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Ni Niágara ni Iguazú, es la cascada del Pozo de los Humos de Salamanca

Tras las últimas lluvias caídas en el Parque Natural de los Arribes, el que es uno de los saltos de agua más bonitos de la península se ve imponente.


Actualizado 24 de enero de 2024 - 12:47 CET
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La frontera más asombrosa del continente europeo la dibuja el Duero entre España y Portugal, donde ha tallado un profundo cañón que se disfruta desde muchos puntos de vista, ya sea navegando por sus aguas entre paredes verticales o desde sus miradores asomados al abismo. En este territorio de vértigo se encuentran las cataratas del Niágara salmantinas, que es como se conoce al Pozo de los Humos, ese tesoro natural que, si siempre resulta sobrecogedor, estos días se muestra desbordante por las lluvias.

 

CÓMO LLEGAR AL POZO DE LOS HUMOS

Los pueblos de Pereña de la Ribera y Masueco son los más próximos a este enclave natural. El primero es un hito imprescindible de las Arribes salmantinas por dos cosas principalmente: el mirador con vistas infinitas situado junto a su ermita de Nuestra Señora del Castillo, y ser el lugar de paso para alcanzar el Pozo de los Humos, esa cascada de 50 metros de altura –las del Niágara la superan en apenas dos metros– que explota con una fuerza bruta impresionante en época de lluvias intensas.

 

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Si desde lejos sobrecoge ver tal cantidad de agua estrellándose contra el fondo de los cantiles hasta formar una brumosa cortina de agua –los humos que le dan nombre–, contemplar la misma caída de agua desde la pasarela aérea situada justo encima del Pozo es una experiencia solo para los más atrevidos y que no le temen al vértigo.

 

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Casi hasta la misma pasarela se puede llegar en coche desde un camino señalizado que arranca en las calles del pueblo de Masueco. Antes, sin embargo, merece la pena tomar la carretera que desde Pereña indica hacia Vitigudino y a 500 metros de la localidad de La Peña, se localiza un peñasco de dimensiones y aspecto meteóricos, una impresionante canica rocosa de 40 metros de altura y 70 de diámetro en mitad de la apacible dehesa, como si en algún momento remoto hubiera caída del mismísimo cielo. Los geólogos encuentran una explicación más sensata y dicen que se trata de una sienita, roca de origen magmático cuya singularidad es haber resistido la erosión mejor que el territorio que la rodea.

 

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De regreso a Pereña, ahora ya si podemos detenernos primero en Masueco, para asomarnos a la pasarela sobre el Pozo de los Humos y, después, acometer el segundo plato fuerte de esta escapada: la navegación en catamarán por las aguas internacionales del Duero. Los viajes (corazondelasarribes.com) parten de la playa del Rostro, a la que se llega por una pista señalizada que arranca de Corporario. Hora y media dura el trayecto hasta la presa de Aldeadávila, que permite un acercamiento tan íntimo a los cañones que sobrecoge mirar hacia lo alto en algunos puntos.

 

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Para rematar este viaje de panorámicas asombrosas se pueden enlazar, desde Aldeadávila, otros tres miradores de altura. Al primero, el Picón de Felipe, se llega caminando un kilómetro desde el desvío señalizado que encontramos poco antes del segundo, el mirador del Fraile. Para el tercero, el mirador de la Central, hay que seguir hasta el poblado de La Verde, construido por Iberdrola al pie de la presa, y luego buscar la estrechísima y retorcida carretera que suba hasta él. Si la subida encoje un poco el corazón, las vistas desde el mirador nos dejan como flotando a la misma altura que lo hacen los buitres.

 

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