Hay que trasladarse mentalmente a los siglos XIII y XIV para entender cómo los castillos medievales dejaron de ser suficientes para frenar los envites del enemigo. Así nacieron en Francia las bastidas, ciudades defensivas pensadas para proteger en el mundo rural. Construidas con planta ortogonal (calles cortadas en ángulo recto, en forma de damero), en ellas todo giraba en torno a una animada plaza central, que generalmente tenía zonas cubiertas alrededor, en la que tenían lugar el mercado y las ferias permitiendo el desarrollo económico, además de su finalidad defensiva.
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Tras este viaje imaginado por el tiempo toca emprender uno real, una ruta que nos lleva a la región de Occitania, pegada a la frontera con España. Junto a la región de Aquitania, aquí encontrarás numerosas bastidas que parecen detenidas en el tiempo. Grandes tesoros de arquitectura medieval que fueron fortificadas o encaramadas en lo alto de un monte.
Hemos seleccionado algunas de las más bonitas y mejor conservadas y si por el camino te inspira alguna otra, haz una parada en ella, porque son muchas las que merecen una visita.
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LISLE-SUR-TARN
A unos 50 kilómetros al norte de la ciudad de Toulousse y algo menos de tres horas de la frontera con España, Lisle Sur Tan es una bastida del siglo XIII a orillas del río Tarn, como indica su nombre. Especialmente conocida por su preciosa plaza del mercado, porticada con arcadas y ejerciendo de eje central de la población, como corresponde a las bastidas de esta época, es una de las más grandes de Occitania. Por sus calles empedradas se suceden las casas de entramados de madera, palacetes y destaca sobre los tejados la torre octogonal y puntiaguda de la iglesia de Notre Dame.
Aún hoy, celebran un mercado en la plaza todos los domingos por la mañana y con el buen tiempo los restaurantes abren sus terrazas y se llenan de gente, la vida fluye en la plaza como ya lo hiciera hace siglos. No dejes de visitar el Museo del Arte del Chocolate, parada irresistible para golosos.
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CORDES-SUR-CIEL
Conduciendo media hora hacia el norte llegamos a la bastida de Cordes-Sur-Ciel, una de las más antiguas de Occitania. Una ciudad encaramada sobre una colina, a unos 100 metros de altitud sobre el valle del Cérou. Según la leyenda se construyó sobre un dragón dormido, pero la historia nos dice que fue creada en 1222 durante la cruzada.
Cordes-Sur-Ciel tuvo gran prosperidad gracias al comercio durante los siglos XIII y XIV, cuando los ricos comerciantes y nobles construyeron en ella unos cuantos palacetes entre los que destacan la maison du Grand Fauconnier, hoy reconvertida en museo, o la maison du Grand Veneur.
Hoy en día, en sus empinadas calles empedradas abren sus puertas pequeños talleres artesanales que se dedican a labores de joyería, el cuero, ceramistas, talladores y escultores de madera, sopladores de vidrio, sombreros, moda… artistas que venden sus trabajos a los viajeros que llegan hasta ella. Es un placer perderse por ellas y contemplar los escaparates para luego llevarse un bonito recuerdo artesanal.
También hay que recorrer las murallas, visitar el Museo Charles Portal, para conocer la historia de la ciudad, el Museo del Azúcar y el Chocolate o el Jardín des Paradis. Bajo el mercado cubierto, busca el pozo de Cordes, que con sus 113 metros de profundidad dicen que es el más profundo de Europa.
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VILLEFRANCHE-DE-ROUERGUE
Siguiendo en dirección norte hacia el departamento del Aveyron -que forma parte de la región de Occitania- encontramos un conjunto de bastidas y encantadores pueblos medievales que merecen una visita. La de Villefranche de Rouergue fue construida en 1252 con la planta ortogonal típica de las bastidas y la plaza del mercado con soportales. Gracias al próspero comercio, la ciudad -que llegó a tener varios mercados semanales y ferias- fue floreciendo y muchos comerciantes dedicados al textil, la orfebrería, la alimentación… se enriquecieron y construyeron en ella importantes edificios.
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Hay que perderse por sus calles llenas de historia con casas de entramados de madera y visitar la colegiata de Notre Dame, la capilla de los Penitentes Negros o el monasterio de la cartuja de Saint-Sauveur, del siglo XV (en la imagen). Fue construido gracias a la aportación de un rico comerciante de telas de la bastida y su claustro es uno de los más grandes de Francia. Una auténtica joya arquitectónica en la que también se visitan la iglesia, la sala capitular, los dos claustros, las antiguas cocinas o el refectorio.
VILLENEUVE D’AVEYRON
Apenas 11 kilómetros separan esta bastida de la anterior. Merece la pena completar la escapada a Villefranche de Rouergue con el paseo por las calles empedradas de esta bastida bien conservada que fue parada de peregrinos en el Camino de Santiago, gracias que contaba con hospital y varias posadas. En su centro se alza la iglesia del Santo Sepulcro de Villeneuve, con frescos del siglo XIV y un campanario del XV.
NAJAC
El paisaje que rodea Najac, con su fortaleza encaramada sobre un promontorio rocoso dominando las gargantas del Aveyron, es algo único. Tanto como este bonito pueblo medieval considerado entre ‘Los pueblos más bonitos de Francia’. Nada más acercarse destaca su bien conservado castillo medieval de los siglos XII y XIII, cuyo interior puede visitarse, subir a la torre principal desde donde se tienen las mejores panorámicas, visitar las estancias o las mazmorras que sirvieron de prisión a los templarios.
Luego hay que recorrer sus estrechas y empinadas calles, como la calle principal, con una preciosa panorámica del castillo. El viajero irá descubriendo las casas de arquitectura tradicional y pequeñas tiendas y restaurantes que esperan la visita. En la Casa del Governador abre el Centro de Interpretación de la Arquitectura y el Patrimonio, donde descubrir la historia de las bastidas de Rouergue que incluyen las villas de Villefranche-de-Rouergue, Villeneuve d'Aveyron, Najac, Sauveterre-de-Rouergue, La Bastide l'Eveque y Rieupeyroux.
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