Cuando hablamos de desierto pensamos en un terreno arenoso, o pedregoso, que por la falta de lluvias carece casi por completo de vegetación. Pues bien, el Desierto de las Palmas no se ajusta en absoluto a la definición. Este espacio natural de Castellón, cercano a la costa, está poblado por una espesura casi impenetrable de alcornoques, carrascas, madroños, brezos, enebros, lentiscos o palmitos, que son los que dan nombre. Y vacío, cual desierto, tampoco es que esté, porque por él se ven masías, senderistas y ciclistas en cualquier época del año.
Seguimos una ruta en coche, y a ratitos caminando, para conocer este espacio verde tan cerca del mar que tiene enamorado a uno de unos actores de más éxito del cine español.
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CASTELLÓN DE LA PLANA Y CASTELL VELL
Comenzamos la ruta por la mayor de las poblaciones de la zona, Castellón de la Plana. La capital provincial tiene dos partes muy distintas: una más formal, que preside el campanario gótico-renacentista El Fadrí; y otra más lúdica junto al mar, el Grao, con 4,5 kilómetros de playas (la familiar del Pinar, la juvenil del Gurugú y la salvaje del Serradal) y restaurantes excelentes como Casa Lola, con un excelente arroz a banda.
Ni en la Plana ni en el Grao. Hasta el siglo XIII, los castellonenses vivían a 7 kilómetros al norte de la actual capital, en un cerro del Parque Natural del Desierto de las Palmas (desiertodelaspalmas.com). Aquí, junto a la ermita de la Magdalena, del siglo XV, se ven las ruinas del musulmán Castell Vell, cuyos habitantes se mudaron a la llanura dando origen a Castellón de la Plana. Desde allí se disfruta de unas magníficas vistas de la ciudad y del cercano mar, así como de un entorno de pinos carrascos y merenderos ideal para comer de pícnic, como hemos podido ver en alguna ocasión a Miguel Ángel Silvestre junto a su familia (en la imagen)
EL CENTRO DE INTERPRETACIÓN DEL PARQUE NATURAL
La carretera que conduce al Castell Vell va ganando en altura y espectacularidad hasta llegar al centro de interpretación del parque natural, donde arrancan las principales sendas a pie, incluida la que asciende al pico Bartolo, máxima altura del Desierto (736 metros). Desde él no solo se ve el mar –está a solo 5 kilómetros en línea recta–, también las islas Columbretes, que están a 59.
Un kilómetro más adelante se encuentra el Monasterio Nuevo, de finales del siglo XVIII. En sus inmediaciones se descubren ¡10 ermitas!, las ruinas del Monasterio Viejo o la Portería Alta, primitiva puerta de la amurallada finca conventual por la que entraban los que venían de la ciudad de Castellón. Hoy es un magnífico mirador y un paseíto descansado, de apenas un cuarto de hora, perfecto para los que quieren sacar una buena foto del parque sin caminar en exceso por el monte.
Imprescindible una parada para comer en el restaurante Desierto de las Palmas (desiertodelaspalmasbenicasim.es), arroces, pescados y mariscos en una situación privilegiada y con unas vistas insuperables.
EL BARRANCO DE MIRAVET
Dos kilómetros y medio después, hay que desviarse con el coche a la izquierda por un camino asfaltado que se adentra en el barranco de Miravet (lo indica un letrero de madera), avanzando por la umbría de una sierra preciosa, erizada de peliagudos picachos de arenisca roja: las Agujas de Santa Águeda. A los 4 kilómetros, aparece señalizada la fuente del Perelló, desde donde se puede trepar a pie en una hora al castillo de Miravet, que el Cid arrebató a los musulmanes en 1091 y cuyas ruinas se sitúan sobre una angosta y escarpada peña.
BENICÁSSIM. EL BIARRITZ VALENCIANO
De nuevo en coche, se sale enseguida a la carretera CV-148, que baja de Cabanes a la costa. Y luego se regresa a Castellón de la Plana, pasando por Oropesa del Mar y Benicàssim, población esta última que reposa con sus villas históricas (51 hay catalogadas), que se pueden conocer en la llamada Ruta de las Villas, al lado mismo del Desierto. Contemplados desde la playa que tan famosa ha hecho a esta localidad, los jardines y tejados de este «Biarritz valenciano» se confunden con los verdores y las cumbres del vecino Desierto de las Palmas.
Un buen plan para el día siguiente, será seguir la Vía Verde del Mar, una ruta que se hace caminando o pedaleando, entre Benicássim y Oropesa por lo que era un antiguo trazado de tren y siempre acompañados de la bellísima costa. Si no se lleva bici propia, se pueden alquilar en ecokmbikes.com.