Allá donde acaba el paseo que une las tres playas de San Sebastián –Urkiola, La Concha y Ondarreta– está la obra más conocida del universal Eduardo Chillida: El Peine del Viento, un conjunto formado por tres esculturas de acero corten de más de 9 toneladas cada una incrustadas en la roca donde termina la ciudad y comienza el mar. Era un lugar muy especial para el artista donostiarra, al que desde pequeño se escapaba para ver cómo las olas y el viento se baten contra los abruptos acantilados al pie del monte Igueldo. Fue un regalo a su ciudad y, aunque por su forma y su emplazamiento son únicos, la obra no lo es, pues forma parte de una serie de 23 esculturas que pueden verse en otros espacios, como el Museo Reina Sofía de Madrid, el Palacio de la Unesco en París o el museo Chillida Leku de Hernani.
UNA SUITE DEDICADA EN EL HOTEL MARÍA CRISTINA
Un lugar más en la capital recuerda al artista guipuzcoano, es la suite que el icónico hotel María Cristina, perteneciente a la marca de Marriott Bonvoy The Luxury Collection, le ha dedicado con motivo de la celebración de su centenario. Con unas vistas excelentes de su ciudad natal y una magnífica sala de estar con forma de óvalo, en ella sus huéspedes se sumergen en el universo pictórico y escultórico de Chillida con detalles decorativos como una colección de imágenes del artista junto con algunas de sus piezas, libros y escritos, la alfombra Collage 1996 o una manta con los reconocidos motivos de su obra gráfica.
SIGUIENDO SUS PASOS POR SAN SEBASTIÁN
El aniversario del nacimiento de Chillida es una oportunidad para seguir los pasos del afamado escultor por San Sebastián y más allá en busca de sus obras y sus lugares de referencia. En el mismo paseo que bordea La Concha, justo antes de cruzar el túnel de Miramar y en un mirador frente a la isla de Santa Clara, está otro de los obsequios que el artista hizo a San Sebastián, este de granito en homenaje a Fleming. Muy cerca, en la colina donde se levanta el Palacio de Miramar, su ‘abrazo’ de acero dedicado a su amigo el pintor Rafael Ruiz Balerdi. Torso se ve en el monte Urgull, y la Cruz de la Paz, en la catedral del Buen Pastor.
CHILLIDA LEKU
Es en Hernani, a solo unos kilómetros de San Sebastián, donde Chillida tiene su museo, concebido como una de sus grandes obras y centro de las celebraciones del centenario. Arte y naturaleza se funden en este dinámico espacio que visitamos de la mano de su nieto Mikel, como también lo hacían, hace solo unos días, Tamara Falcó y a su marido Íñigo Onieva durante su escapada a Guipúzcoa.
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No hay un itinerario marcado para visitar Chillida Leku. Mikel nos cuenta que su voluntad era que cuando uno llegue a él te dejes guiar por la intuición, vayas donde te apetezca, toques las obras y crees un vínculo con ellas. Lo cuenta con la pasión de un nieto que adoraba a su abuelo y que hoy ejerce como director de desarrollo de este museo fundado en vida por el creador del Peine del Viento y en el que descansa junto a su mujer Pilar Belzunde, madre de sus ocho hijos y verdadero pilar de su vida. “Gracias a ella todo esto existe; sin ella, la historia de mi abuelo sería otra, totalmente diferente”.
Eduardo Chillida se sintió atraído por este lugar (en euskera, leku) del barrio Jauregui de Hernani, a solo unos kilómetros de San Sebastián cuando buscaba en los años 80 un hogar para sus voluminosas obras. El espacio abierto y bien comunicado le pareció perfecto para que ‘maduraran’. Pese a estar en ruinas, se enamoró también de su viejo caserío, arraigado a la finca desde hace 500 años. El mismo arraigo que él sentía por sus orígenes. “Mi aitona (abuelo) decía que era como un árbol, con las raíces en su tierra y los brazos abiertos al mundo”.
