar a Joaquín Díaz. Memoria viva de lo que somos y no deberíamos nunca dejar de ser. En el Centro Etnográfico que lleva su nombre aprendemos la lengua de las campanas, admiramos las proporciones del piano jirafa de Clementi, y hasta le pedimos a Joaquín que nos pregone, con su voz bien timbrada, alguno de los 8000 pliegos de cordel que forman su colección.
La magia de urueña es viajar en el tiempo sin salir de su perímetro amurallado
De la mano del etnólogo, el paso por el resto de los museos es un privilegio. Muy cerca del centro etnográfico se encuentra el Museo de la Música, donde se exponen más de 500 de los 1200 instrumentos musicales que forman la colección de Luis Delgado, otro vecino ilustre de la villa. Todos en uso y todos fascinantes, especialmente aquellos que los luthiers de nuestro tiempo han rescatado interpretando la iconografía medieval de códices, tallas y miniaturas.
Aunque lo han visto muchas veces, los ojos de Joaquín Díaz todavía se emocionan cada vez que, desde el mirador del portillo, el adarve de la muralla o desde el Cubo Nuevo vamos cerrando la sesión con el espectáculo de la puesta de sol. Dicen los viejos del lugar que desde aquí se cuentan hasta 17 pueblos. “Es difícil cansarse de un paisaje así”, dice.
Muerta la luz del sol, lo que urge ahora en Urueña es buscar otras luces. No sin antes dar cuenta, en cualquiera de los restaurantes de la ciudad, de los últimos tesoros de la tierra, en forma de viandas con sello de calidad. Difícil elegir entre los viejos platos de cuchara, las patatas a la importancia, la caldereta de lechazo o la perdiz roja estofada. Todo regado con los tintos de la Heredad. A pesar de tantas emociones, el sueño llega fácil en el silencio del campo castellano. Otro lujo.
A pesar de tantas emociones, el sueño llega fácil en el silencio del campo castellano
El apunte experto
››La puesta de sol desde lo alto del Cubo Nuevo es el lugar más privilegiado desde el que asistir a esta visión infinita.
››Imprescindibles el Centro Etnográfico de Joaquín Díaz y el Museo de la Música de Urueña.
››A los pies de la villa se encuentra la ermita de Nuestra Señora de la Anunciada, que merece una visita.
››A 8,6 kilómetros de Urueña está la iglesia mozárabe de San Cipriano, en San Cebrián de Mazote, con unas extraordinarias arquerías de herradura.
››La iglesia mozárabe de Santa María de la O, de Wamba, a 28 kilómetros de Urueña, posee un osario con huesos de más de ¡2000 personas!, y alguna calavera que se ríe a mandíbula batiente. Hay que buscarla.
Guía de viaje
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