Una de las expresiones que a cualquiera se le escapa cuando se va aproximando al Trastevere , y, de repente, se siente en un pueblo en medio de la capital italiana es: “¿Qué es esto?”. Si se pasa la noche en hoteles como el Donna Camilla Savelli o en el Tree Charme, que evocan la esencia del barrio, por la mañana, el cappuccino y el cornetto tienen que tomarse en el bar San Calisto o en el Caffè Settimiano, en los que se palpa el ambiente local y los lugareños se entretienen jugando a la brisca o a la escoba.
Desde la piazza Trilussa –que lleva el nombre del poeta histórico de la zona, referente constante–, caminaremos por la Via del Moro, giraremos a la derecha por la Via della Peliccia y, tras detenernos en cada puerta, llegaremos al número 18 de Vicolo del Piede. Las ilustraciones del artista Dario Calì en Calidarium cuentan de manera muy colorida y detallada el día a día de los vecinos del Trastevere. Una fórmula lúdica y divertida de conocer sus costumbres.
El Trastevere es un barrio genuino que rebosa arte y tiene ese aire bohemio que resulta tan evocador
El corazón de este barrio romano es la piazza Santa Maria in Trastevere, en la que se levanta la basílica del mismo nombre, fundada en el siglo iii d. C. y una de las más antiguas de Roma. Justo enfrente, en el Caffè di Marzio, un buen sitio para comer, cenar o tomar el aperitivo, emociona ver en una de sus paredes algunos dibujos de Rafael Alberti, de su esposa María Teresa León y recuerdos de sus días en la ciudad. Desde allí, es indispensable encaminarse hacia el Museo di Roma in Trastevere, que fue en su tiempo el monasterio de San Egidio, en el que vivieron carmelitas descalzas y acogió el museo del folclore y de los poetas romanos.
Admirar el arte de los grandes es inevitable estando en Italia, y en la Villa Farnesina, los frescos de Rafael dejan sin palabras. También provocan la risa cuando se escucha la historia de cómo Miguel Ángel se coló en el palacio para ver la obra de su rival y se atrevió a pintar sobre esta con un carboncillo una enorme cabeza. Al percatarse el primero, aún furioso, ordenó que nunca se borrara.
En el restaurante Rugantino se descubren los verdaderos sabores romanos. La cercanía de Andrea, uno de los propietarios, que también atiende a los comensales, hace de la visita un momento muy agradable. Hay que probar el plato de pasta corta all’amatriciana, con salsa de tomate y una especie de torrezno crujiente llamado guanciale. Es importante saber que en Italia la pasta se come al dente. Otras especialidades son la famosa tavolozza (una degustación de cuatro tipos diferentes de pasta), o las polpettes, las albóndigas que se sirven con salsas variadas, aunque la más típica es la de queso y pimienta. Y de postre, ninguno mejor que las ciambelline, las galletitas caseras que, para hacerlas más apetecibles, se mojan en la copa de vino.
Después de un almuerzo delicioso, la ruta por el barrio del Trastevere va en busca de plazas escondidas, como la de Giuditta Tavani Arquati, donde nos sentaremos al sol en la terraza del bar VinAllegro, o la della Scala, en la que abre sus puertas una antigua y encantadora farmacia. La piazza San Giovanni della Malva es otro espacio tranquilo para pasar un rato, como lo son también la de Renzi o la del Drago.
El Trastevere, además, ha sido un barrio de artistas. En el número 60 del vicolo del Buco está la casa donde vivió el cantante Lucio Dalla, una de las más fotografiadas del barrio. Y en la esquina de la Via Garibaldi con Santa Dorotea, a solo dos calles de la Villa Farnesina, donde trabajaba Rafael, la panadería familiar de Marguerita, su amante, retratada en La Fornarina, una de sus obras más famosas.
Vivir el Trastevere es subir a la colina del Gianicolo y asomarse a una Roma extraordinaria. En época de calor, echarse una siesta en una pradera después de un pícnic y ponerse frente a la Fontana dell’Acqua Paola contemplando su grandeza y belleza. Muy cerca queda la iglesia San Pietro in Montorio, con el templete de Bramante, en cuyos antiguos claustros está hoy instalada la Academia de España en Roma. Y en medio del río, en la Isola Tiberina –un lugar ideal para pasar el día con buen tiempo–, la trattoria Sora Lella ofrece una experiencia gastronómica que no puede ser más auténtica.
El apunte experto
- Una visita al luthier Mohssen, que en los 28 metros de su histórica tienda hace maravillas con sus manos. Se encuentra en uno de los vicoli (callejones) más bellos de la zona (Cedro, 34) y es uno de los lugares que recomienda Dario Pece, el poeta del Trastevere.
- Otro de sus favoritos es la basílica de Santa Cecilia, con una historia que impresiona.
- En Antica Caciara (San Francesco a Ripa, 140) se encuentran quesos, vinos y delicias de toda la vida.
- Las famosas alcachofas a la judía o a la romana de Da Enzo al 29 (Vascellari, 29) y el pescado de la osteria La Gensola (osterialagensola.it).
- Terminar el viaje en la Pasticceria Valzani (pasticceriavalzani.it), donde el chocolate es el rey; tomando un helado en el Bar San Calisto (barsancalisto.it) y los mejores granizados en Alla Fonte d’Oro (Lungotevere Raffaello Sanzio).
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