París, 1937. Tras una trayectoria de éxito en España, Cristóbal Balenciaga presenta su primera colección de alta costura. Los comienzos resultan más duros de lo que cabría esperar: las críticas son tibias y hay pocos encargos. Tiene que estar a la altura de las casas de alta costura parisinas y sabe que tiene que encontrar un estilo propio que defina su obra. Así arranca la serie Cristóbal Balenciaga que esta semana se estrena en Disney + dedicada al gran maestro de la moda español que llegaría a convertirse en un icono universal. Seis capítulos que abordan los 30 años que pasó en la capital francesa tras dejar atrás una exitosa trayectoria en sus talleres de Madrid y San Sebastián vistiendo a la élite y aristocracia española y una etapa en la que se consagraría como uno de los diseñadores más influyentes de la historia.
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Las iniciales dudas sobre su talento como modisto, la rivalidad de Balenciaga con Christian Dior, su hermetismo y obsesión por el control y rechazo a la exposición pública –solo concedió dos o tres entrevistas a lo largo de su vida–, el encargo de confeccionar el vestido de boda de Fabiola de Mora y Aragón, futura reina de Bélgica, su homosexualidad y las crisis en sus relaciones personales, el cierre de su Maison, su evolución creativa… Todo ello se aborda en la serie protagonizada por Alberto San Juan que intenta desentrañar quién es Cristóbal Balenciaga. “Una aproximación psicológica que muestra la importancia que tuvo y tiene hoy en el mundo global de la moda el modisto de Guetaria”, dice su creadora Lourdes Iglesias.
Pero para conocer al personaje y el universo creativo de uno de los mejores modistas de la historia hay que empezar por Getaria, la preciosa villa marinera donde nació el arquitecto de la alta costura que fue firme defensor de la línea recta. Y empezar por su museo, una vanguardista construcción de cristal inaugurada en 2011 sobre la colina que domina de la localidad y anexa al Palacio Aldamar, el que fuera antigua residencia de los Marqueses de Casa-Torre, abuelos de la reina Fabiola de Bélgica y mentores de Balenciaga en sus primeros años de carrera. Fue aquí donde el modisto dio sus primeros pasos en el mundo de la moda gracias a su madre, que era costurera, y atendía los encargos de esta aristocrática familia.
La colección permanente del que vistió a las mismísimas reinas María Cristina de Habsburgo y Victoria Eugenia o a Grace Kelly está formada por alrededor de 1200 trajes y complementos originales diseñados por Balenciaga, lo que constituye no solo la mayor colección de creaciones del modisto en el mundo, también la de mayor relevancia, tanto por su amplia extensión cronológica como por la calidad de las piezas que la componen (cristobalbalenciagamuseoa.com).
Entre ellas se encuentran las creaciones que Cristóbal Balenciaga hizo en 1968 para las azafatas de la compañía Air France, vestidos de día, de noche, para cocktail, de boda, modelos tejidos con esa seda rígida y tersa que ideó para lograr los característicos volúmenes que otros tejidos no le permitían, sus faldas globo, el vestido saco o el baby doll...
Cien veces bajó el niño Balenciaga desde el Palacio Aldamar hasta el puerto, donde arribaba cada día su padre, que era marinero y falleció cuando él solo tenía 11 años. Como su progenitora, desde su modesta posición, le hizo tener un natural y temprano acceso al refinamiento y a los gustos propios de las clases privilegiadas, ya que era patrón de una pequeña embarcación que trasladaba a los miembros de la familia real y a la Corte en sus excursiones y salidas de recreo por la zona, así como en sus desplazamientos por la bahía de La Concha. El puerto es hoy un lugar donde tomarse un buen pescado a la brasa en los restaurantes que en torno a él se ubican –sobre todo en Elkano y o Txoko– y luego seguir descubriendo otros rincones de Getaria, desde la calle de San Roque, a la que se asoman sus casas medievales, o la iglesia gótica de San Salvador, pasando por la vieja torre de los Zarautz y Olaso y el pasadizo de Cantaprona.
Tras hacer parada en el número diez de la calle Zacayo, hoy llamada Aldamar, donde nació Balenciaga el 21 de enero de 1895, el paseo debe continuar durante tres kilómetros y medio bordeando la costa hasta Zarautz, en sus playas de Malkorbe y Gaztetape y subir al monte de San Antón para ver la panorámica desde el faro. La huella de Balenciaga acaba en el pequeño cementerio de Getaria, donde desde 1972 descansa este maestro internacional de la costura del siglo XX.