Son las 7:30 de la mañana. Es un decir, porque estamos a finales de octubre y a esa hora la noche sigue siendo noche. El suelo está empapado y el aire es tan frío y húmedo que obliga a colocarse ropa invernal de montaña. El punto de reunión es la iglesia de San Pedro de las Herrerías, un pueblecito minúsculo de la sierra de la Culebra. Y el objetivo, una de las actividades de naturaleza que más auge ha cobrado en este rincón zamorano en los últimos años: la observación de lobos en libertad. Eso sí, si el tiempo lo permite y estos, de manera involuntaria, se prestan a ello.
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El convocante se llama Javier Talegón, biólogo de larga trayectoria, enamorado de los lobos y gestor de un proyecto de educación ambiental enfocado a la sensibilización y conocimiento de esta especie. Su empresa, Llobu –lobo en leonés–, es una de las que organiza de manera legal actividades de observación del animal totémico en esta zona de la provincia. Por circunstancias muy diversas que iremos descubriendo a lo largo de la jornada, estamos en un territorio privilegiado para este propósito.
“La presencia de los observadores se hace con total discreción en un terreno acotado”
En su furgoneta llegamos al punto de observación, un lugar cercano, con dominio de una amplísima panorámica sobre el territorio circundante, acotado para realizar esta actividad con la distancia y discreción suficientes como para que la presencia de los observadores no sea detectada en ningún momento por los animales. Esa es una de las “reglas sagradas”. El “código ético”, que señala Javier. “Todo se hace por amor y respeto al lobo. Por eso, la observación solo se realiza desde lugares ‘que sean seguros para él’, en los que de ninguna manera el animal perciba la presencia humana”. De hecho –aviso para observadores–, hay que tener bien claro desde el principio que verlo a través de los potentes telescopios que se ponen a disposición de los participantes es, más que otra cosa, un regalo que puede darse, o no.
Aunque los avistamientos son frecuentes, nada garantiza que se produzcan. Y hay muchísimas circunstancias que influyen en ello, por ejemplo, la niebla. La misma que ha inundado el valle igual que si hubiéramos cubierto los telescopios con una inmensa sábana blanca justo cuando las expectativas estaban más altas. Cuando las primeras luces rasgan el telón negro de la noche es el momento del día en el que los lobos se mueven más porque vuelven de regreso a sus madrigueras tras una noche de actividad.
“El avistamiento del animal totémico de esta zona está garantizado en el Centro del Lobo Ibérico de robledo”
Pero la actividad no ha hecho más que empezar. A pie de telescopio, Javier saca su pizarra blanca y comienza con sus explicaciones, un acercamiento a este animal que se prolongará a lo largo de la jornada en diferentes escenarios de la sierra. Primero, una charla amena e intensa llena de detalles, de anécdotas, de datos científicos, interrumpida por las preguntas frecuentes de quienes desean saberlo todo acerca de una especie que estuvo a punto de desaparecer de la península. Después, en un bello soto junto al río, Javier despliega sobre una mesa su didáctica colección de cráneos, dientes, huesos, cuernas… para hablar no solo de esta especie, sino también de otras junto a las que convive: ciervos, corzos, jabalíes, mastines…
Algo más tarde, el viaje al país del lobo prosigue durante otro largo rato por uno de los caminos rojizos de la sierra en busca de rastros para poner en práctica algunas de las cosas ya aprendidas, descifrar enigmas, interpretar huellas o poner cara a los habitantes silenciosos que pululan entre brezos y pinares, siempre huidizos, siempre atentos a la presencia humana.
“Datos científicos, detalles y anécdotas ilustran sobre esta especie que estuvo a punto de desaparecer”
Y así, mientras el lobo descansa en sus cubiles, llega el segundo momento del día más propicio para espiar sus correrías. Es la hora del crepúsculo. La hora en la que retoman su actividad. Y nosotros la nuestra. Otra oportunidad para plantar los telescopios ante la inmensidad del paisaje y esperar, con la respiración contenida, a que algún ejemplar de esta especie, tan ligada al hombre desde que ambos colaboraban juntos en la caza de otras presas, nos deje disfrutar, siquiera brevemente, de una fugaz mirada a su intimidad. O no.
El apunte experto
- Observar el comportamiento del lobo está garantizado en el Centro del Lobo Ibérico, ubicado junto a la localidad sanabresa de Robledo (centrodellobo.es), donde tiene su hogar una manada en condiciones de semilibertad.
- Recorrer las orillas del lago de Sanabria, el corazón de un extenso parque natural con numerosos puntos de interés.
- Desde el mirador de Peña Ventaneira, en Figueruela de Arriba, situado junto a la carretera que baja hacia Riomanzanas, se ve la “culebra”, el estrato rocoso que, según la tradición popular, da nombre a la sierra.
- Comer ternera de Aliste, una marca de calidad que tiene a gala ser compatible con la existencia del lobo en el monte. Es de sabor suave y textura tierna y jugosa.
- Villardeciervos destaca por la conservación de su arquitectura tradicional.
Guía de viaje