En Chillida Leku el artista trabajó los útimos 20 años de su vida, ahora es su hijo Luis, su nieto Mikel y otros miembros de la familia, junto a la prestigiosa galería suiza Hauser & Wirth, los encargados de su gestión. Son 11 hectáreas de jardín por las que se diseminan 40 obras de gran formato integradas en el paisaje. Algunas están plantadas en la campa, otras escondidas entre los bosques de hayas, robles y magnolios. “La obra forma parte de la naturaleza, la rodea y la hace viva”, dice Mikel.
En este inmenso jardín-museo se pueden pasar un par de horas o todo un día, adentrándose en el universo del artista. No hay recorrido fijo, son las obras y la atracción que ejercen estas desde la distancia lo que guía los pasos. Cuando se está ante ellas, se rodean, se admiran desde distintas perspectivas y se tocan “para que el acero corten, con el que están creadas la mayoría de las esculturas exteriores –un material de fuertes resonancias del pasado industrial de la región– siga su proceso natural. Todas son únicas y macizas”.
Muchos visitantes se fotografían con Buscando la luz I, realizada por el artista vasco en 1997 y la primera colocada en este museo al aire libre, pesa ¡64 toneladas! Hay muchas más de tamaño colosal, como Lotura XXXII (1998) y Arco de la libertad. Y otras dedicadas a personalidades que tuvieron especial interés para el artista: el poeta Jorge Guillén, el modisto Balenciaga…
En el centro y en alto se alza el caserío de la familia Zabalaga, restaurado por Chillida durante 14 años mano a mano con el arquitecto donostiarra Joaquín Montero. Sin planos, sin marcarse fechas, eliminando todo lo que le sobraba a esta rotunda obra de mampostería y sillería y llenándola de luz natural. La estructura es la original, con pilares y vigas de madera, pero el espacio es absolutamente contemporáneo.
En el interior de la construcción se exponen las obras de menor tamaño. Nada más entrar vemos Forma, la primera escultura de Eduardo Chillida. La hizo en 1948, durante su etapa en París. Está cerca de los preclásicos, porque le fascinaba la escultura griega. Tras cruzar un gran arco de piedra, se admira Monumento a la tolerancia y Homenaje a la mar IV, en alabastro, y otras piezas de hierro, hormigón, madera…, también hay dibujos, grabados, fotografías…
EL AÑO CHILLIDA
Pero si algo distingue a Chillida Leku es ser un lugar de encuentro, un museo muy dinámico donde pasan muchas otras cosas: exposiciones temporales en el caserío, conciertos, óperas, cine espectáculos de danza en el jardín… Y este año muchas más, porque el caserío Zabalaga será el epicentro de la programación del centenario, bajo el lema Eduardo Chillida 100 años. Lugar de encuentro, que se extiende a galerías y museos de nuestro país, como Tabakalera y el Museo de San Telmo de San Sebastián, el Museo de Escultura de Valladolid y el de Bellas Artes de Bilbao, la Casa de Cultura de Avilés, el Artium de Vitoria o el Museo Balenciaga de Vitoria. E internacionales: el Würth de Künzelsau (Alemania), el Museum of Art de San Diego (EE UU) o la Pontificia Universidad Católica de Chile.
La agenda ha arrancado con la exposición Universo Maeght en el museo de Hernani, un diálogo entre las obras de Chillida y otros artistas con los que trabajó el marchante británico y su esposa. El mismo día en el que el escultor habría cumplido 100 años, el teatro Victoria Eugenia de Donostia acogerá un homenaje con diferentes disciplinas artísticas. Pero la exposición más destacada del aniversario será la que reúna las grandes obras de acero de la colección de Telefónica en el Chillida Leku.
MUY PRÁCTICO
Chillida-Leku (museochillidaleku.com) abre de jueves a lunes de 10 a 17 horas y la entrada tiene un precio de 14 €. Además de un centro de visitantes, cuenta con tienda-librería y el espacio gastronómico Lurra Café (lurra.diametro200.com).