Cada mañana, más de 225.000 personas –casi la mitad de los habitantes de Metz, Sarrebruck, Tréveris y la ciudad de Luxemburgo – cruzan una frontera para acudir a sus lugares de trabajo. Esa familiaridad transfronteriza llevó a las cuatro ciudades, todas situadas a menos de una hora en coche y pertenecientes a tres países distintos –Francia, Alemania y el Gran Ducado de Luxemburgo– a crear en 2014 la iniciativa QuattroPole, un proyecto de cooperación que hoy permite descubrir un destino fascinante que es mucho más que la suma de sus partes.
Lo ideal es comenzar este particular tour en la ciudad de Luxemburgo, ya que su aeropuerto internacional la convierte en la base de operaciones perfecta. Para descubrir sus rincones de mayor encanto hay que recorrer el paseo circular Wenzel, que ofrece algunas de las estampas más hermosas de la ciudad. Además de atravesar las Casamatas del Bock –antiguas construcciones militares excavadas en la roca–, el circuito serpentea por el paseo de La Corniche, para muchos “el balcón más bello de Europa”. Este antiguo camino de ronda, del siglo xvii, ofrece vistas espectaculares del barrio del Grund, encajonado a los pies de la ciudad antigua, en el valle del Alzette. Allí se encuentra la abadía de Neumünster –hoy un animado centro cultural–, y en sus calles se puede disfrutar de un agradable paseo entre casitas pintorescas.
El contrapunto a este viaje al pasado es Le Kirchberg, un distrito en el que hoy se concentran parte de las instituciones europeas, pero también señeras obras de arte moderno. Aquí se pueden contemplar obras de artistas de renombre, como Richard Serra o Jean Dubuffet, y no puede faltar una visita al MUDAM, el Museo de Arte Contemporáneo, diseñado por Ming Pei.
Viajamos ahora hasta el sur, a poco más de 60 kilómetros, para llegar a Metz. Esta bella ciudad de la Lorena francesa, también conocida como “el París del este”, destaca por su mezcla de arquitectura francesa y alemana, fruto de un turbulento pasado con sus vecinos germanos. El icono más reconocible de la ciudad es la imponente catedral de Saint-Étienne, un templo medieval decorado con 6500 m² de espectaculares vidrieras; parte de ellas son de estilo gótico, pero las más hermosas las realizó el pintor Marc Chagall en la década de los años sesenta. Metz cuenta también con notables ejemplos de arquitectura de inspiración germánica, como la estación de tren, el Temple Neuf y varios edificios modernistas y art déco. A pesar de este importante legado, hoy la ciudad brilla gracias al arte contemporáneo y la arquitectura de vanguardia. El nuevo ‘templo’ de esta cara moderna de la villa es, sin duda, el Centro Pompidou-Metz, diseñado por el premio Pritzker de arquitectura Shigeru Ban, cuyo interior está dedicado a la creación contemporánea en todas sus formas: pintura, escultura, fotografía, instalaciones…
Otros 70 kilómetros de autovía nos conducen hasta Sarrebruck. Esta villa alemana, que durante décadas estuvo oscurecida por el hollín que salía de sus fábricas, ha recuperado hoy el esplendor de su pasado barroco. Gran parte del encanto de la villa se debe al mecenazgo del príncipe Guillermo y su hijo Ludwig, que convirtieron este lugar en un pintoresco paraíso a orillas del río Sarre. Gracias a ellos, y a su arquitecto de cabecera, Friedrich Stengel, hoy podemos contemplar joyas como la Ludwigskirche –uno de los templos protestantes más importantes de Alemania– y un espectacular castillo, el Saarbrücker Schloss, en cuya plaza se celebran todos los veranos conciertos gratuitos al aire libre.
La última etapa de QuattroPole nos espera en la también ciudad alemana de Tréveris. La urbe fue fundada por el emperador Augusto hace más de 2000 años, y su legado romano es, precisamente, uno de los principales atractivos de la villa. Además de la célebre Porta Nigra –una espectacular puerta monumental, Patrimonio de la Humanidad–, también hay que visitar el gran anfiteatro, que antaño acogió luchas de gladiadores y que hoy celebra eventos culturales. Otros hitos romanos son las termas imperiales –construidas en tiempos de Constantino– y la llamada Aula Palatina, un salón del trono que acabó convertido en basílica protestante. Tampoco puede faltar un recorrido por el centro, donde se pueden descubrir vistosas plazas, fuentes y edificios barrocos y, cómo no, las rotundas formas de la catedral de San Pedro, acompañada de la no menos bella iglesia de Nuestra Señora, uno de los primeros ejemplos del gótico alemán.
El apunte experto
- En Metz, una cita señalada de cada verano es el Festival Constellations, dedicado al arte contemporáneo.
- Völklinger Hutte, la antigua siderurgia Patrimonio de la Humanidad de Sarrebruck, que los años impares acoge una espectacular bienal de arte urbano.
- En Tréveris hay que hacer un hueco para visitar la casa natal de Karl Marx.
- Una noche en el Gran Teatro de Luxemburgo, con espectáculos de ballet y ópera.
- Asistir a los conciertos gratuitos que se celebran en el Parque Municipal de Luxemburgo.
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