Portugal nos gusta, y mucho. Hay que reconocer que en los últimos años el país vecino atrae todas las miradas y cada vez son más los viajeros españoles que optan por recorrerlo para descubrir sus tesoros. Sus ciudades que ofrecen mil planes, las premiadísimas playas del Algarve, algunas actividades en la naturaleza o pueblos tan de moda como Comporta, la llamada Ibiza portuguesa. Pero aún quedan muchas joyas -casi, casi secretas- a las que hacer una escapada, donde apenas llega gente. No hagas lo de todo el mundo y sigue estas rutas alternativas e igual de bonitas.
PORTO COVO, UN SECRETO EN EL ALENTEJO
No podemos decir que la costa del Alentejo sea una zona masificada, porque aún es un paraíso poco explorado de inmensas playas donde se pierde la vista y no alcanzamos a ver el final. Pero es cierto que en este rincón portugués hay pueblos que empiezan a sonar cada vez más. Es el caso de Comporta, un paraíso eco-chic que pusieron de moda unas cuantos famosos y miembros de la jet europea, o de Melides, que aunque infinitamente menos conocido que el anterior, ya rivaliza con él en visitantes y belleza.
No es el caso de Porto Covo, un pequeño y coqueto pueblo de pescadores, que se encuentra un poco más al sur y que es mucho menos conocido. Aún conserva ese sabor de pueblo tradicional de casitas blancas, restaurantes con excepcionales pescados y mariscos o exquisitos arroces caldosos, playas y calas perfectas, plazoletas donde reposar y calles por las que el paseo cae directamente al Atlántico. Un lugar muy especial junto al mar.
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VILA REAL DE SANTO ANTONIO, ESCONDIDA JUNTO A LA FRONTERA
Alejada del turismo de masas que en los últimos años vemos en el Algarve portugués -consecuencias de llevar años consecutivos premiando sus playas como las mejores de Europa- la localidad de Vila Real de Santo Antonio se esconde justo nada más pasar la frontera con España, frente a Ayamonte. Afortunadamente, en ella el turismo no ha causado estragos y mantiene su autenticidad de apacible villa marinera. La plaza del Marqués de Pombal es su centro neurálgico desde la que hay que partir para recorrer, a pie, todos esos rincones con encanto que nos están esperando.
ISLAS BERLENGAS, LAS CÍES PORTUGUESAS
Para descubrir este bonito conjunto de islas hay que viajar a la región central de Portugal, a unos 10 kilómetros frente a la costa de Peniche. Un auténtico paraíso de gaviotas y aguas increíblemente cristalinas (y frías) protegido como Reserva Natural y Reserva de la Biosfera.
A la belleza natural se suma la del fuerte de São João Baptista, una extraña fortificación unida a la isla mayor por un puente de piedra. Para conocer las Berlengas parten varios ferris al día desde Peniche.
PIÓDÃO, UN PUEBLO ESCONDIDO EN LA SIERRA
Qué armonía la de este pueblo dispuesto sobre bancales que escalan la sierra de Açor, a dos horas y media de la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo. Una pequeña villa de origen medieval que se ha empeñado en permanecer detenida en el tiempo, oculta, en un entorno sublime que la protege del exceso de visitas pese a pertenecer a las Aldeas Históricas de Portugal (aldeiashistoricasdeportugal.com).
FOZ D’ÉGUA, EL MUNDO PERDIDO
Solo diez minutos en coche separan Piódão de Foz d’Égua, un lugar remoto que como el anterior parece detenido en el tiempo. Pequeñas casitas de pizarra, puentes sobre el río y playas fluviales -donde darse una baño en el verano- y el hermosísimo paisaje de su entorno, rodeado de pinos, encinas, alcornoques… hacen de este lugar una auténtica postal secreta.
LAS PASARELAS DE MONDEGO
Mucho menos conocidas que las famosas pasarelas de Paiva -reconocidas como mejor atracción turística de aventura de Europa en 2021- hace justo una año se inauguraron estas de Mondego, en el Parque Natural de la Sierra da Estrela, a poca más de una hora de Ciudad Rodrigo, en Salamanca. Un destino perfecto para amantes de la naturaleza y el senderismo donde a través de 11,5 kilómetros un conjunto de pasarelas de madera siguen al río Mondego atravesando gargantas, cascadas y preciosos bosques. Menos conocidas y menos concurridas que las de Paiva, aunque estas últimas también merecen mucho la pena.
EL BOSQUE DE BUSSACO
Más de 700 especies arbóreas se concentran en este magnífico bosque de densa vegetación al que se accede desde Luso, la famosa ciudad balneario al sur de Oporto y a 50 kilómetros de Aveiro. En su interior se esconde el lujoso Palacio de Buçaco, de finales del siglo XIX y estilo manuelino, hoy reconvertido en un tranquilo hotel. El bosque también esconde unas cuantas ermitas, hermosas fuentes y paseos arbolados por donde es una delicia caminar.
CASA DO PENEDO, PURA ROCA
Esta curiosa construcción situada al norte de Portugal, en la sierra de Fafe, atrae las miradas por su peculiar estructura entre enormes bolos de granito. Un edifico completamente integrado en el paisaje que lo rodea que en su interior se decora en estilo rústico aunque no dispone de instalación eléctrica. Se puede visitar su entorno e incluso se organizan desde el pueblo rutas guiadas para conocerla.
CURRAL DAS FREIRAS, ENTRE IMPONENTES MONTAÑAS
Situado en un profundo valle, Curral das Freiras es uno de los lugares más impresionantes de la isla de Madeira. Rodeado de numerosos picos montañosos es el lugar al que llegan los turistas (no muchos) a probar la famosa sopa de castañas, su plato más típico. También hay una Fiesta de la Castaña, que se celebra en noviembre, y buena artesanía. Desde la localidad se inician numerosas rutas senderistas por las famosas levadas de Madeira.
LA RUTA 66 PORTUGUESA
¿Sabías que Portugal también tiene su propia Ruta 66, al estilo de la famosa carretera americana? Se llama N2 y atraviesa, a lo largo de 700 kilómetros, el país de norte a sur, uniendo Chaves con Faro, la capital del Algarve. Por el camino, se atraviesa, de manera sosegada, preciosos pueblos, parajes naturales y se recorre el país al más puro estilo slow travel.
DUNAS DE SAO JACINTO
La ría de Aveiro atrae cada verano a cientos de turistas deseosos de conocer esta Venecia portuguesa que también se recorre en góndola. Muchos comenten el error de apenas salir de la localidad y sus canales, perdiéndose sus magníficas e inmensas playas: playa Barra y Costa Nova, esta última con fotogénicas casitas pintadas a rayas rojas, verdes y azules. Lo mismo que ocurre con la Reserva Natural de las Dunas de São Jacinto, 700 hectáreas para caminar en soledad frente a un Atlántico que bate con fuerza.