A la emperatriz Sissi esta villita entre las montañas se le hacía pequeña comparada con los fastos imperiales de Viena, pero, salvo para la bella entre las bellas, Innsbruck será un flechazo seguro. Las cimas de los Alpes quedan tan cerca que, en estas fechas, no hay plan como echar el día esquiando por sus pistas antes de regresar al caso viejo o Altstadt para empaparse de su patrimonio y su vida cultural.
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A esta, animada siempre gracias a los casi 30.000 estudiantes de su universidad, se suma entre el 9 y el 18 de febrero la primera edición del Innsbruck Winter Dance Festival. Dirigido por el bailarín y coreógrafo español Enrique Gasa Valga, aspira en los próximos años a convertir la región en un epicentro, también, de la danza contemporánea.
El pistoletazo de salida a este nuevo festival lo dará el estreno de Lágrimas Negras, un recorrido por el legado musical de Cuba centrado en el exilio de Bebo Valdés, el mítico pianista que cosechó un sonadísimo éxito internacional con su regreso a los escenarios de la mano de su hijo Chucho y Diego el Cigala. Para esta puesta en escena será su nieto, Cucurucho Valdés, quien, junto al trovador Ray Fernández, acompañe en directo a la docena de bailarines de la Limonada Dance Company. Habrá posibilidad de asistir a los ensayos de la compañía, veladas de son cubano por cafés emblemáticos de Innsbruck, un encuentro muy salsero para el día de los enamorados e, incluso, una salida de esquí acompañada por el mismísimo Enrique Gasa Valga.
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Enamorado de Innsbruck y afincado allí desde hace más de dos décadas, confiesa entre sus imprescindibles la ascensión a la montaña del Seegrube para, con una cerveza en la mano, recuperar energías ante unas vistas magníficas de la ciudad y sus inmediaciones. O, a la noche, probar las especialidades típicas del restaurante familiar Piano Bar, con conciertos como el que ofrecerán una velada los músicos de Lágrimas Negras. Para el coreógrafo, director de la compañía de danza del Teatro de Innsbruck desde 2009, el festival es una excusa perfecta para descubrir la capital del Tirol a quienes todavía no hayan caído a sus pies.
En la margen derecha del río Inn, encandila el ambiente de cuento de hadas de esta ciudad nacida en 1.180 al erigirse sobre un meandro el primer puente –brücke en alemán–, al que desde entonces debe su nombre. Engalanada por los Habsburgo y piropeada por la poderosa emperatriz María Teresa como “la más bonita de los territorios germanos”, uno podrá cerciorarse de que no exageraba con solo plantarse en la plaza más concurrida de Innsbruck, frente a su famoso Tejadillo de Oro.
Sin necesidad de seguir mapa alguno porque todo queda muy a mano, desde allí se abre un cogollo renacentista, barroco, gótico y rococó, casi todo peatonal, con hilvanes de palacetes porticados y calles tan monumentales como la Maria-Theresien-Strasse o la Herzog-Friedrich-Strasse. Todas están repletas de tiendas con letreros en hierro forjado, de cafés que a la mínima sacan sus terrazas a la calle y de paisanos en lederhosen de cuero con chaqueta y sombrero tirolés a juego, mientras muchas de ellas se pasean embutidas en los primorosos dindrl del traje regional ¡aunque no sea un día de fiesta!
Y es que el apego a la tradición es tan santo y seña de Innsbruck como el ambiente de su vida universitaria, el encanto de la veintena de aldeas tirolesas con las que aliñar por sus alrededores la escapada a la ciudad y, sin falta, su fusión, literal, con los Alpes. Sus cumbres a la vertical no solo enmarcan el casco antiguo se mire donde se mire, sino que quedan tan a tiro de piedra que cada día podría esquiarse en una estación distinta de las 13 que reúne un único forfait y, al bajarse de las tablas, regresar a las callejuelas de Innsbruck para disfrutar del après ski más urbano.
Ficha práctica
Cómo llegar
Vuelos desde numerosos aeropuertos españoles, con una escala, a partir de unos 170 € ida y vuelta.
Dónde dormir
Desde hoteles tan clásicos como el histórico Goldener Adler (goldeneradler.com) o el también cuatro estrellas, pero rabiosamente contemporáneo, The Penz (the-penz.com), hasta la posibilidad de instalarse en una granja por los alrededores de la ciudad (farmholidays.com).
Muy práctico
La tarjeta Innsbruck Card (innsbruck.info/es), válida para 24, 48 o 72 horas, puede suponer un buen ahorro para quienes quieran conocer a fondo la ciudad. Además del transporte público, incluye el acceso a sus principales atracciones: desde el Palacio Imperial, la Iglesia de la Corte o la Torre de la Ciudad, hasta varios castillos y museos, como Los Mundos de Cristal de Swarovski; teleféricos y funiculares a las montañas, visitas guiadas o acceso al olímpico e icónico trampolín de saltos de esquí firmado por la arquitecta Zaha Hadid.