En el trayecto costero desde la comarca del Baixo Miño a la de Val Miñor todo resulta inspirador. Tras coronar en A Guarda el monte Santa Trega, donde se encuentra el mejor testimonio de la cultura galaico-romana y se contemplan unas extraordinarias vistas del valle vinícola de O Rosal y la desembocadura del Miño, se deja el coche en la playa de Area Grande y se sigue a pie 1,5 kilómetros por este litoral bajo y pedregoso para llegar a la monumental cetárea Redonda, un antiguo vivero de langosta que aprovecha las rocosidades del entorno para dejar entrar el agua e inundar sus compartimentos.
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Que el concejo de O Rosal disfruta de tres kilómetros de costa es algo que muchos gallegos desconocen. En este tramo, la parada se hace en la Explanada do Horizonte, mirador diseñado por la arquitecta María Fandiño y ejemplo de recuperación paisajística donde el graderío, el petroglifo Laxe do Lapón, la vegetación autóctona y el parque son un punto de relax y de recogimiento al caer el sol. El bar suele estar muy animado con peregrinos que sellan aquí sus credenciales.
En Oia, el apartado monumental cobra importancia por el monasterio de Santa María, con el batir de las olas llamando a su puerta (antes rompía contra la fachada). Para certificar su raigambre defensiva, solo hay que reparar en las murallas del siglo xvi, desde donde los monjes cistercienses disparaban los cañones contra los piratas berberiscos; o la plaza de armas, con merlones y troneras. De este monasterio no hay que irse sin contemplar el claustro del siglo xvi. La torre barroca de la iglesia es un hito en el paisaje, mientras en el interior, recién restaurado, son protagonistas sus pinturas murales y su retablo manierista.
El barrio do Arrabal de Oia ha preservado todo su encanto arquitectónico: la fuente, el cruceiro da Centinela, hórreos, viviendas típicas bien conservadas, algunas del siglo xvii, como la que alberga Casa Puertas –una de las referencias de turismo rural de la costa pontevedresa– o el restaurante A Casa da Henriqueta.
El faro blanquirrojo del Cabo Silleiro es el de mayor alcance de Galicia
Esta ruta, que combina el mar con la sierra de A Groba, invita después a subir hasta las pozas de Mougás, transitando los dos últimos kilómetros por pista de tierra. La pequeña cascada del río Peito que forma la poza principal resulta, además de singular, muy apetecible para darse un baño.
De nuevo en la carretera, a la altura del camping O Muiño, se sube por la derecha para girar en el mismo sentido por la primera pista y llegar al castro de A Cabeciña, complemento a Santa Trega. Su ocupación se extiende desde el viii a. C. al siglo i, y deja entrever una topografía escalonada circundada de murallas. A la izquierda se observan varios petroglifos.
Más tarde toca fotografiar el cabo Silleiro, con el faro de mayor alcance en Galicia, de imponente torre troncocónica octogonal pintada a bandas rojas y blancas. El mismo vial conduce después a la ruinosa batería costera, apuntando al fragor y al huracán que golpea frontalmente esta rompiente, y a un mirador.
Pasan los años y el restaurante Rocamar mantiene la calidad y el buen trato. Un reconfortante final tras subir a la cima del monte Sansón y ascender por el interior de la ciclópea estatua de la Virgen de la Roca, tallada por Antonio Palacios en 1930, para contemplar desde esta magnífica atalaya la ensenada de Baiona.
Muy apetecible resulta darse un baño en la cascada del río Peito, en las Pozas de Mougás
El apunte experto
- Asistir al crepúsculo desde la Explanada do Horizonte, en O Rosal.
- Cura de mar en el circuito del hotel Talaso Atlántico, en Oia, nadando en agua templada mientras se ve cómo el océano rompe en la costa.
- Paseo desde el faro antiguo del hasta la cala de los Cristalescabo Silleiro .
- Una visita guiada por el claustro y las dependencias del monasterio de Santa María de Oia.
- Reservar el desayuno en Casa do Marqués (casadomarques.es), en Baiona, y dejarse agasajar.
GUÍA DE VIAJE