Cádiz huele a maresía, la que desprende el inmenso Atlántico que baña sus costas, donde vivir con intensidad sus días de sol y sus atardeceres imposibles. Ya lo dejan claro las más de 3000 horas al año en las que el astro rey se ocupa de brillar bien fuerte, aportando esa luz que se vuelve tentación y a la vez excusa para quienes la eligen para disfrutar de sus infinitas bondades. Una vez que se conoce este pedacito de sur, es imposible escapar.
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No hay mejor manera de empezar a explorar esta tierra fundada por fenicios que entendiendo su estrecho vínculo con el mar. Un mar en el que se captura, entre los meses de abril y junio, el atún rojo, la delicia marinera que es protagonista absoluta de las cocinas gaditanas, y luego se degusta todo el año. La técnica para hacerlo, ya instaurada por los fenicios, es la famosa almadraba, un laberinto de redes instalado en el océano que atrapa a miles de ejemplares en su proceso migratorio al Mediterráneo, al que se dirigen a procrear. El momento de la levantá, cuando las redes cargadas de túnidos de cientos de kilos se extraen del mar con la única ayuda de la fuerza del hombre, es un espectáculo como pocos pueden existir.
Ahondar en esta tradición pesquera iniciando una ruta en la playa de Bolonia, junto a Tarifa, siempre será buena idea. Allí se hallan las ruinas romanas de Baelo Claudia, popular durante los siglos i y ii como factoría de salazones y producción de garum, una salsa elaborada a partir de vísceras de pescado con la que se conservaban los alimentos. Solo unos kilómetros más al oeste se descubre otro de los referentes de Cádiz: Zahara de los Atunes. Basta un paseo por el barrio marinero para impregnarse de la esencia andaluza que derrochan sus casitas encaladas y fachadas colmadas de flores. Un enclave en el que el tiempo parece haberse detenido.
Menos tranquilas son, al menos en verano, las calles que rodean las ruinas del palacio de La Chanca. Lo que un día fueron 15.000 m² de factoría donde se troceaban, salaban y preparaban los atunes llegados de las almadrabas, hoy es tan solo un solar que, en ocasiones, acoge un mercadillo artesanal. Un baño en las aguas de la playa de Zahara, de arenas finas y blancas, siempre será el complemento perfecto a la experiencia, como subirse a una tabla de surf y sentir la adrenalina a flor de piel.
El atún rojo de almadraba es protagonista absoluto de las cocinas gaditanas y se degusta todo el año
Otra parada inevitable se halla en Barbate, cuyo mercado de abastos es un auténtico festival para los sentidos. En sus mostradores, el ‘oro rojo’ del mar se alterna con la carne de vaca retinta, otro de los venerados tesoros de la gastronomía gaditana. Para catar el producto, nada como reservar en el templo del atún por antonomasia, El Campero, restaurante que es ya todo un clásico de la localidad. Si se prefiere llevar el producto a casa, se debe visitar alguna de las empresas locales dedicadas a la elaboración de salazones y conservas. En el polígono industrial La Oliva se hallan Gadira y La Chanca, donde, además, se puede presenciar el proceso del ronqueo (despiece). Junto al pueblo, los paisajes del Parque Natural de La Breña y Marismas de Barbate se extienden a lo largo de 5000 hectáreas repletas de dunas, marismas, acantilados e incluso bosque. Un espacio de rica biodiversidad atravesado por multitud de senderos, como el de Mondragón, que conecta los dominios de Vejer de la Frontera con los de Barbate ofreciendo estampas entre las que se hallan las incomparables vistas al faro de Trafalgar y a las playas de Caños de Meca desde el mirador de la torre de Meca.
Al mismísimo atún se debe la fundación de Conil de la Frontera, ese blanco caserío rebosante de alma y carisma
A tiro de piedra aguarda el blanco caserío de Conil de la Frontera, fin de esta singular ruta. Un pueblo gaditano a los pies del Atlántico rebosante de alma y carisma cuya fundación se debió, curiosamente, al mismísimo atún. Corría el siglo xiii cuando a Guzmán el Bueno le fue otorgado el privilegio de pescar atunes en esta zona del Atlántico, así que comenzó a controlar una almadraba. En los alrededores construyó un castillo y, junto a él, pequeñas casitas que habitaron los pescadores. No sabía por aquel entonces que aquellas simples decisiones acabarían dando origen a uno de los pueblos más bellos de la provincia de Cádiz.
El apunte experto
- Visitar El Palomar de la Breña, en el Parque Natural de La Breña y Marismas de Barbate, una hacienda del siglo xviii restaurada en San Ambrosio (Barbate) que albergó hasta 15.000 palomas.
- Comprar una pieza de artesanía con el atún como protagonista en Sotto Scala, en Zahara de los Atunes.
- La visita a la iglesia parroquial Nuestra Señora del Carmen de Zahara de los Atunes revela que esta fue utilizada en el pasado para salar el pescado.
- Descubrir La Chanca, un centro de interpretación sobre la vida de cara al mar en Conil de la Frontera.
- Asistir en temporada a una levantá en una excursión en barco con Almadraba Tours.
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