Entre los pueblos sorianos de Hontoria del Pinar y el de Ucero, coronado por un castillo, el río Lobos dibuja mil y una revueltas, justo antes de desembocar en el río Ucero. Entre ambas median 24,6 kilómetros de riscos rojizos, cantiles que en algunos lugares superan los 100 metros de altura, infinidad de cuevas y todo el repertorio de caprichosas formas en la piedra caliza con las que la naturaleza acostumbra a decorar sus rincones más selectos.
Este pasillo natural ya lo descubrieron los habitantes de la Edad de Bronce, y 3000 años después, los caballeros templarios plantaron en el más maravilloso recodo del río la ermita románica de San Bartolomé. ¿Por qué eligieron este lugar? De seguro no lo sabemos, pero por la belleza del lugar, no pudo ser más acertado.
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CÓMO VISITAR EL CAÑÓN DEL RÍO LOBOS
La visita debe de comenzar en el pueblo de Ucero, haciendo un alto en el Centro de Interpretación del Parque Natural. Aparte de que sirve para tomar conciencia del alto valor ecológico que encierra, es el mejor sitio para preguntar qué se puede hacer en él y qué no, hasta dónde se puede llegar en coche y cuál es el mejor paseo atendiendo al interés, equipo o tiempo disponible. Se localiza junto al río en un sólido edificio de sillares que ha sido, a lo largo del tiempo, molino harinero, batán y fábrica de chocolate.
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LA SENDA PARA ALCANZAR LA ERMITA
La forma más directa de plantarse en el cogollo de las hoces es conducir hasta el aparcamiento de Valdecea, el último habilitado en la pista de acceso señalizada. Desde el aparcamiento se abren dos opciones para alcanzar la ermita (1 kilómetro más allá). Las que discurren por sendas orillas del río entre bosques de ribera. La de la orilla derecha (en el sentido de la corriente), mucho más agreste y bonita exige buen calzado y caminar por una trocha. La de la izquierda es una pista de tierra por la que se puede ir hasta con silla de bebé.
LA ERMITA DE SAN BARTOLOMÉ
En no más de diez minutos se llega al rincón más emblemático del parque: el estrechamiento del cañón, cuyo paso parecen vigilar la ermita de San Bartolomé desde un lado, y la boca de la Cueva Grande, por el otro. Es la postal del recorrido, tanto por lo que se ve como por lo que no. Lo que se ve es un edificio de aires sencillos de finales del románico y principios del gótico con ciertos rasgos de decoración oriental, muy del gusto de los caballeros templarios. Lo que no se ve: el cúmulo de misterios, leyendas o suposiciones históricas que confluyen aquí. La creencia de que se trata de un lugar escogido por los templarios se refuerza con una atenta mirada a los canecillos de la ermita: cascos templarios; cruces, pentágonos estrellados, juglares, toneles y marcas de canteros o cabezas de lobo...
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LOS MEJORES MIRADORES
Un estupendo remate a esta incursión lo constituye ascender hasta el alto de la Galiana por la misma carretera que lleva a San Leonardo de Yagüe para extasiarse con la contemplación, a vista de buitre, que brinda el mirador señalizado que se encuentra al final de las revueltas.
Otro alto de impagables panorámicas es el que ocupan las ruinas del castillo de Ucero, atribuido también a las manos del temple. Se asciende desde esta localidad por el camino circular señalizado PRC-SO-66. El circuito, de 6,5 km, además de al castillo conduce, antes de regresar al punto de partida, hasta las fuentes del Ucero y pasa junto a los restos del viejo canal romano que llevaba agua a Uxama.
HASTA EL PUENTE DE LOS SIETE OJOS
Adentrándose por las revueltas del cañón unos pocos kilómetros podemos disfrutar de algunas de sus estampas más hermosas. Desde la ermita, el paseo más típico consiste en alcanzar el puente de los Siete Ojos, a 9 km de distancia, por la Senda del Río (PR-SOBU-65), que recorre el fondo del cañón saltando en diversas ocasiones de una orilla a la otra mientras ofrece en cada revuelta hermosas vistas de sus paredes, repletas de cárcavas, oquedades y repisas desde las que es fácil observar a los buitres. Como el regreso se hace por el mismo camino, cada cual habrá de calcular sus fuerzas y tiempo disponible. Por supuesto, que sea un camino fácil y sin desniveles no implica que no se deba contar con el calzado y equipo adecuado y respetar escrupulosamente las normas del parque.
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EL PLUS: VISITAR EL BURGO DE OSMA
A tiro de piedra de la excursión, merece la pena acercarse a este pueblo que se encuentra entre los más bonitos de Soria. La vida en él gira en torno a su portentosa catedral gótica, que se levanta en la plaza Mayor y a su calle Mayor, con los típicos soportales y bares en los que probar «el mejor torrezno del mundo». Otros evocadores rincones y edificios son el ayuntamiento, el Hospital de San Agustín y la Universidad de Santa Catalina.
El Burgo de Osma además de por sus monumentos los es por el Hotel Virrey Palafox (virreypalafox.com), que ocupa un edificio histórico en el inicio de la calle Mayor. Un clásico castellano en todos los sentidos. Más concretamente por su restaurante, una auténtica institución de la gastronomía soriana. Sus Jornadas Rito-Gastronómicas de la Matanza, creadas en 1973, están declaradas fiesta de interés turístico nacional.
Si vamos a cerrar aquí la ruta, para alojarnos en esta misma localidad, Castilla Termal Burgo de Osma (castillatermal.com) es un alojamiento exquisito, ubicado en el edificio de la antigua Universidad Santa Catalina del siglo XVI y cuyas habitaciones se distribuyen en torno a un espectacular patio central cubierto y porticado bajo el que se encuentran las terrazas y piscinas del spa (en l aimagen).
Si preferimos continuarla, más allá está Gormaz, a unos 15 kilómetros, que tiene el castillo califal más grande construido en Europa por los árabes, con más de 1200 metros de murallas.
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