Han pasado 900 años desde aquel 22 de enero, festividad de San Vicente, cuando el obispo cristiano Bernardo de Agen reconquistara esta pequeña ciudad de la Serranía de Guadalajara y la pusiera en el mapa de la Castilla eterna. Sigüenza está de aniversario, una fecha redonda para redescubrirla ahora o a partir de mayo –cuando empiece el grueso de las celebraciones–, en un par de días. Uno para dedicarlo a ver sus edificios monumentales, pasear por sus calles y plazuelas y entregarse a su excelente gastronomía –por ejemplo, en sus dos restaurantes con estrella Michelin– y otro para adentrarse en ese paisaje dulce y salado de su entorno que aspira a ser Patrimonio de la Humanidad.
Sigüenza es la locura para los que van en busca de conjuntos medievales, porque tiene un castillo en lo alto, puertas y restos de las antiguas murallas que cerraban la villa, callejuelas empedradas que por aquí llaman travesañas, plazas con soportales… Todo ello está en torno a su fortaleza. Pero la ciudad creció y luego se hizo renacentista y barroca. Así que, en realidad, son tres ciudades en una para descubrir paso a paso.
UN CASTILLO DE PELÍCULA PARA EMPEZAR
Sigüenza se adivina desde mucho antes de llegar a ella y lo primero que se ve es su monumental castillo del siglo XII levantado sobre restos romanos, visigodos y luego la antigua alcazaba árabe. No hay mejor testigo de la historia de esta ciudad, pues si durante siglos fue residencia de los influyentes y poderosos obispos seguntinos, hoy es un tranquilo espacio que acoge el Parador. Impresiona por fuera y también por dentro, con su patio empedrado, su capilla románica y ese magnífico salón del Trono.
EL NUEVO CENTRO DE INTERPRETACIÓN DEL ROMÁNICO
En torno al castillo hay callejuelas llenas de rincones evocadores, casonas e iglesias románicas. La de San Vicente Mártir guarda parecidos razonables con la catedral, y la de Santiago, después de años cerrada, ha permitido ver en directo las excavaciones y trabajos de restauración llevados a cabo en ella. Cuando concluyan las obras acogerá un centro de interpretación del románico de la provincia. También se puede visitar la Casa del Doncel, una casa-torre con salones decorados con cenefas mudéjares y arcos de yeserías que, además, acoge un restaurante a tener en cuenta.
Descendiendo por la calle Mayor comienza la ciudad renacentista, con grandes plazas y un buen puñado de edificios nobles, entre los que sobresale el palacio episcopal –sede hasta el siglo XIX de la desaparecida Universidad– y también la plaza Mayor. A ella se abre la catedral, que parece más una fortaleza. En su interior hay que entretenerse un rato porque está llena de obras de arte, como la famosa escultura del Doncel, de la que Ortega y Gasset llegó a decir que era la más hermosa del mundo.
EL BARRIO DE SAN ROQUE
A espaldas de la catedral queda el barrio de San Roque, el tercer vértice de la gran expansión de la ciudad, que, como no podía ser de otra forma, también fue ideada en época barroca por los obispos. Entre su monumental conjunto de edificios, el parque de la Alameda es un respiro, un jardín histórico de olmos centenarios, lugar de paseo, de tertulia, de fiestas, además del espacio donde se levanta el monasterio de Nuestra Señora de los Huertos.
EL FINO SEGUNTINO PARA EL APERITIVO
A lo largo del paseo habrá que hacer una parada para tomar el aperitivo, una costumbre que aquí se lleva a rajatabla, y probar el fino seguntino, que se elabora con gaseosa de la marca Segontia –se fabrica en la ciudad–, vermut rojo de Reus y espuma de cerveza. Una mezcla simple pero deliciosa que sirven en el bar Alameda o en Atrio, donde también ofrecen sus propias cervezas artesanas.
LA HORA DE COMER
Pero a Sigüenza también se va a disfrutar de la cocina, de la más tradicional –cuyo cordero y cabrito asado tiene fama– y de la que ha puesto el nombre de la ciudad en lo más alto, empezando por nöla (nolarestaurante.com), el restaurante ubicado en la Casa del Doncel y, reconocida, la que firman El Doncel (eldoncel.com) y El Molino de Alcuneza (molinodealcuneza.com), ambos con hotel y con una estrella Michelin, y este último, además, un Relais & Chateaux con una recién estrenada estrella Verde. Sus menús se pueden degustar por menos de 100 €.
EL PAISAJE DULCE Y SALADO
Desde el Parque Natural del Barranco del río Dulce, al sur, hasta la villa de Atienza, al norte, se extiende un excepcional espacio natural que apenas ha cambiado desde hace siglos y que ha conformado un ecosistema propio en el que conviven manantiales de agua dulce y salinas. Tan único es que aspira a formar parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y está a dos pasos de Sigüenza. En el entorno del profundo cañón que dibuja el río se concentran una sucesión de hoces, las minúsculas aldeas de Aragosa, La Cabrera y Pelegrina, esta sobre un promontorio coronado por las ruinas de un castillo en el que veraneaban los obispos seguntinos, la cascada de Gollorio y el mirador dedicado al naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, en la carretera a Torresaviñán, desde el que se observa todo el paisaje a vista de pájaro.