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Descubriendo Carmona, ¿la de Sevilla? No, la de Cantabria

Nos adentramos en el valle de Cabuérniga para descubrir uno de los pueblos más bonitos de España ¡y desconocidos! Su arquitectura montañesa, los oficios que perduran de antaño y su magnífico entorno natural donde pastan las vacas tudancas lo hacen auténtico


Actualizado 24 de noviembre de 2023 - 10:51 CET

La esencia de lo cántabro se resume en el valle de Cabuérniga, en la Reserva del Saja, que dibujan sus bosques y brañas, el curso alto del río y la arquitectura tradicional de sus pueblos. La carretera que une Reinosa con Cabezón de la Sal y llega al mar va descubriendo Fresneda, Viaña, Renedo, Selores, Terán, Valle y Sopeña, a pocos kilómetros uno de otro. Solo Carmona queda algo más apartado, en el camino al valle vecino, el del Nansa, desvío que habrá que tomar para descubrir uno de Los Pueblos más bonitos de España.

La Carmona de Cantabria ni es tan conocida como la de Sevilla ni tiene que ver con su monumentalidad. No es comparable tampoco en dimensiones, porque esta es una aldea pequeña, de calles de piedra con casas populares con balconadas, casonas montañesas con escudos y solanas y preciosos rincones en medio de un entorno natural de belleza infinita.

Carmona, pueblo de Cantabria© Cordon Press

El arte de Carmona no es el de las murallas e iglesias barrocas de la andaluza, el de la Carmona cántabra es más humilde, se descubre dando un paseo y viendo a Venancio trabajando la madera a la puerta de su casa. Hace albarcas, ese calzado típico que permite caminar por terrenos escabrosos y barrizales y aisla los pies de la humedad del suelo durante las labores del campo. Esta es tierra de artesanos albarqueros y la escultura que homenajea al maestro del oficio Amado Gómez da buena cuenta de ello en la calle del Sol, frente una hilera de casonas montañesas.

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Carmona, pueblo de Cantabria© Cordon Press

La tradición artesana conjuga con la ganadera en Carmona. La vaca tudanca, autóctona de Cantabria y tan apreciada por su carne, también tiene su homenaje en forma de escultura. Se la ve pastando en el valle, alimentándose de los pastos naturales de altura o desfilando engalanada con campanos y rosetas en la cabeza durante la tradicional fiesta de la Pasá, cuando se celebra la bajada de la cabaña de ganado tudanco de los puertos de montaña de Sejos, donde permanece en época estival.

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Carmona, pueblo de Cantabria, río Quivierda© Cordon Press

Pese a sus medidas, Carmona tiene también sus barrios. En el de La Pesa las casas campesinas son pequeñas y sencillas, de piedra tosca y alineadas en hileras con solanas en las que se secaba el grano de maíz. Desde él se cruza el puente sobre el río Quivierda para entrar en el de la Carpeza, donde destacan sus balconadas que, en primavera y verano, lucen flores de vivos colores. En el barrio del Robleu está la Casona de Cossío, uno de los apellidos que se repiten en los escudos que se ven a lo largo del paseo.

Carmona, pueblo de Cantabria© La Infinita

Próximas a la iglesia de la Asunción hay casas llanas del siglo XVI y XVII con soportales y grandes arcos de entrada, cerca otras con más porte que lucen aleros, tallas de madera o rejería de forja, como la Casona de la Vera. Y luego está el Palacio de Mier, el edificio más imponente y elegante de la localidad. Conocido también como el palacio Rubín de Celis, posee una preciosa fachada de sillería con dos torres a ambos lados y acoge el hotel Casona de Carmona (hotelarhacarmona.com). Un hotel boutique con 10 habitaciones cálidas y acogedoras y un restaurante donde dar buena cuenta de la cocina cántabra.

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Carmona, pueblo de Cantabria© La Infinita

En otra de las casonas-palacio del siglo XVIII de arquitectura montañesa dos amantes de la buena vida sencilla, Lucía y Fernando, decidieron instalar una casa rural boutique donde uno se siente como en casa. Se llama La Infinita (lainfinita.com), tiene cuatro habitaciones dobles, y, además de estar decorada con mimo, no faltan rincones de lectura y un agradable jardín. Junto al río, también poseen un molino disponible para el alquiler.

Tras el callejeo tranquilo, para despedirse de este conjunto histórico habrá que observarlo con distancia desde los miradores de la Asomada del Ribero y de San Antonio y ver cómo lo envuelve el espectacular entorno natural por el que se abren paso el Saja y el Nansa.