Tras su nacimiento en los cerros Cuericí, a más de 3000 metros de altura, el río Pacuare bordea la cordillera de Talamanca para acabar vertiendo sus aguas indómitas en el mar Caribe. En su descenso de color chocolate y espuma serpentea por un sobrecogedor bosque lluvioso por el que las aguas se deslizan en sucesivas cascadas. Nos encontramos ante el río más salvaje y escénico del país y uno de los cinco donde es posible practicar rafting, una experiencia imprescindible para sentirse inmerso en la naturaleza de Costa Rica y constatar por qué es uno de los lugares con mayor biodiversidad del planeta.
De los 106 kilómetros del Pacuare, unos 24 están adaptados a esta actividad, apta para todos los públicos y con rápidos de niveles III y IV, que aportan la mejor combinación entre seguridad y diversión. Después de realizar una introducción acompañada de práctica en tierra, el rugido del agua cala de emoción y adrenalina a los aventureros que comienzan a remar siguiendo los consejos del guía.
Bajo la sombra de los volcanes Irazú y Turrialba, los bosques selváticos se mueven a la velocidad de los rápidos, aquellos donde toca remar enérgicamente y todos los ocupantes de la balsa se coordinan para disfrutar de los excitantes saltos. La destreza del guía es solo parte de la coreografía liderada por las acrobacias de la piragua que capitanea la aventura. En los tramos tranquilos conviene abrir bien los ojos para disfrutar de la posibilidad de contemplar nutrias, monos aulladores y osos perezosos o cruzarse con gigantescas mariposas monarca azules y algunas de las 923 especies de aves del país, como tucanes, guacamayos o las coloridas oropéndolas que salen de sus nidos tejidos con forma de grandes cestos.
La iglesia de San José de Orosi es la más antigua en activo de Costa Rica y patrimonio cultural del país
Algunas cabañas cuelgan de los árboles asomando entre la amplia gama de verdes del bosque. Sobre el río, unos cables conectan sus márgenes por medio de canastas que algunas comunidades utilizan para llegar hasta sus hogares asentados en las montañas de Talamanca. Más adelante, las altas y estrechas paredes de un cañón dan tregua a los aventureros, porque permiten saltar de la balsa para darse un chapuzón y flotar mientras la corriente los arrastra lentamente entre los imponentes muros de piedra.
Cerca de la localidad de Siquirres, un puente férreo marca el final del recorrido, pero la aventura costarricense continúa. A 30 kilómetros de Turrialba, en la provincia de Cartago, las pocas casitas que forman la comunidad de Mollejones salpican montañas coronadas por la niebla. Son apenas 200 personas las que viven en ellas, pero, con su esfuerzo y unión, estas familias han sabido hacer del turismo su principal recurso económico tras el Mundial de rafting, celebrado en 2011 en el río Pacuare, y crear experiencias a los visitantes que llegan hasta allí.
En los tramos tranquilos del Pacuare conviene abrir los ojos para observar la fauna
Los Montenegro Ramírez enseñan a elaborar tortitas y otras especialidades de la tierra, los Ramírez Vargas hacen lo mismo con el pan que cocinan en un horno casero instalado en su terraza panorámica, y los Montenegro Salmerón elaboran ricas cajetas, un dulce típico a base de leche y azúcar. Por la noche, anfitriones y turistas se reúnen en la cancha deportiva del centro del pueblo para despedir el día con bailes tradicionales y una contundente cena para todos.
A 27 kilómetros, el CATIE (Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza) muestra la flora local y mundial gracias a los más de 4000 ejemplares que crecen en su extenso jardín, donde la naturaleza de Costa Rica se magnifica. Para seguir rodeados de ella, no hay nada como descansar del ajetreado día en una de las cabañas de la zona. Las del hotel Quelitales se asoman a la cascada de Doña Ana, alrededor de la cual aún resuenan leyendas de tesoros perdidos y rituales mágicos. Situado a las puertas del Parque Nacional de Tapantí, una de las zonas más lluviosas del mundo, es un punto ideal para observar a las coloridas aves que sobrevuelan este paraje de ensueño y vida.
El apunte experto
- Las termas de Hacienda Orosi son un espacio para el relax, con asombrosas vistas al cerro Barba de Viejo y a los volcanes Irazú y Turrialba.
- Aprender sobre la gran variedad de plantas locales en el Jardín Botánico del CATIE.
- Pasear entre las calles de aire colonial del pueblo de Orosi.
- Las ruinas de Ujarrás, correspondientes a la que, probablemente, fuera la primera iglesia del país.
- Ascender al volcán Irazú, que da nombre a uno de los parques nacionales imprescindibles del país y, con sus 3432 metros de altura, es el más alto y grande de Costa Rica. En su cumbre se disfruta de un lago verde y de impresionantes vistas al Atlántico y al Pacífico en días despejados.
- Montar a caballo por las plantaciones de caña de azúcar y café de la hacienda Casa Turire.
GUÍA DE VIAJES